La iglesia escupe en la cara a los masones, otra vez

Publicado el 25 octubre 2019 por Habitalia

En un intento más de acercamiento por parte de la Gran Logia de España a las instituciones eclesiásticas, la Logia Maimónides nº 173 de Córdoba, firmó un acuerdo con los Hermanos Franciscanos de la Cruz Blanca de Córdoba para atender las necesidades más urgentes entre las personas a las que acoge. Una semana después, el Episcopado, ha forzado su anulación fulminante.

El hecho es que según informaba (órgano oficial de comunicación de la Gran Logia de España) hace una semana, el convenio constituye un "amplio marco de colaboración" para que la Respetable Logia aporte de forma altruista sus medios humanos y materiales a programas de pobreza, salud o dependencia, de la Casa Familiar San Francisco de Asís. Cruz Blanca es una de las insignias de la atención social en Córdoba, que trabaja por ofrecer espacios en los que se promueve, defiende, cuida y celebra la vida, facilitando el desarrollo integral de las personas más vulnerables. Su trabajo se conoce desde que los hermanos Franciscanos llegaron a la ciudad en 1977 y abrieron su comedor. Después llegaron varias casas hasta unificarse en la Casa Familiar San Francisco de Asís que constituye hoy el punto de encuentro y hogar de discapacitados físicos y mentales.

Sin embargo, tan solo una semana después, ha sido cancelado por la institución católica. En un escrito fechado el pasado lunes, día 21 de octubre, anunció, sin dar ningún motivo ni argumento, que:

Los Hermanos Franciscanos de Cruz Blanca de Córdoba, agradecen sinceramente a las personas particulares y a las entidades públicas y privadas, su colaboración para el mantenimiento de sus obras sociales y

que dan por finalizado el convenio de colaboración firmado con el Círculo de Estudios Maimónides, perteneciente a la Gran Logia de España.

Por otro lado, el diario digital Info Católica, afirma en un artículo en el que hace referencia al suceso que, aunque nada se indica en la nota de cancelación del acuerdo, (...) la actuación episcopal ha sido determinante.

La diócesis de Córdoba, experta en adquirir lo que no es suyo

El pasado 2 de marzo se cumplieron trece años desde que ese mismo día de 2006 la Diócesis de Córdoba, inscribiera a su nombre en el Registro de la Propiedad la Mezquita- Catedral. La Iglesia inmatriculó entonces como propio el emblemático monumento -denominándolo únicamente "Santa Iglesia Catedral de Córdoba"- con un certificado expedido por el obispo y amparándose en un artículo de época franquista de la Ley Hipotecaria vigente entonces que le permitió hacerlo sin tener título de propiedad sobre el edificio. Ahora, pasados trece años sin que haya variado la situación, un elemento jurídico aparece en el debate entre quienes defienden la titularidad pública del monumento y la Iglesia como firme defensora de su inmatriculación.

La usucapión es ese término jurídico que define la adquisición de una propiedad por el hecho de haberla poseído en apariencia a lo largo de un período de tiempo, pese a no ser el dueño del bien. Es decir, -según las fuentes jurídicas consultadas- existe la posibilidad jurídica de que los años transcurridos desde la inscripción de la Mezquita-Catedral en el Registro de la Propiedad a nombre de la Diócesis sirvan para consolidar una propiedad sobre el monumento de la que carecía con anterioridad.

La tempestuosa relación iglesia-masonería

La relación entre algunas religiones y la masonería a menudo ha sido conflictiva. La masonería se define a sí misma como adogmática, dejando libertad a sus miembros de profesar la religión que cada uno decida o no profesar ninguna. Su posición favorable a la libertad de conciencia y su posición contraria al clericalismo político, le ha supuesto a lo largo de su historia, la crítica por parte de distintas confesiones religiosas, especialmente el cristianismo y el islam. La relación con las diferentes expresiones protestantes ha sido, notoriamente, más pacíficas.

Los estados confesionales tanto cristianos como musulmanes han reprimido la masonería de diferentes formas: desde el simple acoso, pasando por penas de prisión para los masones, llegando a la pena de muerte por el simple hecho de ser masón.

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