Cierto profesor de literatura en mis años escolares nos comentaba la idoneidad de realizar una pequeña ficha, como las de las bibliotecas de aquella época, a modo de recordatorio de la lectura finalizada.
"Vaya tontería, para dos libros que me pienso leer, no creo que valga la pena. Además, ya me mandan que haga un trabajo para tales lecturas"
Y tal consejo pasó al olvido, y pasaron los años y el placer por la lectura fue en aumento en la misma proporcionalidad en que disminuían las lecturas obligatorias que los diversos estadios estudiantiles me requerían.
Hasta que quede libre de los grilletes académicos y la cantidad de lecturas se disparó.
Y en este estadio me hallo, devorando lecturas a cascoporro, tanto es así que en muchas ocasiones no sé si me he leído un libro o no.
Creo recordar que dos han sido las ocasiones en las que he tomado en mis manos un libro ya leído antes y no me he dado cuento hasta una cincuentena de páginas.
Me pasó con Paul Auster creo recordar que con La noche del oráculo y más recientemente con Amsterdam de Ian McEwan. En el primer caso es disculpable pues es uno delos primeros libros de Auster que leí y no me impresionó especialmente, vamos que no me aportó nada. Pero el segundo es más incomprensible y es que lo he leído hace un año y el mes pasado lo abordé de nuevo sin recordar que ya había caído en mis garras. Y la verdad es que ahora que lo recuerdo sé que me gustó mucho y que dejó huella, más como impresión que como recuerdo por lo que veo.
Y es que leyendo leyendo habían cosas que me sonaban mucho, cosa que atribuí en un primer momento a haber leído alguna reseña o haber visto la versión cinematográfica, qué sé yo. En cualquier caso es hasta la página 50 que no tuve la certeza de haber leído la obra de McEwan, escritor que todo lo que he leido me ha gsutado.
Y es lo que tiene tener mala memoria, que se te olvidan las cosas y muchas veces sólo te quedan las sensaciones de una lectura.
Así que celebro de vez en cuanto comentaros mis hábitos literarios para, a la vez que compartirlos, tener un recordatorio de mismos y que no me vuelva a pasar tal eventualidad de nuevo.
Y es que hay libros que tienen títulos tan comunes que no recuerdas haberlos leído o no. Y más si éste que escribe tiene el hábito de no leer nunca la contraportada de la lectura a abordar
Es por ello el título y la razón, de este post.