Un thriller, concretamente un thriller policiaco, se caracteriza por estar compuesto de las características de un film de drama y de acción. En este caso, Manuel Gómez Pereira presenta una película que posee ciertos rasgos de un drama, ese suspense o intriga que se produce durante la historia, pero que carece de todos los aspectos relativos a la acción. Aun así, esta es la apuesta por la que el director trata de sorprender, que tendrá unos giros interesantes que más adelante comentaré. El film, basado en la novela de Robert Wilson, llegará a la taquilla el viernes 14 de noviembre después de pasar por el Festival de Cine Europeo de Sevilla.
El argumento trata del inspector de policía Javier Falcón (Juan Diego Botto), que tendrá que resolver dos casos distintos a la vez. Por un lado tendrá que ayudar a un antiguo compañero (Alberto San Juan) que se infiltró dentro de un grupo del terrorismo islámico y, por otra parte, se enfrentará a la mafia rusa debido a un supuesto caso de secuestro de un niño. La decisión de dividir la trama en dos partes implica que estén bien diferenciadas, lo que supone un defecto de la película ya que se focaliza durante una gran parte del metraje la historia contra la mafia rusa, abarcando en menor medida lo que finalmente supondrá el tema principal de la misma. Si, además, el contraste drama – acción no existe, provoca que el ritmo del film sea muy lento y termine por aburrir al espectador. Estos dos aspectos configuran un importante déficit que, a pesar del giro final donde se interrelacionan las dos partes, resulta difícilmente de contrarrestar.
El tema de la mafia rusa que secuestra a un niño, precisamente al hijo de la amante de Falcón (Paz Vega), genera una simplicidad fácilmente captable y predecible en su continuación. A pesar de no convencer esta vertiente, el giro final hacia el argumento islámico está aceptablemente realizado, aunque todo indica a pensar que tendrá algo que ver.