Apenas se disimulaba el planteamiento ideológico de la subcontratación: aquello que puede hacer el estado, lo hace mejor, más deprisa y más barato el sector privado. Pero había otra perspectiva ideológica tácita: cada puesto de trabajo privatizado era un empleo que se le arrancaba de las garras a la odiada burocracia de Washington. Cada dólar externalizado era un dólar menos para los sindicatos de burócratas y uno más para los amables empresarios, los lobbys bien relacionados y los comités empresariales de acción política. En la era Bush, la idea se llevó al extremo: cada una de las grandes iniciativas nacionales -la invasión de Iraq, la reconstrucción tras el Katrina y el Departamento de Interior- se confió de manera prioritaria a empresas privadas. [...] Pero hay un dato acerca de la externalización y la subcontratación gubernamental que está más que demostrado: no sirve para ahorrar. Un periodista del Washington Post que examinó los contratos de reconstrucción tras el Katrina en 2006 descubrió que la "diferencia entre el precio real del trabajo y la tarifa cobrada a los contribuyentes oscilaba entre el 40 y el 1.700 por ciento".
Thomas Frank (2008): "Conservatives and Their Carnival of Fraud".
The Wall Street Journal