Ayer he vuelto a ver la película documental Blackfish, un perfecto ejemplo de que un documental de naturaleza puede tener tanto suspense o más que una película de Hitchcock y que además puede ser capaz de remover conciencias exponiendo unos hechos de manera rigurosa y documentada. Porque una de las diferencias entre un documental y una película "al uso", es que aunque pueda estar narrada en forma de ficción debe apoyarse en fundamentos sólidos y científicamente probados. Resumiendo, un documental no debería mentir.
La película nos cuenta la historia de un macho de orca llamado Tilikum, que fue capturado en Islandia en 1983 cuando tenía sólo dos años de edad. Se le separó de su familia y se le recluyó en el parque acuático Sealand, en una piscina de reducidas dimensiones y en unas condiciones deplorables. Allí estuvo involucrado en la muerte de una de sus entrenadoras, después de lo cual se le traslado al Seaword de Florida, el mayor parque acuático del mundo.
Allí lleva encerrado desde entonces, y allí mató a dos cuidadores mas. Durante toda la película se describe la penosa vida que viven estos animales en cautividad, separados de sus familias y condenados a vivir encarcelados en pequeñas piscinas dando vueltas sin fin y haciendo piruetas para divertir al público. Los cetáceos como las orcas son animales con una compleja estructura social, forman grupos matriarcales que pueden estar formados hasta por cuatro generaciones emparentadas por vía materna. Estos grupos son muy estables y están muy cohesionados. Asimismo, estas familias se organizan en un nivel superior formando manadas, que a su vez forman clanes compuestos de varias manadas que se comunican entre sí mediante dialectos vocales similares. En los parques acuáticos se mezclan los individuos de distintas procedencias, edades, sexos y dialectos, lo que les provoca ansiedad y estrés, y acaba sumiéndolos en un estado de depresión que les produce un irreparable daño psicológico.
Seguramente la mayoría de la gente que va a estos espectáculos ni siquiera conoce cómo es la vida de los delfines o de las orcas en libertad, y este documental sin duda ha ayudado a que mucho de ese público haya podido ver la otra cara de la moneda, la cara más negra de este espectáculo bochornoso. Y las consecuencias de este documental ya son evidentes: las acciones de Seaword han bajado un 50% desde que se estrenó la película y la afluencia de público se ha reducido considerablemente. Hoy mismo, el director ejecutivo de Seaword en Estados Unidos ha dimitido, después de admitir el importante impacto de Blackfish sobre el parque acuático de San Diego.
Pero en la película no solo se comentan los casos de Estados Unidos, también se comenta el caso del Loro Parque de Tenerife, donde la orca Keto, procedente del Seaword mató a un entrenador en febrero de 2006. Al igual que en los casos ocurridos en EEUU, la empresa intentó ocultar los hechos atribuyendo la culpa a errores de los propios cuidadores, lo que posteriormente tuvo que ser desmentido. Había mucho dinero en juego y había que minimizar el riesgo de la pérdida de visitantes y de la venta de muñecos de peluche.
Hace tres años estuve por trabajo en congreso en Tenerife y el hotel donde nos alojábamos se encontraba a menos de 200 metros del Loro Parque. Algunos de los que leéis este blog sabéis perfectamente que la orca es un animal muy especial para mi desde que era un niño, un animal al que llevo intentando ver desde hace muchos años y por el que he viajado al estrecho de Gibraltar varias veces, pero que hasta ahora se me ha resistido. Podría haber aprovechado la ocasión para acercarme a verlas, ya que incluso desde la ventana de mi habitación podía escuchar los gritos de la gente y los salpicones de las orcas al saltar en la piscina. Pero no lo hice y estoy seguro de que nunca visitaré uno de estos lugares ni nunca llevaré a mi hijo a uno de ellos. No se si algún día veré orcas, puede que si, como las vieron este año el grupo con el que bajé los últimos años, pero también puede que no las vea nunca, pero de lo que estoy seguro es que si llega ese día las veré en libertad.
Estoy convencido de que en unos pocos años estos parque acuáticos habrán pasado a la historia, y que nunca más se volverán a encerrar delfines ni orcas en piscinas para exhibirlas como payasos. Y cuando esto ocurra, sin duda el documental Blackfish habrá tenido mucho que ver.