Se me ocurren varias razones que podrían explicar este hecho:
1- Que el autor/a haya agotado su capacidad inventiva en esas cuatrocientas páginas...
2- Que deliberadamente pretenda vender aprovechando las reminiscencias que provoca un título popular en la mente del lector.
3- Que ignore que ese título ya existe.
4- Que, obviamente, no tiene un editor que se lo cambie.
Seguramente puede haber más razones, pero me centraré en estas para no alargarnos demasiado.
El título, en teoría, debe dar idea de la historia que contamos; debe, además, resultar atractivo; tenemos que ser capaces de escoger las palabras más adecuadas, las que tengan más fuerza expresiva, las que seduzcan al lector.
Puede ocurrir que en un golpe de inspiración tengamos el título perfecto antes de escribir la novela. Puede que la empecemos sin título o con uno provisional; puede que lo cambiemos mil veces mientras la novela avanza, y en ocasiones, en ese mismo proceso, el título se nos puede revelar como si lo viéramos escrito en luces de neón.
Hay quien toma el camino fácil y le pone "Grey" o "sombras" a cualquier cosa que decide publicar. Y quien, sin mala intención, se siente atraído por una frase determinada y no se da cuenta de que si le gusta es porque le resulta familiar, y si la escribe en el buscador de Google puede descubrir que "Cumbres borrascosas" ya existe.
¿Os hubiese atraído una novela con un título tan horrendo como "Primeras impresiones"? Al editor tampoco le gustó y la rechazó de plano; años después Jane Austen se la presentó a otro editor con el título de "Orgullo y prejuicio", y ya conocéis el resto.
Y ¿qué me decís de "Trimalción en el West Egg"? Yo, desde luego, no me habría animado a leerla nunca si su editor no la hubiese rebautizado como "El gran Gatsby", título que por cierto, nunca acabó de convencer a su autor, Scott Fitzgerald.
Pues eso, queridos escritores: hagamos un último esfuerzo y pongámosle el broche de oro a nuestra obra con el título que merece :)