En marzo de 1942 visitó la India la Misión Cripps. Su objetivo explícito era conseguir el apoyo indio al esfuerzo bélico británico. A cambio se ofrecería a la India una independencia total dentro o fuera de la Commonwealth sobre la base de una constitución elaborada por los propios indios. Como suele ocurrir con los británicos, la oferta incluía una trampa: cualquier estado principesco o provincia de la India británica tendría derecho a permanecer fuera de la Unión India. La estructura final de la India tendría que ser aceptada o rechazada en bloque. En la práctica esto equivalía a otorgar un derecho de veto a las minorías. Los británicos estaban abriendo la puerta para la creación de Pakistán. Pero al objetivo explícito señalado, muchos historiadores creen que se añadía otro implícito: mostrar a los norteamericanos, cuya ayuda era indispensable, que los británicos estaban dispuestos a hacer grandes concesiones a los indios.
La Misión Cripps fue un fracaso. Los líderes del Congreso nunca creyeron en sus promesas. Y no les faltaba razón, porque Cripps hizo algunas que iban más allá de lo que Churchill estaba dispuesto a conceder. El Virrey Linlithgow no hizo tampoco mucho por ayudar al éxito de la misión. Sospecho que a Churchill le importaba una higa que la misión triunfase o fracasase, siempre que Roosevelt quedase satisfecho y convencido de que la culpa de todo la tenían los tercos de los indios. Y quedó.
El 8 de agosto de 1942 el Congreso le lanzó un órdago a los británicos con el Movimiento Abandonad India (Quit India Movement). Fue un error de cálculo. Los británicos no tuvieron excesivo problema en encarcelar a los líderes del Congreso, que quedó descabezado y desorientado por el resto de la guerra. Ali Jinnah aprovechó la ocasión para terminar de cementar su relación con los británicos. Durante el resto de la guerra sería un fiel aliado y colaboraría con el esfuerzo bélico británico. En lo sucesivo, cuando los británicos pensasen en el futuro de la India no olvidarían que tenían que contar con los intereses de los musulmanes.
En septiembre de 1944 Gandhi y Ali Jinnah mantuvieron unas conversaciones que duraron una semana. La idea de las conversaciones fue de Gandhi, a quien cada vez preocupaba más la división que percibía entre hindúes y musulmanes. Con las conversaciones Gandhi quería convencer a Jinnah para que volviesen a trabajar juntos con el objetivo de una India unida e independiente.
Las conversaciones partieron sobre una base equívoca. Jinnah era el líder indiscutido de la Liga Musulmana y un hombre con el que los británicos trataban regularmente. Gandhi pertenecía a un partido cuyos líderes estaban en prisión y se estaba reuniendo con Jinnah a título personal, basándose exclusivamente en la autoridad moral que tenía sobre el Congreso y con la esperanza de que esa simple autoridad le bastase para que el Congreso aceptase cualquier acuerdo al que pudiese llegar con Jinnah.
Las conversaciones resultaron un fracaso. Jinnah no se apeó de la burra. Jinnah insistió en lo que ya se había convertido en su soniquete habitual: “Mantenemos que musulmanes e hindúes son dos naciones principales según cualquier definición o prueba de nación. Somos una nación de 100 millones. Tenemos nuestra visión distintiva sobre la vida y de la vida. De acuerdo con todos los cánones del Derecho Internacional, somos una nación.” Dando una vuelta más de tuerca afirmó que estaba convencido de que “el verdadero bienestar no sólo de los musulmanes, sino del resto de la India está en la división de la India propuesta en la Resolución de Lahore.” Gandhi pensaba que la división de la India sería un desastre para el conjunto del país. Aun así, estaba dispuesto a una partición tras la independencia y sobre la base de un referéndum distrito por distrito. La oferta tenía su trampa: para empezar, sería un gobierno del Congreso quien organizaría el referéndum y no los británicos, de los que se podía esperar algo más de imparcialidad. En segundo lugar, si el referéndum y la demarcación se hacía por distritos y no por provincias, el resultado podía ser un Pakistán muy fragmentado.
Jinnah no tenía ninguna razón objetiva para alcanzar un acuerdo con Gandhi en ese momento. Sabía que cualquier concesión que hiciera le sería tenia en cuenta en el futuro; en cambio, cualquier cosa que obtuviera de Gandhi, podría ser rechazada ulteriormente por el Congreso, aduciendo que Gandhi había obrado a título individual. El 4 de octubre, tras la ruptura de las negociaciones, Jinnah emitió una declaración vitriólica en la que prácticamente calificó las propuestas de Gandhi como una engañifa formulada con la peor fe del mundo. Jinnah señaló que la solución tenía que ser: primero crear dos gobiernos diferentes y luego dirimir las cuestiones fronterizas, sobre la base de las provincias existentes sometidas a los reajustes que pudieran ser necesarios.
A medida que se iba acercando el final de la II Guerra Mundial, la desesperación de Churchill crecía. El Imperio Británico estaba en bancarrota y conservarlo requeriría unos recursos de los que el Reino Unido ya no disponía. Su dependencia de sus aliados norteamericanos era total. Lo malo es que EEUU insistía en que sus soldados no habían muerto para preservar el dominio británico sobre los indios.
Churchill esbozó varios planes para mantener el dominio británico sobre la India. Jinnah, con quien mantuvo una correspondencia secreta durante la guerra, resultaba un peón importante en esos planes. Una idea con la que jugó Churchill fue con la división de la India en tres partes: India, Estados Principescos y Pakistán. Sabía que Nehru quería que la India estuviera fuera de la Commonwealth y fuese realmente independiente. Una manera de neutralizarlo era darle un país truncado. Además un Pakistán miembro de la Commonwealth y estrechamente vinculado al Reino Unido, proporcionaría el vínculo estratégico imprescindible entre el resto de las posesiones británicas en Asia y el resto del Imperio. En fin, sueños de un imperialista trasnochado.
Lo más que consiguió Churchill fue retrasar la decisión final sobre la India para cuando la guerra hubiera terminado. Lo que no podía saber es que, para cuando llegase ese momento, él no sería ya Primer Ministro. Las elecciones de julio de 1945 dieron una amplia mayoría a los laboristas de Clement Attlee.
Los laboristas tenían una visión mucho más realista que la de Churchill. Sabían que el Raj británico no podía mantenerse y que habría que conceder la independencia a la India. Attlee no deseaba asumir la responsabilidad de dividir la India, pero había otros británicos, empezando por el Virrey Wavell, que pensaban, como Churchill, que la creación de Pakistán les permitiría marcharse sin irse del todo.