Revista Arte

La ilusión impenitente por encontrar un Tiziano perdido en España, ¿la única ilusión?

Por Artepoesia
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La historia contará el hecho de que el rey Felipe II habría encargado antes de 1559 una obra sobre el entierro de Cristo al gran pintor veneciano Tiziano. Documentalmente, se sabe que el rey escribió a su embajador en Italia, Claudio de Quiñones, una carta el 20 de enero de 1559 para comunicarle que aún no había llegado a Madrid la pintura encargada al maestro Tiziano. Desde Venecia, al parecer, debía haber salido ya el cuadro meses antes con destino a España. Pero, la verdad, es que nunca llegó. Meses después, en julio de 1559, el propio rey Felipe II escribirá al pintor para solicitarle de nuevo que le envíe otra pintura de la misma obra perdida. Y es cuando Tiziano reaccionará tan pronto como pueda para cumplir los deseos del soberano español. A fines de septiembre de ese mismo año, sólo dos meses después de la misiva, le enviará Tiziano la nueva pintura sobre el mismo tema, El entierro de Cristo. Y es en ese momento de 1559, cuando se reciba en Madrid la grandiosa creación de Tiziano, cuando realmente se sabrá ya en España el tesoro tan maravilloso que el mundo se habría perdido antes. 
La grandiosa imagen de 1559 es una excelente creación pictórica realizada, con mucha seguridad, por el taller de Tiziano en Venecia. Es decir, por varios pintores que, a sueldo del gran maestro, llevaran a cabo ahora las sutilezas, las genialidades y las formas que éste habría conseguido ya asimilar durante años de genialidad en su pintura. Y es lógico pensar ya esto del taller, al comprobar el resultado de crear una maravilla como esta en tan solo dos meses de trabajo. Pero, la verdad nunca se sabrá del todo. En cualquier caso, es igual. Escribí ya una vez que la autoría no es lo más importante en el Arte, que sólo será el Arte lo importante. Lo que sí es importante ya es la historia creativa, es decir, el momento y lugar en dónde habrán sido creadas ya las obras de Arte. Porque, ¿quién fue la mano concreta? es algo muy difícil saber con la certeza absoluta en muchas de las creaciones artísticas de la historia. Pero no será aquí la duda de quién pintó algo tan maravilloso de lo que ahora se trata. En este caso es seguro que fue la firma de Tiziano. Pero lo que ahora quiero contar, sobre todo, es el hecho de que una obra creada meses antes de la de 1559, otro entierro de Cristo parecido, fuera ya extraviada por entonces en su viaje de Venecia hacia España.
Así que desde entonces el furor de querer encontrar una pieza tan excelsa, perdida ya en aquellos años, pasaría al  inconsciente colectivo de un pueblo muy dado ya al misterio, al hallazgo, al deseo, a la suerte y la fortuna. Sobre todo cuando, además, el propio pintor Tiziano (1485-1576) crease otra obra muy parecida años después, en 1572, ahora para el secretario por entonces del rey Felipe II, Antonio Pérez, un personaje de infausto destino en la historia de España. Pero que también muestra ahora esta obra, además, las extraordinarias virtudes estéticas y creativas de Tiziano... y su taller. Porque era una práctica corriente que los pintores dispusieran de un taller para componer sus obras. Aunque siempre se sabía que la idea de la obra era del maestro, no se pagaría lo mismo por una realizada por éste que otra por sus alumnos. Sin embargo, Tiziano no distinguiría este detalle, algo sobre todo más frecuente al final de su vida.
Un comerciante italiano de Arte en la corte del duque de Baviera, Niccoló Stoppio, le escribió ya en 1568 al banquero alemán Max Fugger: Tiziano no solo pide el mismo precio de siempre por sus obras, sino incluso mayor que las de antes a pesar de que, como todo el mundo sabe en Venecia, ya apenas ve, de que el pulso le tiembla y de que no puede terminar ningún cuadro sin recurrir a sus ayudantes. Tiziano no hace sino dar alguna que otra pincelada, pero los vende como si fueran totalmente suyos y engaña a sus clientes tanto como puede.  El tema religioso del entierro sagrado lo había tratado ya el gran artista del Renacimiento en 1520, antes de nacer incluso el propio rey Felipe II. Le había encargado su primer mentor, el italiano duque de Mantua, una composición que describiera el momento que transportan el cadáver de Cristo a su tumba. Sin embargo, no alcanzará esta imagen la maestría artística de las otras. Sirva incluso esta comparación, del mismo autor, como una muestra más para admirar lo que es el Arte. Nos ayudará especialmente esta obra de 1520, realizada por el mismo autor, aunque con cuarenta años de distancia, para entender ahora ya algo más la sutil diferencia entre un mismo genio y una genial obra
Primero es el instante, sobre todo, buscado ya por el pintor para fijar la imagen, el momento ahora de mayor dramatismo elegido aquí, en la obra de 1559, por el gran Tiziano. Con toda seguridad una elección del maestro, y sólo de él -muestra de lo que es el Arte, independientemente de la ejecución-. Luego la composición, donde una magnífica tumba romana tallada en piedra, y labrada con motivos legendarios, se situará en primer plano bajo el cuerpo sagrado de Cristo. Y así con todas las figuras además, en una ahora estética diagonal maravillosa, comprendida aquí desde el ángulo inferior izquierdo con el brazo caído del cadáver, hasta la mano izquierda elevada de la Magdalena en el otro extremo superior derecho. Y todo junto y aprisionado en este extraordinario lienzo. Pero, visible ahora sobre todo el sentido principal, aquel que el pintor retratará ya con la posición más ladeada y genial que de un cuerpo moribundo pueda hacerse. Y los colores harán además aquí el resto del tesoro artístico. En ambas obras del Museo del Prado, las de 1559 y 1572, se decidirán los colores ya por el maestro y se verán así las maravillosas tonalidades finalmente por él elegidas.
Pero, nunca se halló en España cuadro perdido alguno de Tiziano con esa representación o con cualquier otra. El pintor más famoso por entonces, sin embargo, habría originado ya un anhelo poderoso por encontrar una obra como esa, la que guardaba ya El Escorial y luego guardó el Prado desde 1837. Si no había llegado al rey Felipe II por entonces, el más grande y poderoso monarca de todos los tiempos, ¿dónde estaría ya la obra ahora? Así, con esta ilusión durmió ya el sueño de los deseos y los anhelos más queridos. Así, hasta que un día del año 2009 una restauradora leonesa de Arte, Cándida Buiza, encontrase un lienzo muy parecido al de Tiziano en el desván oscurecido del Museo de la Semana Santa de la pequeña ciudad leonesa de Sahagún. Allí, olvidado y desahuciado, perdido entre candelabros, mantos, ciriales y retablos apareció, muy cuarteado, deteriorado y sucio, el tesoro tan deseado durante siglos de hallar alguna vez ante los ojos. Parecía mentira, habían pasado más de cuatrocientos cincuenta años y, por fín, aquel lienzo transportado ya desde Venecia a la corte madrileña se descubriría ahora, ¡qué ilusión más grande, qué alegría de hallazgo artístico!
Pero, sólo se quedaría en eso, en ilusión, como las de hallar otras tantas cosas en la vida. En este caso, además, certificada por la imparcial datación del lienzo hallado, finales del siglo XVIII o principios del XIX. Un involuntario fraude ahora, el deseo tan poderoso ya por encontrar un tesoro como ese, algo tan maravilloso de poder ser verdad, y que llevaría a la estudiosa a querer cambiar con su iluso deseo el resultado incuestionable de la realidad poderosa. Inútilmente. La verdad científica e histórica dejó agotada ya la ilusión de aquel maravilloso instante, ese momento único en el desván añejo de un pequeño museo leonés aquella tarde. Se acabó, no era aquella excelsa obra, no era aquel Tiziano maravilloso perdido ya algún día de aquellos siglos antes. No, era una copia de esta obra como algunas otras que se hicieron de Tiziano, probablemente a mediados del siglo XIX, cuando el Museo del Prado las exhibiese orgulloso ya ante tantos ojos admirados. Y ahí terminó la historia. ¿Terminó, también, la ilusión? Nunca. Cada año se repetirá como en estas fechas, incluso, cuando los niños cantores de San Ildefonso la lleven con sus agudas voces a las anhelosas vidas de muchos otros seres, personas ahora que, como Buiza, esperen ya encontrar así, algún día, su más deseado tesoro.
(Óleos todos del pintor Tiziano: Entierro de Cristo, 1559, Museo del Prado; Entierro de Cristo, 1572, Museo del Prado, Madrid; Entierro de Cristo, 1520, Museo del Louvre, París; Retrato de Felipe II, 1550, taller de Tiziano, Museo del Prado; Autorretrato del pintor Tiziano, 1562, Museo del Prado; Fotografía del cuadro copia del Entierro de Cristo de Tiziano, siglo XIX, anónimo, hallado en el museo de la Semana Santa de Sahagún, León, 2009, imagen de la web de Publico.com.)

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