La desconfianza de los ciudadanos
Ladrón, ‘chorizo’, mangante, mentirosos, sinvergüenzas, hipócritas, estos son algunos de los calificativos que los ciudadanos españoles utilizan para definir a sus políticos. Los representantes públicos viven una crisis devastadora de su imagen, y los ciudadanos consideran que la mayor parte de los problemas que atraviesa la sociedad son fruto de las malas prácticas de los políticos. Probablemente, como en todas las situaciones, la generalización no es buena y habrá gran parte de políticos españoles que realizan sus funciones diligente y honradamente. Sin embargo, estos concejales y alcaldes, servidores públicos de sus municipios no son, lamentablemente, la parte más visible de la política española. Son los líderes de los partidos o los denominados barones quienes suelen acaparar noticias y artículos de prensa y sus desmanes son aireados en los medios sin que ocurra nada más que una pequeña algarabía, que resuena durante una semanas y después de apaga.
Castigos demasiado blandos
Probablemente, si las acciones de los dirigentes de los grandes partidos contra aquellos miembros que infringen las normas fueran más decisivas, los ciudadanos tendrían una mayor confianza en sus representantes, sin embargo, rara vez se escucha a un líder clamar en contra de uno de sus compañeros de partido. Lo normal es que apele a la acción de la justicia y recuerden que “todo el mundo es inocente hasta que se demuestre lo contrario”. Este corporativismo entre políticos se debe, con toda seguridad, a la trama nacional de favoritismo y enchufismos que logra elevar a los políticos a puestos de poder e influencia.
La desesperación de los ciudadanos se canaliza a través de la indignación o de la resignación, sin embargo, la legislación no se adapta para lograr castigos ejemplares a aquellos servidores públicos corruptos.
Fotografía: picsfive – Fotolia