Elena Anaya, durante el discurso de inaguruación. Fotografías de Doc Pastor
Está anocheciendo en Valladolid y la música mariachi retumbaba en las paredes del Teatro Calderón. La gala de inauguración de la 57 edición de la Semana Internacional de Cine de Valladolid tiene aires mexicanos, colorido indio, alfombra roja, pitidos de reivindicación y cine, mucho cine de autor.
También tiene una presentadora, Ledicia Sola, que repite por quinta vez la experiencia de una gala de la Seminci en un año en el que Leo Harlem sólo pudo aparecer en vídeo, saludar y lamentar no estar allí con sus vecinos vallisoletanos.
La madrina gala también era de muy cerca de la capital castellana, de Palencia. Elena Anaya aparecía en el festival tras dieciséis años, esta vez con un Goya bajo el brazo, el que ganara recientemente con “La piel que habito”, que contó con la música de Alberto Iglesias. La actriz palentina fue la encargada de leer el discurso del director del festival, Javier Angulo.
En un año marcado por los recortes presupuestarios en cultura, el discurso de inauguración no pudo ser sino una reivindicación del cine como «un producto de consumo útil y rico», y así comenzaba a hablar Elena Anaya. Un producto que es capaz de mostrarnos la realidad, y «de hacernos reír y entretener en tiempos de desesperanza».
Porque el buen cine, como los festivales, «es un bien escaso que hay que conocer». Y porque como «hay otro tipo de público, hay festivales como Seminci», continuaba la actriz, que terminaba la carta con un consejo para todos los espectadores: «consuman cine en salas, es muy nutritivo y no suele tener contraindicaciones».
Tras la presentación de la Sección Oficial llegaba entonces el momento del cine indio, de la mano de una de sus directoras más prestigiosas, Deepa Mehta, que presentaba su largo “Midnight’s Children”. Esta era la segunda vez que la realizadora era invitada a uno de sus festivales del mundo favoritos, como ella misma reconocía, mientras que invitaba a los asistentes a no trasnochar y madrugar mañana para ver su película, aquella que un crítico definió «como Forrest Gump, pero con indios».
Después era el turno del jurado internacional. Aparecieron los seis: Jorge Fons, Imanol Uribe, Rosa María Sardá, Geoffrey Enthoven, Jaume Figuerasd y Judht Colell. Fue Fons quien habló en nombre de todos ellos para expresar sus buenas intenciones y sus ganas de elegir con cuidado los galardones del festival. Fons acababa su discurso deseando al público «fuerza en los momentos difíciles».
Ledicia Sola y Goya Toledo
Tras el jurado, tomaría el micrófono del Teatro Calderón Goya Toledo, Valeria en la película de Alejandro González Iñárritu “Amores perros”. Como no podía ser de otra forma, la actriz anunció al país invitado en la edición número 57 del festival, México, un país con una cultura cinematográfica «con capacidad de renovación», y que agradecía a Valladolid poder participar en la SEMINCI; «el cine mexicano os lleva en el corazón», leía Goya Toledo.
Punto de encuentro y Spanish Cinema fueron las secciones presentadas después, de la mano de Mabel Lozano y Paco León. Ambos presentaban películas en el festival, y ambos aseguraban que la Seminci es una oportunidad para ver y compartir un cine diferente con «una mirada nueva»; una mirada filmada, según Paco León, «por directores de verdad, y directores buenos».
El polifacético artista trae “Carmina o revienta” a Spanish Cinema, mientras que Mabel Lozano presenta “Madre” en Tiempo de Historia. Esta fue la siguiente sección protagonista de la gala, que celebra en esta edición su medio siglo de vida. Félix Cabez y Agustín Almodóvar fueron los encargados de hablar de ella. Este primero es el director de “The Labéque way”, un trabajo dedicado a las pianistas Katia y Marielle Labéque, dos habituales del auditorio Miguel Delibes, razón por la cual gran parte de la cinta ha sido rodada en la ciudad vallisoletana.
El realizador aseguraba que el documental mostraba la realidad, pero también la ficción, y que de hecho su obra descubría un país lleno de teatros, donde se pagaba por construirlos y por ir a ellos. «Parece mentira», decía Cabez, porque «hace dos años había presupuesto para estas cosas, y hoy al menos podemos enseñároslo». El director se llevaba entonces la emotiva y unánime ovación del público.
Mabel Lozano y Paco León
Los siguientes aplausos tuvieron también una protagonista con nombre propio, y es que Ángela Molina recibía entonces la Espiga de Honor de la mano de Manuel Gutiérrez Aragón y Enrique Urbizu. La actriz comparte el premio con el compositor Alberto Iglesias, que esa noche no podía acudir a la gala de inauguración. La actriz miraba el galardón y bromeaba, «precioso, pero no se come, hay que seguir trabajando».
Molina fue premiada por cuatro décadas de trayectoria, casi toda una vida: «este festival tiene mi misa edad», reconocía ella, «caminamos juntos, pero él va a ser mucho mayor que yo en el tiempo». La artista terminaba con emoción, «dejaré el cine en las mejores manos».
Hechas todas las presentaciones y entregados los premios, llegaba el momento de ver la película que daría el pistoletazo de salida al festival, “Todo es silencio”. Parte del reparto y la producción del largo aparecían en el escenario, encabezados por su director, José Luis Cuerda. El autor animaba a los espectadores a ver «una película estupenda», y elogiaba a su equipo, «ellos son inmejorables».
Cuerda no alargaría mucho más el discurso, pues aseguraba que lo esencial era que el público viese la película, y que lo importante su largometraje sólo era el primero de otras tantas proyecciones que se sucederán durante los siete días de la Seminci. «Esto no ha hecho más que empezar». Y lo que queda, es una semana de cine
Ángela Molina y la Espiga de Honor
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Dafne Calvo
Por afecto o por defecto, pero me encanta el periodismo. Sueño con un mundo dibujado sobre viñetas, donde esté prohibido comer palomitas en el cine.
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