La ideología del medio ambiente

Por Davidalvarez
En 1962 se publicó un libro que marcó un antes y un después en la conciencia ambiental de muchas personas. Se trataba de "La primavera silenciosa", escrito por la bióloga estadounidense Rachel Carson y en él alertaba sobre los efectos del uso masivo de pesticidas, en concreto del DDT, en el control de las plagas agrícolas. En este libro no se exponían solo unas opiniones y comentarios, sino que la información que aportaba se sustentaba en trabajos científicos y en informes contrastables.
Antes de 1940, la mayoría de los pesticidas se obtenían a partir de plantas, pero los productos creados para la guerra química durante la Segunda Guerra Mundial resultaron muy efectivos para la eliminación de la maleza y de las plagas de insectos. Debido a esto, a partir de 1945 y contando con un importante apoyo gubernamental, el DDT entró en el mercado y en solo 10 años ya copaba el 90% de todo el mercado del control de plagas agrícolas. 

Como era de esperar, ese libro, que inicialmente fue publicado en forma de artículos en la revista New Yorker, no fue bien acogido por la industria agroquímica de Estados Unidos, que intentó paralizar su publicación por todos los medios posibles. Durante meses, el libro fue criticado sin piedad y su autora fue insultada y calumniada no solo por la industria sino también por el propio departamento de Agricultura del gobierno estadounidense. Las empresas de pesticidas, reunidas en la Asociación Nacional de Industrias Químicas Agrícolas contrató a una empresa con el fin de difamar el libro y atacar la credibilidad de Carson, gastándose 250.000$ de entonces (aproximadamente 1 millón y medio de dólares de ahora) con ese fin. Se la acusó de ser radical, antipatriota, acientífica e histérica. En una carta enviada por el ex-secretario de Agricultura de EEUU, Ezra Taft Benson, al presidente Eisenhower, llegó a decir lo siguiente:
Como no se ha casado, a pesar de ser físicamente atractiva, probablemente es comunista
El hecho de ser mujer le valió numerosas críticas, ya que tanto a ella como al resto de mujeres, se las consideraba menos racionales, más emocionales y más sentimentales que los hombres, a quienes por el contrario se les atribuía la suficiente capacidad para poder estudiar ciertas cuestiones desapasionadamente y de esa forma proponer soluciones racionales. 
Además de menospreciar sus trabajos por el hecho de ser mujer, algo que aunque resulte inaudito sigue ocurriendo hoy en día con más frecuencia de la que imaginamos, se la acusaba de ser comunista y eso en aquellos años no era una acusación trivial. 
Cuando se publicó "La primavera silenciosa" solo habían transcurrido 5 años desde la muerte de Joseph McCarthy, organizador y promotor del Comité de Actividades Antiestadounidenses, conocido por su famosa cruzada anticomunista, que permaneció vigente hasta el final de su vida. Cualquier persona sospechosa de ser comunista fue perseguida con los cargos de atentar contra la seguridad nacional, por lo tanto acusar  a alguien de comunista no solo era suficiente para desprestigiar su trabajo, sino que también servía como llamada de atención para que no siguiera por ese camino.
Las acusaciones vertidas en el libro de Rachel Carson acerca de los peligros de los pesticidas, tanto para los ecosistemas como para la salud humana, habían puesto en jaque a la poderosa industria química, liderada en ese momento por la Montrose Chemical Corporation, que vio rápidamente que la prohibición del uso de DDT le ocasionaría importantes pérdidas económicas, como finalmente ocurrió en 1972. 
La industria, que hasta ese momento no había encontrado demasiados obstáculos para obtener el mayor beneficio posible se había encontrado con un obstáculo: el medio ambiente. Una legislación ambiental que impusiera restricciones a la producción, a las emisiones de contaminantes o a la extracción de recursos naturales supondría una merma en esos beneficios y por lo tanto era un problema. 
Se ha dicho muchas veces que "La primavera silenciosa", al igual que el resto de la obra de Rachel Carson, ha sido el germen del movimiento ecologista y que a ha contribuido a que la Biología de la Conservación se desarrollara como una disciplina científica. Pero además de esto, se trató de una de las primeras veces en las que la conservación de la naturaleza y el medio ambiente se asociaba a una ideología política. Curiosamente, antes de Carson muchas de las personas que tenían inquietudes mediambientales tenían un perfil poco "izquierdista", desde los biólogos-coleccionistas de la época victoriana hasta el propio Theodore Roosvelt, vigésimo sexto presidente de Estados Unidos con el partido republicano, y uno de los primeros en usar el término "conservación" para referirse a la naturaleza. Theodore Roosvelt declaró como espacios protegidos más de 60 millones de hectáreas de bosques y estableció 23 nuevos parques nacionales durante su mandato, por lo que recibió el sobrenombre de "el presidente naturalista".

Las políticas liberales defienden la no injerencia del Estado en todo lo que afecte al  sector privado, o sea, que para las personas que simpatizan con este tipo de políticas, la imposición de controles a las empresas por parte del Estado no son bienvenidas y son abiertamente criticadas. En tiempos de Rachel Carson, la crítica ideológica mas frecuente para cualquiera que pusiera en duda el sistema liberal capitalista era tacharlo de comunista, pero en la actualidad, tras la caída de la Unión Soviética la palabra comunista no tienen el mismo efecto social, por lo que ha surgido un nuevo calificativo. El que propone restricciones a la actividad industrial para preservar el medio ambiente es un radical. 

Son muchos los grupos económicos, políticos y medios de comunicación los que califican las posturas conservacionistas como radicales. Incluso los investigadores que alertan sobre los peligros del cambio climático y que proponen la adopción inmediata de medidas que reduzcan la emisión de gases de efecto invernadero reciben el mismo calificativo. La defensa del medio ambiente se ha convertido en una postura radical y en una sociedad polarizada como la nuestra, en la que todo se concibe como un enfrentamiento entre dos bandos, es suficiente con que se pinte de un color político una idea para que el color político opuesto se oponga a ella y la critique, sin siquiera preguntarse si son ciertos los argumentos que la apoyan.
Sólo una postura revanchista y políticamente manipulada puede explicar que más de la mitad de la sociedad no considere el cambio climático como un problema de estado, o que afirme que los graves problemas de contaminación que estamos padeciendo y que afectan a la salud de todos son una invención de cuatro perroflautas que quieren acabar con "el estado de bienestar", o que la conservación de la biodiversidad es un lujo que no nos podemos permitir.
Va siendo hora de despolitizar la conservación del medio ambiente. Frente a la visión cortoplacista de políticos y empresarios resulta cada vez más necesaria una estrategia común y a largo plazo para velar por la conservación del medio ambiente y luchar contra los graves problemas a los que nos vamos a enfrentar en un futuro que ya está aquí. El medio ambiente no tiene ideología y lo que pase a nuestro alrededor nos afecta a todos, independientemente de nuestro sexo, nacionalidad, religión o afinidad política.