La imagen de la familia en 'Los simpson', 'Padre de familia' y 'South Park'

Publicado el 18 mayo 2010 por Amendiz @alfonso_mendiz

 

En días anteriores he hablado en este blog de cómo las teleseries "legitiman" conductas y modos de pensar, y también de la "autoridad social" que les hemos otorgado en la representación de la familia. Ahora leo este artículo de Xavier Gutiérrez, en el boletín "Análisis y Actualidad", que abunda en esta misma cuestión. Merece la pena leerlo.

No hay nada como estar en familia. La chimenea calienta al fondo el hogar. La sala limpia y sobriamente decorada. Todos juntos en torno al único televisor de casa. Mamá y papá ocupan un lugar privilegiado en el sofá. Jennifer, la hija mayor, descansa la cabeza en el fuerte brazo de su padre. Tom se sienta en la alfombra, recostado en Bobby, el perro traqnuilo. Y el pequeño Nicky se ha quedado dormido en las piernas de su madre.


“¡Shhhhht! No hagan ruido”. Papá toma en brazos a Nicky y comienza a subir las escaleras. Toda la familia lo sigue. Lo deposita suavemente en su pequeña cama. Mamá lo cubre con su manta favorita. Jennifer le quita los zapatos y Tom llega con Teddy, su osito de peluche, para que no duerma solo. Entre besos y caricias se despiden del pequeño angelito. Con una risa apagada regresan todos a la sala. Bobby los recibe moviendo la cola. Papá enciende el televisor, dirige una mirada a su familia y, desde lo más hondo de su corazón, exclama: “¡Os quiero, hijos míos!”


Éste era el modelo clásico de familia que proyectaban en televisión allá por los años setenta. Pero hoy, los modelos de familia que aparecen en televisión son “un poco” diferentes.


"Los Simpson", la aclamadísima serie de la cadena Fox, será nuestro primer punto de referencia.


No hay nada como estar en familia. Homero, en calzoncillos, ocupa todo el sillón. Bart y Lisa tienen el control de la televisión y deciden qué ver. Generalmente será el Show de "Tom & Daly", una parodia de "Tom & Jerry" en la que el ratón termina explotando o mutilando al pobre gato. Marge aparece en escena. Refunfuña por ver tanta violencia y la tachan de mamá aburrida. ¿Dónde está el bebé? Nadie lo sabe. A nadie le importa.


De repente, el abuelo aparece en la ventana y saluda a la familia. Sucede un milagro: Homero se levanta del sillón. Se dirige hacia la ventana. Su padre sonríe enternecido. Homero cierra la persiana para no verlo y se dirige a la cocina. Saca otra cerveza Düff, eructa, se rasca el trasero, patea al perro enclenque que ocupaba su lugar en el sofá y sigue viendo la televisión. Se les considera una familia normal, pero no debería serlo.


Otra de estas caricaturas es "Padre de Familia". Los Griffin nos muestran otro “modelito” de la sagrada institución que fundamenta nuestra sociedad.


No hay nada como estar en ¿familia? Todo parece normal. Mamá y Papá en el sillón, abrazados. El hijo mayor sentado en la alfombra. La hija adolescente sentada en una silla aparte. El bebé juega con el perro. Por fin, una escena normal en televisión, a no ser porque…


Peter, el padre, es un católico obeso y alcohólico. Está casado con Louis, otra mamá aburrida, que tiene que soportar las locuras de su estúpido esposo. Su suegro, un fanático, ha maldecido la unión de su hijo con una protestante.


Chris, el hijo mayor, es un fracasado. Utiliza un pendiente en la oreja, es gordo, y su temperamento refleja una total indiferencia e ineptitud. Comparte una característica con Meg, su hermana: son unos inadaptados. Tienen pocos amigos en la escuela y sus padres los avergüenzan constantemente.


Por último, tenemos a Stewie, el bebé obsesionado con la idea de matar a su mamá. Su mejor amigo es el perro de la casa, que habla y es propenso a la bebida. Juntos, el bebé y el perro, representan el peso intelectual de la familia. Con una familia así, ¿quién va a querer casarse y tener varios hijos?


La última serie animada que analizaremos es: "South Park". Podríamos continuar con otros programas, pues la lista es tan grande como dibujos animados en televisión, pero por ahora bastan estos tres ejemplos.


 

No hay nada como estar… Quizás no se pueda hablar del concepto “familia” en una serie como esta. La protagonizan cuatro niños: Stan, Kyle, Cartman y Kenny. Los directores aprovechan para atacar a todos los estamentos, religiones y nacionalidades con un vocabulario que haría sonrojar a un pescador veracruzano.


Resultaría grotesco detallar la condición familiar de cada personaje, pero podemos dar algunas pinceladas de este cuadro modernista: un niño que vive solo y muere en todos los episodios; otro que no sabe quién es su verdadero padre, y su mamá tampoco está segura; una mamá que quiere asesinar a su hijo porque ha descubierto que su esposo acude a un club de homosexuales: otro papá que no se siente a gusto con su género y se cambia el sexo, por el de un delfín… y la lista continúa.


Los adolescentes pasan mucho tiempo viendo televisión y absorben todos los modelos que aparecen. No es de sorprender que las nuevas generaciones rehúyan de formar una familia. De nosotros depende ofrecer a las futuras generaciones modelos de familias estables. Más que hablar de series animadas, hablamos de testimonios de vida. Vencer al mal con el bien.