La india: viaje al encuentro de la vida pura

Por Jediloy @jediloy
Rabindranath Tagore lo definió como “una lágrima en la mejilla del tiempo”; para Rudyard Kipling, el célebre autor del Libro de la Selva, el Taj Mahal “parece la encarnación de todas las cosas puras, de todas las cosas santas y de todas las cosas infelices”.
Dicen los viajeros y los cronistas que todo eso se siente cuando se tiene delante el Taj Mahal, una de las siete Maravillas del mundo moderno, y probablemente el monumento más bello jamás construido.
Esta Semana Santa me llevará a la India milenaria y, por fin estaré, en el Taj Mahal, obra cumbre de la arquitectura mogol, en Agra, al norte de la geografía hindú.
El sábado pisaré Nueva Delhi con ese placer que provocan los viajes a los parajes más recónditos del mundo.
El Taj Mahal (Palacio de Corona), pronunciado /tazh majál/ /tɑʒ mə'hɑl/), es un complejo de edificios construido entre 1631 y 1654 en la ciudad de Agra, estado de Uttar Pradesh, a orillas del río Yamuna, por iniciativa del emperador Shah Jahan, en memoria de su esposa Muntaz Mahal.
La historia recoge que Jahan, roto de dolor después de la muerte de su esposa, decidió honrarla erigiendo un cenotafio o mausoleo que pudiera representar físicamente el amor infinito que le profesaba. Y ese fue el Taj Mahal.
El sueño nacido de la desazón producido por el adiós de una esposa, en 1633, se tornó en poema, aquel poema en una idea, aquella idea en un plano y aquel plano en un trabajo irrepetible que duró más de veinte años y que contó con más de veinte mil artistas, artesanos y obreros venidos de todo el mundo.
Aquel paraíso de mármol donde descansa junto a ella les ha llevado a formar parte de algo que muy pocos logran, la Inmortalidad.
El Taj Mahal es indiscutiblemente uno de los lugares más visitados de la India, y ciertamente es muy difícil prescindir de él si se está en India, sobre todo si es la primera vez.
Y por primera vez el sábado estaré en la India, ese viaje por cualquiera deseado a la inmensidad de su paradisiaca geografía que llena un pedazo del Asia del Sur.
El séptimo país más extenso y el segundo más poblado del mundo es una vida de contrastes que espero corroborar en este gran viaje del que espero regresar.
Allí estaré hasta entrado abril en un mundo de maravillas y tristezas que se entrelazan entre Nueva Delhi, Bombay y toda la inmensidad de la tierra hindú, rodeada de mares y océanos y en la cercanía de estados como Pakistán, China, Nepal, Bután , Bangladés y Birmania.
Hogar de la cultura del valle del Indo y una región histórica por sus rutas comerciales y grandes imperios, el subcontinente indio fue identificado por su riqueza cultural y comercial en la mayor parte de su larga historia. Os prometo comprobarlo, y contarlo, con el poder de la inmediatez.