Philip Gosse escribió un libro llamado Omphalos, donde se planteaba la pregunta siguiente:
¿Tuvo Adán, el primer hombre, ombligo?
Si Adán fue creado siendo ya adulto, no debería tenerlo, sin embargo Gosse argumentaba que Adán como representante perfecto de la humanidad debió poseer un ombligo, y esto dispara otra cuestión más importante. Si Adán tuvo ombligo, ese hecho testimonia un pasado que nunca existió.
Adán fue creado según Gosse poseyendo una marca de un pasado que no fue, pero que si hubiera existido llevaría a un Adán adulto con el ombligo correspondiente. Esta observación servía como base para otra más vital. En la época de Gosse, el siglo XIX, había evidencias provistas por James Hutton de que la Tierra no tenía cuatro mil años de antigüedad como exigía la Biblia, sino millones de años. Esta teoría no agradaba a Gosse y entonces fue que utilizó el argumento de Adán para justificar la existencia joven de la Tierra a pesar de la evidencia del orígen remoto de la misma.
Gosse afirmó que si habia signos de que la Tierra tuviera millones de años, estos estaban alli como el ombligo de Adán, testimoniando un pasado que nunca existió, pero con todas las huellas correctas de desgaste ajustados perfectamente para que dieran las fechas correctas que la ciencia encontraba.
Bertrand Russell y Jorge Luis Borges comentaron que el argumento en si es irrefutable, y Russell mismo ensayó una version más drastica de dicho argumento. Para Russell no es necesario postular que la Tierra tiene 4004 años como quiere la Biblia, y que posee huellas de millones de años, no, podemos pensar que todo el universo fue creado hace cinco minutos atrás, pero con todas la huellas ajustadas de un pasado ilusorio, nosotros mismos tendríamos todos, unos recuerdos de una niñez que nunca sucedió, novias imaginarias, tristezas fantasmas y al mismo Bertrand Russell, a Borges, y Gosse ficticios.
Esta reflexión histórica nos advierte que a veces ni con toda la evidencia del mundo de la ciencia, ni con todos los argumentos filosóficos en contra, los creyentes se convencen. Sino que apelan a todo su ingenio para justificar algo totalmente descabellado.