Empecé a decir "Te quiero" a mi marido, cuando empezamos a salir, éramos novios. No, no, no se lo dije antes a ningún noviete, mi marido es el hombre de mi vida (cari, te quiero :)). Pero cuando tuve a mi hijo la cosa cambió. Nos ha cambiado a todos yo creo. Me recuerdo desde muy bebé diciéndole cuánto le quería, comiéndomele a besos, abrazándole, siempre ha sido así.
Mi hijo es muy, muy, muy cariñoso. Recuerdo a una auxiliar de enfermería que estuvo con él unos días que estuvo en neonatos. Me dijo que era un niño que necesitaba ya no que le cogieran, sino mirarte, el contacto, que le tocaras. No lloraba por brazos, sino porque necesitaba una caricia. Mi hijo entonces podía tener 10 días de vida.
Conforme ha ido creciendo ha seguido así. Amor a raudales, más besos, más caricias, más abrazos. Y yo me he dado cuenta de que le digo muchísimas veces al día que le quiero. Sin más, sin ningún motivo especial, no porque haya hecho algo bueno, o porque nos despidamos, no. Nos decimos "te quiero" porque sí, y eso es precioso.
Podemos estar en la cola del supermercado y mi hijo sin más decirme: -"mamá, te quiero mucho muchísimo". La gente me mira y sonríe como diciendo "que cosas tiene este niño". Pues a mi me llena de orgullo, me encanta que mi hijo me lo diga, y desde luego no vamos a limitar nuestras muestras de afecto a nuestro hogar, a hacerlo en privado. El amor se manifiesta siempre, estés donde estés.
Es cierto que hay niños más despegadillos, menos cariñosos. Pero a todos, independientemente de nuestro carácter, nos gusta sentirnos queridos. La autoestima de un niño que se sabe querido y arropado se desarrolla y afianza a velocidad de vértigo. Y además es uno de los pilares fundamentales (desde mi punto de vista) en la formación de la personalidad.
Para mi peque es muy importante decirnos varias veces al día lo mucho que nos queremos, se lo dice a su padre, me lo dice a mi como unas 29 veces a lo largo del día, se lo dice a su tía si la ve o habla con ella por teléfono, se lo dice a sus abuelos, se lo dice hasta a su gata.
No sé si él es así sin más, o todo el envoltorio mimoso que le hemos dado ha influído. Pero lo cierto es que somos una familia muy zalamera.
Pero sí que es importante para un niño saberse y sentirse querido. Y por mi experiencia creo que es mucho más importante decirlo que pensarlo.