Revista Cultura y Ocio

La importancia del marketing musical: tres grandes grupos incomprensiblemente desconocidos

Publicado el 10 febrero 2015 por La Cloaca @nohaycloacas

Publicado por Rober Cerero

Bill Gates dijo una vez que si tuviera que volver a empezar de cero, con un solo dólar de presupuesto, se gastaría 15 centavos en el producto y 85 en publicidad. Esa es la importancia que uno de los hombres más ricos y poderosos del mundo atribuye al marketing. No vamos a descubrir América narrando la importancia de la publicidad y del marketing a la hora de vender un producto, eso es de sobra conocido: ¿quién en su sano juicio (salvo Ali Verougstraete) va a una tienda y dice: ‘uy, qué batamanta tan mona, me la voy a comprar’? Sin embargo, al salir en la tele –con anuncios lamentables, por cierto- todos la conocemos.

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Doble Batamanta, por si hacer el ridículo en solitario no era suficiente

Porque así funciona el chiringuito de la vida: la calidad del producto importa, pero el tamaño (de sus campañas de marketing) aún más. El ‘chiquitita pero juguetona’ no siempre vale (¿vale alguna vez?), y el universo musical es un claro ejemplo de ello. Aquí va una historia real: hasta mi señora y santa y guapa madre ha oído hablar de One Direction, una perfecta bazofia musical convertida, a base de pasta y marketing, en un fenómeno mundial que provoca en cientos de miles de adolescentes acnéicas de todo el mundo el impulso irrefrenable de acampar una semana antes de sus conciertos en la puerta del palacio de los deportes de turno (y de perder todo el sentido del ridículo cantando sus canciones para las cámaras de las noticias de Cuatro).

Sin embargo, no todas las bandas tienen la misma suerte que los chavales de One Direction. De eso nada. Youtube está plagado de artistazos incomprendidos, desconocidos, deseosos de llevar su buena música más allá de su grupo de amigos, sus abuelas y ese tipo rarito de algún país del Asia Oriental que, vete tú a saber por qué, se ha suscrito al canal y le ha dado a ‘me gusta’ a tres de sus canciones.

Y mi intención aquí y hoy no es otra que la de darle una oportunidad a algunas de estas bandas, de estos cantantes, de llegar a un puñado más de oídos: concretamente los vuestros, los de los cuatro gatos aburridos y procrastinadores que me leéis (mucho amor para todos). No están todos los que son, pero sí son todos los que están, al menos bajo mi humilde y friki punto de vista (o de oído). Quiero aclarar que no voy a dedicarme a hablar de nuevos talentos emergentes que no han tenido tiempo para ser conocidos, no; de eso ya hablaremos en algún post más adelante. De lo que quiero hablar en esta ocasión es de gente que lleva ya años en esto de la música, haciendo grandes canciones, rasgando guitarras en forma de melodías que ponen los pelos de punta o cantando auténtica poesía y, aun así, permaneciendo injustamente en el ostracismo… Hasta hoy.

The Airborne Toxic Event: cuando pensamos en un grupo californiano, lo más probable es que se nos vengan a la mente tatuajes, tipos haciendo skate, playas y ritmos punk-rockeros. Es más que justo, porque California tradicionalmente nos ha brindado ese tipo de música, música con la que muchos crecimos: blink-182, Red Hot, The Offspring, Green Day, Bad Religion… Por eso, cuando pensamos en un grupo del Estado de Mitch Buchannon (Mich Bucanan, por si os habéis cortocircuitado) y del governor Arnold Schwarzenegger, no solemos pensar en violines, violas, contrabajos, pianos y panderetas que se entremezclan con los clásicos bajo, guitarra y batería, ¿verdad? Pues mal.

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El bueno de Mitch

Formados en 2008, The Airborne Toxic Event tienen la capacidad de fusionar las distorsiones guitarreras más indie-rockeras con la precisión y fineza de las orquestas (con varias de las cuales, de hecho, suelen colaborar; tanto en directo como en el estudio de grabación). ¿El resultado? Tres discos plagados de temazos y un cuarto que sale del horno este mismo mes de febrero. Con melodías que te calan hasta los huesos (como la humedad del río Guadalquivir un 7 de enero a las 23:45) y letras  que van más allá de amores de verano y de parar taxis, su ‘rock orquestal’ o como queráis llamarlo (yo me acabo de inventar eso de rock orquestal) es digno de ser escuchado –y disfrutado-. Os dejo aquí mis canciones favoritas de estos cinco chicos que, si bien en su país natal y en otros de habla inglesa no son del todo desconocidos, aún no han conseguido difundir su genialidad around the world:

‘All I ever Wanted’ 

‘Timeless’ 

Pero no todas sus canciones son para estar tranquilotes en el sofá, ¿eh? También hay sitio para el rock bailable, sirvan de ejemplo ‘Does This Mean You’re Moving On’ y ‘Gasoline’:

Full: hay un dicho muy español que dice que ‘nadie es poeta en su tierra’. Ese es el caso del representante español de este post. Son sevillanos, rondan (superan, pero shhh) la treintena, y llevan mucho tiempo haciendo buena música. En septiembre pudimos verles haciendo bailar a cientos de personas en el Alhambra Sound, el año pasado compartieron cartel en el festival PortAmérica con Andrés Calamaro, Nada Surf, Vetusta Morla o Iván Ferreiro… Pero en Sevilla, la localidad que les vio nacer, aún no han agotado las entradas de la gira de despedida de su primer disco, cuando sí lo han hecho en Málaga, Madrid y Granada.

Y, si alguien puede sacar a Sevilla de sus estereotipos musicales, esos son Full: con 6 años de experiencia como banda a sus espaldas (sin contar aquéllos en los que, con la formación algo alterada, tocaban bajo el nombre de ‘La Fábrica’ por los bares sevillanos), estos chicos han sudado sangre en los escenarios y han sabido no rendirse hasta conseguir el sueño de cualquier músico: llenar los conciertos. Pero, claro está, por mucho que trabajes, por muchos kilómetros en furgoneta que recorras, por muchas puertas a las que llames… El éxito no llega si no hay talento (o si no viene Universal y crea de tu grupete garrapatero una Boy Band), y a Full le sobra de ese talento.

Con melodías pegadizas y letras muy trabajadas, cuentan ya con un LP, ‘Mi Primer Atraco’, y dos EP, con los que han conseguido meter la cabeza en la senda del triunfo. Agotando entradas y tocando en cada vez más festivales, están a punto de entrar a grabar un segundo disco que puede catapultarles a los altares del ‘pop rock indie’, como ellos mismos se definen (seamos honestos, es casi imposible diferenciar hoy día el indie pop, del indie rock y del pop rock alternativo).

Hasta entonces, podemos disfrutar de canciones de tanta calidad como ‘Quiénes Somos Realmente’

o ‘Distintos’ 

Ah, y, como decía, aún quedan entradas para sus conciertos en Sevilla y Córdoba, los últimos antes de entrar en el estudio de grabación. Recomiendo enormemente a todos los del alto y bajo Guadalquivir que aprovechen esta oportunidad de verles, bailar y charlar con ellos, antes de que se conviertan en cabezas de cartel de los distintos festivales y tengamos que conformarnos con verlos desde la trigesimocuarta fila.

Rodriguez: el caso del estadounidense Sixto Rodríguez es sin duda el paradigma del artista que está muy ssssolo en esta vida. Nacido en 1942, lanzó su primer single con 25 años, y no empezó a darse a conocer por primera vez hasta el año 2012 (sí, siendo todo un abuelete ya), gracias al genial documental ‘Searching For Sugar Man’, ganador del Oscar, el BAFTA y una veintena de premios más. Y digo ‘empezó’ porque, a día de hoy, al preguntar a mis amigos, la mayoría siguen sin conocerle.

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La suya comienza siendo la típica historia peliculera de un chaval con guitarra y temas propios que toca y toca -y vuelve a tocar-, en los bares de Detroit hasta que un cazatalentos le dice: ‘killo, ven pa’ca, que vamos a grabar un disco’. El problema es que la suya continua siendo la no menos típica historia del joven músico cuyo primer –y normalmente único- álbum, por X o por Y, fracasa estrepitosamente, significando el fin de la recién empezada carrera musical de su protagonista.

Y ese fue el caso de Rodriguez, un tipo enormemente talentoso, un poeta de la música que hizo canciones que muchos consideran dignas de ser firmadas casi por el mismísimo Bob Dylan, pero que no vendió más que unos cientos de copias de sus dos discos en EEUU, por lo que fue despedido y acabó dejando la música. Una pena que sus mágicas canciones y sus versos desgarradores no llegasen absolutamente a nadie… ¿A nadie?

Error. Una chica estadounidense se llevó consigo una de esas pocas copias de Cold Fact, el primer disco de Rodriguez, a Sudáfrica, a donde fue a visitar a unos amigos. Y, cosas de la vida, esos amigos alucinaron con el disco, pasándoselo a otros amigos, que también alucinaron y se lo pasaron a los suyos, ensamblando así una cadena de alucines y pases que acabó convirtiendo a Sixto Rodríguez en uno de los cantantes más populares del país. Concretamente, gracias a sus letras y al misterio que rodeaba a su figura (aún no existía Google y las radios no sabían quién era), se convirtió en un símbolo en la lucha contra el Apartheid, siendo varias de sus canciones prohibidas en el país. Así, las copias ilegales de Cold Fact se contaban por cientos de miles y su nombre se iba convirtiendo casi en leyenda; hasta tal punto de circular una historia que aseguraba que, debido a su incomprensible poco éxito en EEUU, se suicidó en mitad de una actuación (esa historia es muy de ser leyenda, ¿no?).

Y mientras, este hijo de inmigrantes mexicanos (ya habréis adivinado que su nombre no viene precisamente de Dakota del Norte) era completamente ajeno a todo esto, trabajando en la construcción para alimentar a su familia, con la guitarra en el baúl de los recuerdos…

¿Llegó a enterarse Rodriguez de lo que sus canciones significaban para una generación entera de sudaficanos? ¿Consiguieron sus habitantes conocer algo más sobre su figura? ¿Llegó a suicidarse en un escenario? ¿Se supo cómo murió? Ah, pero… ¿murió?

Las respuestas a todas estas preguntas están en el increíblemente maravilloso –permítaseme la cursilería- documental de ‘Searching For Sugar Man’, de visión completamente obligatoria e inmediata. Es absurdo que siga relatando la historia de este genio, pues no me acercaría ni a la suela de los zapatos de la obra cinematográfica dirigida por el sueco Malik Bendjelloul.

Lo que sí puedo hacer, y de hecho voy a hacer, es enseñaros tres de los temas que ponen la BSO al documental, y que ostentan además el ¿dudoso? honor de ser mis canciones favoritas de Sixto Rodríguez: ‘I Wonder’, ‘Cause’ y ‘Crucify Your Mind’.

Y con esto, servidor se despide por esta semana, feliz si ha conseguido que al menos alguno de vosotros estéis ahora mismo en Youtube escuchando más canciones de alguno de estos tres nombres que os he dado y, por supuesto, ayudando a seguir con la cadena de alucines y pases.

Mucha música para todos.


La importancia del marketing musical: tres grandes grupos incomprensiblemente desconocidos

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