¿Por qué es tan importante trabajar con objetivos? Porque si no sabes a dónde vas da igual el camino que tomes. Porque si no sabes lo que quieres da igual lo que hagas. Son uno de los ingredientes clave en tu trabajo: algo que permite saber por qué haces las cosas y qué quieres con cada tarea.
A lo largo de mi carrera he podido compartir proyectos y trabajo con gente muy brillante. Todos ellos compartían un rasgo común: se fijaban objetivos en el trabajo. No hablo de alcanzar grandes metas inspiradoras, de proyectos, hablo de cosas concretas que se proponían y que luego traducían en tareas.
Los objetivos inspiran tus acciones. Dan sentido a las 8 horas de trabajo (de marrones, de peleas, de reveses…). Te estimulan, te animan, te mueven a hacer. Te empujan para subir peldaños y la barra de tu esfuerzo. Hacen que saques más (mejor) de ti. Te permiten reorientarte si te pierdes o no sabes qué hacer. Y lo más importante: hacen que todo tu esfuerzo esté dirigido hacia un sitio muy concreto… tus resultados. Los resultados que te piden otros y tú te pides a ti mismo.
En pocas palabras: dan sentido a tu esfuerzo y acercan resultados.
Aunque casi todo el mundo reconoce la importancia de los objetivos en el trabajo, la verdad es que son muchos menos los que trabajan con ellos. O algo peor, caemos en un error bastante extendido: convertir la lista de tareas en mi objetivo, en lugar de convertir mis objetivos en tareas.
«Hoy tengo que terminar todo esto… como sea». Ese es nuestro “gran objetivo” para hoy; y para mañana; y para pasado: tachar cosas en una lista. ¿Eso es lo que nos va a inspirar y, sobre todo, lo que va a traer antes resultados?
Centrarse sólo en las tareas o en la lista a la larga hace que el profesional trabaje en piloto automático, caiga en la peor cara de la rutina, baje su nivel de exigencia personal, se convierta en una parte más de una cadena de montaje y después de tanto tiempo trabajando sobre raíles termine por preguntarse: «¿para qué coño hago yo todo esto?»
Para fijar objetivos no hay que hacer ningún máster. Es, como casi todo en Productividad Personal, cuestión de hábitos. Acostumbrarse a construir tu lista de tareas de “adelante hacia atrás”. Esto es, de los resultados a tus tareas.
- Identifica cuáles son los resultados que quieres conseguir (en un proyecto, en un hábito personal, en una gran tarea que lleve días…). Sé muy concreto al definir esos resultados.
- Descompón esos resultados en uno o más objetivos. Pueden ser fases, hitos, momentos, terminar algo…
- Traduce esos objetivos en tareas concretas. Cosas que irás haciendo diaria o semanalmente. Con ellas luego irás construyendo tus listas de tareas.
De primeras, todo esto puede sonar demasiado analítico. O incluso artificial. Pero es sólo de entrada. Una vez te acostumbras descubres que es la génesis de toda buena organización y planificación en el trabajo. Que es algo indispensable si quieres trabajar por algo.
Porque la diferencia de trabajar con o sin objetivos es la diferencia que hay entre trabajar por algo o trabajar en algo.