Gracias al juego, el niño avanza en su desarrollo y también alcanza la maduración psíquica, lo que es importante para una buena salud mental. A su vez, le permite conocer el mundo exterior y controlarlo en la medida de sus posibilidades, con lo que adquiere herramientas de respuesta en situaciones dolorosas. También:
Aprende a manejar las ansiedad y el temor de abandono cuando los padres desaparecen de su escenario.
Es un recurso imprescindible para su independencia, al evolucionar hacia la socialización.
Desarrolla la imaginación y la fantasía, bases indispensables para la aplicación de la creatividad y el desarrollo cultural.
Etapas lúdicas en la vida del niño
Desde los dos meses hasta los tres el estímulo para el bebé se centra en el movimiento de manos, en los sonidos y en las miradas. Estas interrelaciones le producen satisfacciones que muestra por ejemplo, agitando las extremidades de forma descoordinada.
De los tres a los seis meses, Quienes rodean al bebé intercambian con él palabras y muestras de cariño. Se crea la complicidad con los adultos y los primeros juegos de alternancia, como ocultarse tras un objeto y aparecer de nuevo.
A partir de los seis meses, las actividades relacionadas con el juego ocupan cada vez más tiempo en la vida del bebé y aumenta su interés por la relación con los demás.
A partir de los nueve meses, el niño juega prácticamente con todo lo que encuentra. Profundiza en el conocimiento propio y el del entorno.
Consejos para un buen desarrollo lúdico
Siempre que sea posible hay que respetar las elecciones del niño en cuanto a sus juegos preferidos.
Jugar con ellos, aunque sea poco tiempo cada día, promueve una buena comunicación en etapas posteriores.
Conviene establecer algunas reglas aunque sean pocas. Si el niño percibe que el adulto también se somete a ellas, se educa en el respeto y la aceptación de las normas a la vez comprende el significado de la socialización.
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