La independencia del África lusófona: una revolución traicionada

Publicado el 11 diciembre 2017 por Juan Juan Pérez Ventura @ElOrdenMundial

Hace ya más de 50 años que los países del África lusófona son independientes, pero por diversas razones no terminan de arrancar y convertirse en esos países justos y progresistas que pretendían ser tras la guerra colonial. Con muchos recursos, pero llenos de contradicciones, los Palop (Países Africanos de Lengua Oficial Portuguesa) continúan con un sinfín de problemas que ni Gobiernos ni empresas parecen querer arreglar.

Al hablar de los Palop, hablamos de un grupo de países fuertemente hermanados por su resistencia al imperio colonial portugués, pero también por el legado que este dejó en todos ellos. Cada país tiene su propia división social, y el valor y la cantidad de sus recursos económicos es muy dispar entre ellos, pero su desarrollo como naciones independientes comparte muchos rasgos característicos que hay que tener en cuenta a la hora de entender su situación actual.

Resistencia anticolonial: la guerra de independencia

La ocupación portuguesa en África duró centenares de años, pero la resistencia anticolonial no tuvo demasiada fuerza hasta finales de los 50 y principios de los 60, cuando surgieron las primeras organizaciones revolucionarias decididas a derrotar al imperio de Salazar. El PAICG (Partido Africano por la Independencia de Cabo Verde y Guinea-Bisáu) de Amílcar Cabral, el MPLA (Movimiento por la Liberación de Angola) de Agostinho Neto y el Frelimo (Frente de Liberación de Mozambique) de Eduardo Mondlane y Samora Machel consiguieron levantar un movimiento político y militar antimperialista que dio sentido a las ansias de liberación de los diferentes pueblos africanos y los dotó de fuerza y organización.

Estos partidos no querían únicamente la independencia ni eran organizaciones puramente locales; su objetivo era alcanzar la “Revolución africana”, que pasaba por eliminar cualquier forma de dominación extranjera en el continente africano e implantar un Estado socialista. Como afirmó Amílcar Cabral, secretario general del PAICG y uno de los líderes antimperialistas panafricanos más importantes, “la liberación nacional no es poner en práctica las resoluciones de la ONU, sino liberar verdaderamente las fuerzas productivas de nuestro país para ponerlas al servicio de nuestro pueblo”.

Fuente: Revista Pesquisa

De inspiración marxista-leninista, estos movimientos recibieron apoyo logístico y diplomático principalmente de la URSS y la Cuba de Castro , aunque el carácter represivo del régimen de Salazar también ayudó a la hora de legitimar su lucha frente a la comunidad internacional en general. En paralelo a los avances conseguidos por la guerrilla, hubo varios sucesos internacionales que debilitaron la imagen del Imperio portugués: la resolución de 1963 del Consejo de Seguridad de la ONU que exigía a Portugal la independencia inmediata de las colonias africanas y el recibimiento del papa Paulo VI a los líderes del PAICG, MPLA y Frelimo en la Conferencia Internacional de Apoyo a los Pueblos de las Colonias Portuguesas en Roma (1970), lo que dejó sin argumentos al ala católica de la Iglesia portuguesa, que apoyaba la guerra colonial.

Tras la Revolución de los Claveles de 1974, que terminaría con la dictadura de Salazar, solo sería cuestión de tiempo que el nuevo Gobierno portugués reconociera la independencia de las colonias. En 1975 se fueron sucediendo las declaraciones de independencia que confirmaron a los Palop como únicos dueños de su destino y sus recursos. O, al menos, eso se pensó en aquel momento.

Para ampliar: “El canto de cisne de los movimientos revolucionarios: La Revolución de los Claveles”, Marcos Ferreira en El Orden Mundial, 2015

Postindependencia: buscando la paz y el desarrollo

El proceso de consolidación como naciones independientes y progresistas no fue precisamente un camino de rosas. Los nuevos países independientes se encontraban entre los más pobres del mundo, ya que la guerra destruyó la poca industria que existía y, cuando los portugueses abandonaron las colonias, con ellos se fue la mayoría de la población formada que allí había —es decir, los portugueses mismos—. En el poder se afianzaron los partidos revolucionarios anticoloniales, que inmediatamente intentaron aplicar políticas socialistas que garantizasen un mínimo básico a su población con el que comenzar a desarrollarse, aunque pronto se vería que no todo iba a ser tan fácil ni bonito como se prometió.

A pesar de establecer regímenes unipartidarios, estos partidos contaron con una oposición feroz que venía tanto de fuera como de dentro del territorio nacional y que intentó en todo momento minar su poder y torpedear todos sus movimientos. Entre estas intromisiones se cuenta el asesinato de sus principales líderes —Cabral en 1973, Mondlane en 1969 y Samora en 1986—, golpes de Estado —Angola en 1977, Guinea-Bisáu en 1980 y 1998— y la creación de milicias paramilitares decididas a acabar con el nuevo orden socialista.

Agostinho Neto y Fidel Castro en un mural en Angola: “Lo determinante para la unidad es la ideología y no la geografía”. Fuente: Zero Anthropology

Esto provocó que varios de los Palop se vieran envueltos en guerras civiles; las más sangrientas serían las de Angola (1975-2002), con medio millón de muertos, y Mozambique (1977-1992), con un millón de muertos. En ambas guerras estuvieron involucrados los dos bloques enfrentados en aquel momento en la Guerra Fría: el bloque soviético, liderado por la URSS, y el capitalista, liderado por EE. UU.

La guerra angolana fue entre los dos principales movimientos anticoloniales: el socialista MPLA, apoyado por el bloque soviético, y la anticomunista Unita (Unión Nacional por la Independencia Total de Angola), apoyada por EE. UU. y Sudáfrica, que intentaba evitar la propagación revolucionaria a sus fronteras. En Mozambique, la confrontación fue entre el Frelimo y Renamo (Resistencia Nacional Mozambiqueña), una milicia apoyada por los Gobiernos racistas de Sudáfrica, Rodesia —actual Zimbabue— y antiguos colonos portugueses.

Para ampliar: “Bandidos, pobres y soldados. La colonización portuguesa de Angola”, Adrián Albiac en El Orden Mundial, 2016

En la década de los 90 se desintegraría el bloque soviético, principal apoyo externo del MPLA y del Frelimo, y cambiaría radicalmente la política sudafricana gracias a su nuevo presidente, Nelson Mandela, que retiraría sus apoyos a Unita y Renamo, por lo que las guerras perderían intensidad hasta acabar firmando sendos tratados de paz, aunque en Angola no sería hasta 2002 cuando el conflicto terminase definitivamente. Una vez conseguida la paz y con las Naciones Unidas en el terreno, se celebrarían las primeras elecciones democráticas de la Historia de estos países, en las que resultarían ganadores el MPLA y Frelimo y reconocidos por sus adversarios. Una vuelta a empezar para ambos partidos, que tomaban el poder en una situación económica y social aún más complicada que antes.

La deriva ideológica

Una vez superadas las guerras civiles, los Palop entraron al siglo XXI gobernados por los mismos partidos que proclamaron la independencia en el 75. En Cabo Verde surgiría una escisión del PAICG, el PAICV (Partido Africano por la Independencia de Cabo Verde), debido al golpe de Estado que ocurrió en Guinea-Bisáu en 1980. Alternaría el poder con el liberal Movimiento por la Democracia, pero el resto de partidos permanecerían iguales.

Sin embargo, aunque tenían las mismas siglas y portaban las mismas banderas que 25 años antes, no se puede decir que estos partidos fueran los mismos. Posiblemente causada por la pérdida de sus referentes intelectuales y por la voluntad de conciliar todos los bandos enfrentados de cada país, estos partidos experimentaron una deriva ideológica que los llevó a alejarse del socialismo para abrazar el capitalismo y la socialdemocracia. Tanto el MPLA y Frelimo como el renombrado PAICV abandonaron toda pretensión de nacionalizar los principales recursos y servicios del país y abrieron los brazos a las inversiones extranjeras, que progresivamente fueron (re)adueñándose de ellos.

Los nuevos líderes de estos partidos aprovecharon el apoyo conseguido durante la guerra de independencia y el hastío de la población, cansada de la violencia y la miseria continuas, para ganarse su confianza y sus votos y comenzar a aplicar unas políticas liberales que no eran lo que prometieron, pero que fueron recibidas con entusiasmo por el mercado mundial y que auguraban desarrollo y riqueza a partes iguales.

Las inversiones extranjeras en los Palop

El petróleo y el gas natural en Angola

Quizás el ejemplo más significativo de todo este proceso lo encontramos en Angola, más concretamente en su capital, Luanda. Luanda pasó de ser una ciudad devastada por la guerra a convertirse en apenas 14 años en la ciudad más cara del mundo, por encima de grandes metrópolis como Londres, Hong Kong o Nueva York. Esta ciudad de rascacielos dispone de uno de los mayores puertos de África, del que salen muchos de los productos extraídos en Angola y los países cercanos, además de varias refinerías de petróleo que trabajan el crudo extraído en el país. Junto al gas natural, el petróleo es el principal recurso económico de Angola y la razón por la que hay tantas miras e intereses puestos en el país costero.

Compañías de petróleo en Angola. Fuente: Sonangol

La encargada de adjudicar y organizar las explotaciones petrolíferas en el país es la empresa estatal Sonangol, dependiente del Estado y, por ende, del MPLA. En Angola están ya presentes la mayoría de las principales compañías petrolíferas del mundo, algunas de ellas con unos activos similares al propio PIB angolano, como es el caso de Chevron Texaco, presente en Angola desde 1930 y prácticamente inmune a sus guerras y cambios de Gobierno.

El petróleo representa la mayor fuente de ingresos del país y el 98% de las exportaciones totales, pero solo el 0,5% de la fuerza de trabajo angolana está empleada en este sector. Por lo tanto, el encargado de que toda esta riqueza llegue a la población no es otro que el Estado, vía Sonangol. Sin embargo, la gestión de Sonangol por parte del MPLA dista mucho de ser la mejor; como muestra está la denuncia que Human Rights Watch realizó en 2011 en relación a 32.000 millones de dólares —un cuarto del PIB total del país— de propiedad pública cuyo rastro desapareció entre 2007 y 2010.  

Este dinero podría ayudar mucho al 70% de la población que vive con menos de dos euros al día, o a las ciudades que se quedan sin luz por la noche mientras se extrae el petróleo a pocos kilómetros, como es el caso de la norteña Soyo. Mientras tanto, compañías como BP basan en Angola los últimos crecimientos financieros que han experimentado y planean continuar expandiendo sus operaciones petrolíferas y de gas natural durante los próximos años.

La minería en Mozambique

Las inversiones extranjeras en Mozambique suponen aproximadamente el 70% del total de inversiones del país y la mayoría se centran en la minería y en la construcción. La minería en Mozambique es una de la más potentes de toda África, tanto por su variedad de productos como por la cantidad. Solo el carbón mineral y el aluminio suponen más de la mitad de la exportaciones totales en Mozambique, y eso teniendo en cuenta que la mayoría de proyectos están aún en fase de observación. Además, Mozambique cuenta con importantes reservas de minerales estratégicos, como uranio, níquel o cinc, y de minerales preciosos como rubíes —el mayor yacimiento del mundo—, diamantes, oro y plata.

Explotaciones mineras en Mozambique. Fuente: Ministerio de Recursos Minerales y Energía de Mozambique

Sin embargo, choca comprobar que las principales provincias mineras, al oeste y norte del país, son también las más pobres. La propiedad de estas explotaciones, autorizadas por el Ministerio de Recursos Minerales y Energía —bajo gestión del Frelimo—, está en manos de conglomerados con una ínfima participación mozambiqueña; la mayor parte de las compañías son de origen estadounidense, chino, japonés o surcoreano. Una de las consecuencias es la aparición de múltiples explotaciones ilegales con las que la población local intenta ser partícipe de la riqueza de su tierra, pero que en muchos casos acaba en trágicos accidentes causados por derrumbamientos de tierra y falta de medidas de seguridad básicas.

Para ampliar: “Mozambique, presa de su guerra detenida”, Blas Moreno en El Orden Mundial, 2016

La pesca en Cabo Verde

Cabo Verde es un pequeño archipiélago de diez islas que forma parte de la Macaronesia —junto con las islas Canarias, Madeira y las Azores— y que tiene aproximadamente un millón y medio de habitantes, de los cuales más de un millón han emigrado fuera. No dispone de grandes recursos económicos más allá del turismo y la pesca, que es la actividad principal del país y el medio de subsistencia más común de sus habitantes. La riqueza pesquera de sus aguas ha atraído siempre a las flotas pesqueras europeas, principalmente españolas y portuguesas, que no quisieron ver afectado su negocio tras la independencia de 1975. Por ello, los respectivos Gobiernos, tanto nacionales primero como a través de la UE después, han ido firmando diferentes tratados de pesca a lo largo de las últimas décadas que permitían a las flotas europeas faenar sin preocupaciones.

El problema está cuando echamos un ojo a las cantidades pactadas o a la capacidad pesquera de la flota europea frente a la caboverdiana. En el último tratado acordado por el PAICV en 2014, la UE quedó obligada a pagar 550.000 euros anuales a Cabo Verde, más 55 euros por tonelada, a cambio de que 74 navíos puedan pescar todo el año sin restricciones, una cantidad ridícula comparada con las ganancias de las compañías que operan en la zona. Un ejemplo es la española Calvo, principal exportadora del país —10,5 toneladas al año—, que factura más de 500 millones de euros al año. Esta empresa captura más del doble que todos los pescadores artesanales caboverdianos juntos, que protestan porque cada vez tienen que salir más lejos para encontrar peces, algo peligroso teniendo en cuenta el carácter precario de sus embarcaciones.

El papel de China

Más allá de la tradicional presencia europea, hay un país que ha irrumpido con mucha fuerza en la escena de los Palop: China. Principal importador de petróleo en Angola o de minería en Mozambique, donde más se ha notado su presencia es en la construcción de infraestructuras, que utiliza como moneda de cambio para favorecer su acceso a los preciados recursos naturales. Desde el palacio de gobierno de Cabo Verde —cuya puerta principal tiene la información en chino antes que en portugués— hasta el nuevo puente que unirá Maputo con la isla de Katembe, pasando por megacomplejos hoteleros destinados al turismo chino, las empresas chinas han conseguido la gran mayoría de las adjudicaciones para las obras más importantes en los Palop. Y no se queda ahí: en cualquier Palop ya no es extraño ver un ultramarinos chino, tiendas de alimentación y productos variados en las que el dependiente —chino— puede comunicarse en la lengua local —criollo en Cabo Verde y changana en Mozambigue—.

Fuente: Cartografía EOM

Aprovechando el vacío que han dejado países como Portugal y España, especialmente afectados por la crisis económica mundial y con sus propios problemas por atender, China se ha erigido como el principal socio económico de los Palop y está cada vez más integrada en su cultura.

Un potencial sin desarrollar

Como referentes de la lucha anticolonial y con un pasado con raíces fuertemente asentadas en las clases más oprimidas de los Palop, el MPLA, Frelimo y PAICG/PAICV contaban con una legitimidad prácticamente inagotable que solo se ha ido mermando recientemente y que ha sido aprovechada por sus nuevos —y corruptos— líderes para aplicar unas políticas que poco se parecen a las políticas sociales que se prometieron en su momento.

Los beneficios millonarios derivados de la explotación de sus recursos no han hecho progresar a estos países; no han desarrollado ninguna industria que dé valor añadido a sus productos y su economía sigue siendo de carácter primario. Mientras tanto, multitud de compañías extranjeras han aprovechado este inmovilismo para afianzar y expandir sus negocios y aumentar unas ganancias alejadas de la situación de pobreza y necesidad de la población afrolusófona, que desgraciadamente sigue igual que cuando estos partidos, sus supuestos salvadores, empezaron a gobernar. Su revolución se ha quedado estancada en ninguna parte y de su devenir dependerá el futuro de los países del África lusófona.