La increíble supervivencia de los cocodrilos del desierto

Por Ireneu @ireneuc

Cocodrilos del Desierto

Una de las imágenes que más se repiten en los documentales de la hora de la siesta es la típica en que un rebaño de ñus, en plena migración anual, se ve atacado por los cocodrilos al tener que cruzar uno de los grandes ríos de la sabana africana. Esta imagen, a parte de la dura lucha por la supervivencia en la naturaleza, nos habla también de la peligrosidad de los ríos infestados de cocodrilos y, por extensión, de la voracidad de estos descendientes de los dinosaurios. Voracidad que te hace pensar que, en según qué circunstancias, cuanto más lejos de los ríos y humedales, mejor. Es en esta circunstancia que, si usted tiene miedo de los cocodrilos, un sitio donde podrá estar bien seguro de que no le van a atacar es en pleno desierto del Sahara... aunque no lo tenga tan seguro: en esa pequeña charca en mitad del erial más absoluto, unos ojos y unos afilados dientes le pueden estar vigilando. Son los cocodrilos del desierto.

Distribución pasada y actual

Pocos sitios hay más aislados, remotos y secos que el Macizo del Hoggar (o Ahaggar). Este promontorio rocoso, ubicado en pleno corazón del desierto del Sahara, a 1.500 km al sur de Argel y a tiro de piedra del temido desierto del Teneré, destaca por que no hay nada más que piedras, arena y calor asfixiante. Pues bien, en este espacio tan "húmedo" -tiren un par de cubos de agua al suelo y eso será su lluvia anual- en una fecha tan cercana como los años 40 del siglo XX, se cazó el último cocodrilo del desierto del Uadi Imirhou. ¿Un cocodrilo en un secarral? ¿Me he vuelto loco? Pues no, no me he vuelto loco, y los cocodrilos del desierto, aunque les parezca mentira, existen.

Adulto en el guelta de El Khedia

El caso del Uadi Imirhou es un ejemplo extremo de cómo, estos animales que llevan 55 millones de años viviendo sobre la faz de la tierra y que han sido capaz de conquistar todas las zonas húmedas de los trópicos, gracias a sus excepcionales cualidades, han sido capaces también de sobrevivir -con permiso de la estulticia humana- en el centro geográfico del desierto más inclemente del mundo. Por suerte, el Oued Imirhou no era el único sitio donde vivían.

Supervivientes natos

El cocodrilo del desierto (Cocodrylus suchus) es un cocodrilo relacionado estrechamente con el cocodrilo del Nilo -y con el cual se le confunde habitualmente- que destaca por ser relativamente pequeño (unos 2,5 metros de longitud) y porque es capaz de sobrevivir en cursos de torrentes (uadis), oasis y gueltas -pequeñas charcas, algunas tan pequeñas que no llegan a los 100 m2- ubicadas a centenares de kilómetros del río más cercano. Pero... ¿cómo pueden vivir en estas circunstancias tan extremas? Evidentemente, sencillo no lo tienen.
Al ser su hábitat tan reducido y dependiente de las escasas lluvias que puedan llegar a caer, los cocodrilos del desierto se han de adaptar a este medio ambiente como buenamente pueden. Si la charca o el oasis es permanente, o por el torrente baja agua, los cocodrilos se dedican a alimentarse de la caza de pequeños animales y peces que puedan llegar a encontrar. El hecho de tener un metabolismo bajo, les ayuda a no tener unas grandes necesidades alimenticias, lo que les es propicio para la supervivencia. El problema lo tienen cuando no hay agua.

Guelta de El Khedia

En el momento que el agua desaparece, el cocodrilo del desierto, o bien se traslada a otras charcas más cercanas al estilo de los ajolotes (ver La receta de la eterna juventud del ajolote) o, lo que suele ser más habitual, que el reptil se esconda en recovecos y en el fondo de cuevas estrechas y húmedas, donde poder pasar la época de sequía. Así, resguardados, los cocodrilos del desierto entran en letargo y, aprovechando que su metabolismo les permite estar de 8 meses a un año sin comer, esperan la llegada de los buenos tiempos... si llegan, claro. Y es que, la creciente aridez del clima del Sahara durante los últimos 7.000 años, les ha hecho una soberana putada.

Adulto muerto a golpes

Efectivamente, estas poblaciones de cocodrilos, no son más que los relictos de una distribución mucho más extendida de los típicos hábitats húmedos donde habitan los cocodrilos. 
Durante la última glaciación, el clima del Sahara era mucho más húmedo y templado que el actual, lo que permitía el desarrollo de una rica vegetación con su fauna adjunta -entre ella, los cocodrilos- lo que les permitió la colonización de todos los cursos de agua del norte de África. A partir de hace 7.000 años, el fin de la glaciación comportó el fin de las condiciones globales que permitían un Sahara húmedo, haciendo que el clima pasara a ser progresivamente más árido

Su vida es durísima

Esta aridez obligó a los seres vivos que allí vivían  a adaptarse, a migrar o a morir, pero hubieron poblaciones que encontraron pequeños reductos propicios para su desarrollo en los que, con un poco de adaptación, poder subsistir a la progresiva desertización de toda la zona del Sahara. Tal fue el caso del Árbol del Teneré (ver El Árbol del Teneré, 400 kilómetros de soledad) o el que nos concierne de los cocodrilos del desierto.

Su hábitat no llega a 100m2

Estos cocodrilos de secano, que se pueden encontrar en la actualidad en Mauritania y el norte del Chad, en realidad se encontraban hasta hace poco tiempo en el centro de Argelia, Túnez, Egipto e incluso en Marruecos, de donde desaparecieron en los años 60. La intromisión humana en sus hábitats durante el último siglo -a pesar de que los tuaregs los cuidan porque piensan que mientras haya cocodrilos, habrá agua en sus oasis- ha ido acabando con ellos progresivamente hasta dejarlos reducidos a las ubicaciones actuales y en permanente peligro de desaparición.
Esperemos que la ignorancia e irresponsabilidad humanas no acaben con un animal que, a pesar de todas las dificultades habidas y por haber, ha llegado hasta nuestros días de forma sorprendente. Vale la pena que, como los antiguos egipcios, nos quitemos el sombrero ante un superviviente nato al cual, como mínimo, le debemos nuestro más sentido respeto.

Dos ejemplares adultos escondidos a 8 metros de profundidad

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