Los Ensayos Históricos de Encarta reflejan el conocimiento y la visión de destacados historiadores. En este ensayo, Edward J. Davies II, de la Universidad de Utah, analiza los cambios ocurridos en la guerra y en la política tras la aplicación de la tecnología industrial al desarrollo armamentístico.La industria armamentística desde 1850 hasta 1914Por Edward J. Davies IIEn el otoño de 1854, las tropas francesas y británicas se enfrentaron con la infantería rusa en Crimea. Armados con sus nuevos rifles de ánima rayada, los invasores dispararon devastadoras descargas contra los rusos, que luchaban con anticuados mosquetes de ánima lisa encuadrados en formaciones tradicionales desde la época de Napoleón. Una década después, en Estados Unidos, el presidente Abraham Lincoln ordenó a 25.000 hombres de las tropas del Potomac que subieran a los trenes que les transportarían a Chattanooga, en Tennessee, para ayudar a las copadas tropas nordistas. Mientras tanto, Lincoln comunicaba a Ulysses S. Grant, que se encontraba a miles de millas al oeste, sus planes para romper las líneas confederadas cerca de Chattanooga. Para enviar esta información, Lincoln utilizó un telégrafo. Estos acontecimientos, aparentemente sin relación, anunciaban el comienzo de una revolución tecnológica en el arte de la guerra que transformaría ejércitos, naciones-estados, y más tarde al mundo.La industrialización transformó radicalmente la guerra en Europa y Occidente desde mediados del siglo XIX. Las armas, los transportes y las comunicaciones adoptaron nuevas formas a medida que la tecnología industrial aumentaba la potencia de fuego y la variedad de las armas, así como la velocidad y capacidad del transporte de tropas, material de guerra e información. Los europeos y los americanos utilizaron estas tecnologías para organizar y equipar ejércitos de masas compuestos por ciudadanos corrientes más que por soldados profesionales. En mayor medida que antes, la guerra implicó a naciones enteras. Los europeos usaron esta tecnología militar para extenderse más allá de sus fronteras, hacia el interior de África y Asia, conquistando a la mayoría de los pueblos de aquellos continentes. Los avances de la medicina occidental permitió a los europeos sobrevivir en aquellos duros climas y a las enfermedades que encontraron en aquellas regiones y, de tal modo, mantener una presencia sostenida. No obstante, los europeos se encontrarían con una feroz resistencia en ambos continentes, a veces equipada a su vez con armamento industrial. El coste de la guerra y del imperialismo sería alto, en vidas y en material.Industrialización y guerraLas innovaciones tecnológicas de la industrialización ampliaron los campos de batalla y los ejércitos desde mediados del siglo XIX en adelante. Los cambios más importantes sucedieron pronto y en las áreas del transporte y las comunicaciones. Los ferrocarriles aparecieron en Gran Bretaña y se extendieron rápidamente al continente europeo y a Norteamérica. Los mandos militares apreciaron las ventajas de aquellos “caballos de hierro” que podían transportar tropas y armamento a grandes distancias en relativamente poco tiempo. De repente, la guerra, confinada antaño a un escenario de unas pocas decenas de km, se expandía ahora a centenares o miles.Las grandes distancias entre los teatros de operaciones fueron salvadas mediante el telégrafo. Inventado por el estadounidense Samuel Morse, el telégrafo permitía a los generales enviar información casi instantáneamente a través de espacios tan grandes como los cubiertos por los ferrocarriles. Los comandantes permanecían en contacto a diario con ejércitos muy dispersos. Las distancias eran cada vez un obstáculo menor para la planificación y ejecución militares.Finalmente, la industrialización creó una nueva gama de armas letales. Empresarios europeos y estadounidenses produjeron una serie de artefactos que iban desde los fusiles de ánima rayada del periodo transcurrido entre 1850 y 1870 hasta los rifles de retrocarga y las ametralladoras de 1880. Nuevas mejoras aumentaron la potencia de tales armas. La pólvora sin humo, por ejemplo, aumentó la velocidad del proyectil en el cañón y mejoró su balística en general. La nueva industria siderúrgica de los años 1860 y 1870 produjo piezas de artillería más grandes con mayor potencia y durabilidad. Los industriales produjeron cañones más fuertes y eficaces, simplificaron los mecanismos de alimentación y desarrollaron proyectiles de alto explosivo. Hacia 1890 la invención del mecanismo de retroceso aumentó la cadencia de tiro, sin reparar en el calibre de la pieza. Estas innovaciones y otras por el estilo convirtieron a los campos de batalla en lugares mucho más mortíferos y aumentó espectacularmente la capacidad de herir o matar a miles de hombres en un pequeño lapso de tiempo.La demanda de estas nuevas armas era considerable pero los fabricantes se las arreglaron para satisfacerla. Con sus amplias plantillas de científicos e ingenieros, Krupp en Alemania, Carnegie Steel en Estados Unidos y muchas otras grandes compañías produjeron grandes cantidades de armamento nuevo y mejorado en plazos muy ajustados. A finales del siglo XIX, el tamaño y la flexibilidad de la capacidad industrial de un país era un indicador fiable de su potencial militar.Nuevas doctrinas militares en OccidenteLa Guerra Civil estadounidense (1861-1865) fue una de las primeras guerras industriales. Tanto los estados del norte como los del sur equiparon grandes ejércitos que lucharon en frentes de más de 1.000 km de longitud. Ambos bandos necesitaban modernos medios de transporte y comunicaciones para manejar tales fuerzas. Los nordistas utilizaron su enorme capacidad industrial, mucho mayor que la economía algodonera sudista, para producir el equipo militar que sustentaba a su gran ejército, que superó el millón de hombres en 1864.Para ganar la guerra, el comandante en jefe Ulysses S. Grant se dio cuenta de que la Unión debía hundir la moral y destruir la economía de la Confederación Sudista, para romper su resistencia a los ejércitos nordistas. Planeó rendir a las tropas sudistas en el frente oriental mediante combates incesantes, confiando en que los mayores recursos del norte acabarían prevaleciendo. Para terminar el trabajo de someter la resistencia sudista, el general de la Unión William Sherman lanzó una ataque masivo de sus fuerzas contra Georgia y Carolina del Sur con la intención de devastar ambos estados y sus economías. Esta ofensiva y otras similares consiguieron de hecho sus objetivos. Grant había hecho uso de las herramientas de la guerra moderna para vencer, incluyendo ferrocarriles y telégrafos.En Europa durante aquellos años, el Ejército prusiano usaba los mismos métodos para someter a los otros estados alemanes, entonces bajo la égida del Imperio Austríaco. Desde 1840, consciente de lo vulnerable que le hacían sus extensas fronteras, Prusia había construido una densa red ferroviaria diseñada para transportar tropas rápidamente de una zona amenazada a otra. Además había organizado un estado mayor muy eficaz compuesto por oficiales duchos en el arte y la historia de la guerra. Aquellos hombres demostraron una soberbia capacidad organizativa, especialmente en la planificación y ejecución de campañas militares. Bajo la dirección del brillante Helmut von Moltke, el Estado Mayor prusiano adquirió un carácter profesional e innovador sin comparación en Europa.Comprendiendo las necesidades de la moderna guerra industrial, Von Moltke descentralizó la cadena de mando para proporcionar a sus oficiales la flexibilidad suficiente como para que alcanzaran sus objetivos. A nivel táctico, la compañía y el pelotón se convirtieron en las unidades básicas de maniobra porque eran las que podían explotar mejor las oportunidades que se dan en un campo de batalla dominada por las armas de fuego de tiro rápido. Von Moltke pensaba que las formaciones pequeñas permitían a los oficiales de menor rango hacer uso de todos y cada uno de los rifles a su disposición en el combate y así maximizar la potencia del ejército. La principal arma de la infantería era el nuevo rifle Dreyse, un fusil de aguja y retrocarga, que permitía al soldado prusiano moverse rápidamente por el campo de batalla mientras disparaba con una cadencia muy superior a la de los antiguos mosquetes. En el plano estratégico, Moltke continuó presionando al estado para que construyese más ferrocarriles y telégrafos que permitían la movilidad y rapidez necesaria para la victoria.Los prusianos además establecieron el servicio militar obligatorio. Esto alimentó el patriotismo, entendido en términos de defensa de la patria contra los enemigos. El servicio militar incluía un tiempo en la reserva y permitía a los prusianos exprimir al máximo el potencial militar de la población. Para asegurar los reemplazos de personal instruido, el estado obligaba a cada ciudadano a servir tres años en el ejército regular, cuatro en la reserva y cinco en el Landwehr, o guardia territorial. Ninguna potencia europea podía recurrir a su potencial humano hasta el extremo de los prusianos.Los austriacos, que eran los principales oponentes militares de los prusianos, tenían una concepción bélica parecida a la de sus abuelos. Tácticamente, empleaban la maniobra por columnas, los choques frontales y las cargas de caballería. Estratégicamente, confiaban en las fortalezas y en las rígidas líneas de comunicación. Los austriacos no tenían ni un estado mayor ni planes generales de movilización. No hay que decir que cuando prusianos y austriacos lucharon por la hegemonía entre los estados alemanes, las ventajas de los prusianos fueron decisivas.En un principio el mundo asistió asombrado a las espectaculares victorias prusianas sobre los poderosos austriacos en la década de 1860 y sobre los franceses diez años después. Más tarde llegaron las imitaciones. Los ejércitos que se habían inspirado en las escuelas, militares, las tácticas y la estrategia francesa, se pasaron al modelo prusiano. Incluso se adoptó el estilo de los uniformes prusianos en todo Occidente. Los militares profesionales leyeron ávidamente los escritos del teórico militar prusiano Carl von Clausewitz, del que tanto había aprendido Von Moltke. La guerra había tomado un nuevo camino que pasaba por la conscripción, el acero y la tecnología.Medicina, tecnología y la expansión de las potencias europeasLos instrumentos bélicos permitieron a los occidentales extenderse más allá de sus fronteras, hacia regiones dominadas en tiempos por potencias asiáticas y africanas. La nueva tecnología de la guerra industrial proporcionó los medios clave para alcanzar este objetivo. Pero además a los europeos les ayudó mucho el gran avance de la medicina. Durante siglos, las enfermedades habían disuadido a los europeos de establecerse permanentemente en Asia o África. La malaria, la fiebre amarilla, las fiebres tifoideas, el cólera y otras enfermedades diezmaban regularmente a las tropas occidentales.Avances como la compresión de la histología de los gérmenes ayudaron a los europeos a sobrevivir en los trópicos. Descubrimientos como el exterminio de los nidos de mosquitos para evitar la malaria, se transmitieron a través de la comunidad médica. Contra la enfermedad más mortífera, la malaria, los occidentales habían usado quinina desde el siglo XVI. Mejoraron la técnica hacia 1800. En 1890 los occidentales sabían como depurar el agua, limpiar las cloacas y exterminar a la letal bacteria causante. Los trópicos comenzaron a ser un escenario bastante menos amenazador. Ya no sucumbirían ejércitos enteros ante las enfermedades.Una vez que aprendieron a soportar el clima, los europeos utilizaron cañoneras poderosamente armadas para viajar hacia el interior de los continentes usando las vías fluviales. Fabricados primero en hierro, luego en acero, los barcos de vapor resistían mejor el clima que los de madera, que solían pudrirse. Armados con cañones de acero y obuses de alto poder explosivo, las cañoneras demostraron ser mucho más letales que sus predecesores. Productos industriales modernos como los cartuchos de latón se diseñaron para ser almacenados fácilmente en los nuevos barcos de metal y para resistir mejor al desgaste.Estos avances facilitaron la expansión de las potencias europeas por el trópico. Hacia 1900, los europeos dominaba casi toda África y buena parte de Asia. Sin embargo, incluso con su superioridad industrial, la tarea no fue sencilla. Los africanos se resistieron ferozmente a perder su independencia. A menudo la resistencia de los africanos dependió de armas europeas y estratagemas ingeniosas.Resistencia al imperialismo europeoLos británicos combatieron con los ashantis de la Costa de Oro durante veinte años antes de conquistarlos en 1896. Los ashantis habían sido socios de los europeos en el comercio de esclavos africanos. A finales del siglo XIX habían construido un formidable Estado, estaban equipados con armas europeas (aunque de peor calidad) y eran capaces de plantar cara a los británicos. Rechazados en la década de 1860, los británicos volvieron en 1873, al mando de lord Wolseley, cuya campaña contra los ashantis es un modelo de planificación militar. No llevó consigo más que a unos miles de soldados para simplificar los problemas logísticos y construyó carreteras para facilitar el aprovisionamiento. A lo largo de estas rutas, plantó fuertes para auxiliar a sus tropas y mantener la presencia británica. Se aseguró de que había suficientes bestias de carga y de que sus tropas tuvieran suficiente comida enlatada, quinina y agua potable. Cuando se enfrentó finalmente con los ashantis tenía gran cantidad de fusiles de retrocarga Snider, piezas de artillería de siete libras y las nuevas ametralladoras americanas Gatling. Los peor equipados ashantis dependían de mosquetones europeos de peor calidad. Sin embargo, la victoria de Wolseley sirvió de poco, porque les llevaría otros veinte años a los británicos someter a los poderosos ashantis.En su lucha contra los europeos, los estados africanos como el de los ashantis tenían desventajas culturales que debilitaban su habilidad técnica y organizativa. La sociedad ashanti estaba organizada siguiendo unas premisas muy diferentes de las europeas, que se reflejaban en sus ejércitos. Por ejemplo, los caudillos disponían a sus tropas en el campo de batalla en una formación de arco. En este arco, la posición venía dada por la relación jerárquica entre el jefe local y el gobernante supremo. Para organizarse de otra forma, los ashantis habrían tenido que sufrir una revolución cultural. Los ejércitos ashantis estaban preparados para pequeñas expediciones de captura de esclavos o para breves campañas contra enemigos más poderosos. Una vez que un vecino rival se rendía, se convertía en parte del reino de los ashantis, una práctica habitual en África occidental. Los ashantis no podían imaginar una guerra de la duración, escala, y nivel de violencia que desatarían los europeos en su determinación por someterlos definitivamente.En algunos casos, los que resistían intentaron emular los descubrimientos europeos. El líder militar africano Samory Touré resistió durante 18 años a los franceses en la región del Senegal-Níger, en África occidental, desde 1880. Se dio cuenta de la superioridad europea y trató de neutralizarla. Desde un principio adquirió fusiles europeos que le dieron el liderazgo indiscutible entre los distintos caudillos de la zona. Siempre atento a las oportunidades, compró rifles chassepot franceses a mediado de la década de 1880, y los fusiles repetidores Gras (francés) y Mauser (alemán) en la de 1890. De hecho, en 1898 tenía 4.000 repetidores en su arsenal incluso trató de desarrollar una industria armamentística local, pero los herreros no tenían recursos para manufacturar armas similares a las fabricadas en los centros industriales europeos. Al final las ventajas de Francia resultaron decisivas y Samory Touré, capturado por los franceses, paso sus últimos días en Gabón, otra de las colonias francesas.Hubo una vez en que los europeos no pudieron ni sacar ventaja de su armamento ni vencer a sus enemigos. El Estado etíope resistió un intento de conquista por parte de los italianos a finales de la década de 1890. Igual que Samory Touré, los etíopes se dieron cuenta de las ventajas del armamento industrial y compraron los rifles más modernos para equipar sus ejércitos. Compraron ametralladoras Hotckiss, inventadas por el barón austriaco Adolf von Odkolek y adquiridas por la Armada de Estados Unidos en 1897. Y dieron un paso más abandonado su tradicional formación en falange, que como el arco de los ashantis, reflejaba su organización social. En su lugar, adoptaron la formación dispersa que inventaron los prusianos para amoldarse a la potencia de fuego de las nuevas armas.Cuando los italianos comenzaron su guerra de conquista en 1896, los etíopes ya estaban adaptados al modelo de combate europeo y familiarizados con su armamento. Además confiaron la preparación de su ejército a agregados militares británicos. Además recibieron 100.000 fusiles y dos toneladas de municiones del gobernador francés de la vecina Somalia, que temía una victoria italiana. No obstante, los etíopes carecían del aparato logístico de los ejércitos europeos y se enfrentaron a la escasez de pertrechos bélicos cuando los generales italianos, presionados por los dirigentes políticos en Roma, lanzaron un ataque prematuro contra el Ejército etíope. Incluso entonces fue una decisión fatal para los italianos, ya que las tropas etíopes, bien mandadas y excelentemente armadas, derrotaron al Ejército italiano.Los europeos encontraron también una resistencia inesperada en el Sureste asiático y en Extremo Oriente. En China, la Marina británica fue derrotada en 1859 en la boca del río Peiho, donde la artillería china, protegida por fortificaciones, dañó gravemente a los buques de guerra británicos. Los chinos frustraron también un desembarco británico en 1857, que tenía el objetivo de tomar Cantón, en la costa meridional china. En Vietnam, los franceses se encontraron con una seria oposición. Para vencerla, reunieron un gran ejército y gastaron considerables recursos entre 1882 y 1896.Probablemente el adversario más duro que se encontraron las potencias imperialistas fueron los boérs surafricanos, descendientes de los primeros colonos neerlandeses. Obligados a abandonar su territorio original, que era una colonia desde el siglo XVI, los bóers establecieron dos repúblicas independientes. La riqueza mineral de estas regiones (especialmente sus reservas auríferas), obligaba a los británicos a apoderarse de esas repúblicas. Los bóers, anticipándose, efectuaron un ataque preventivo contra las posiciones británicas en 1899. Estaban provistos de pólvora sin humo, fusiles de aguja y ametralladores. Luchaban siguiendo una táctica de escurridizas columnas móviles.Las primeras victorias bóers obligaron a los británicos a recurrir a los recursos de otras partes de su imperio y a desarrollar nuevas tácticas y estrategias. Sin embargo, una vez que aparentemente derrotaron a los bóers, se encontraron con que quienes no se resignaban a rendirse formaron unidades guerrilleras que preludiaban una larga lucha. Bajo el mando de Horatio Herbert Kitchener, los británicos construyeron blocaos en territorio enemigo para defender las líneas de abastecimiento y las comunicaciones. Kitchener, una figura carismática en la historia militar británica, internó a los civiles bóers, en su mayoría mujeres y niños, en campos de concentración, donde permanecieron como rehenes mientras los hombres combatían. Murieron a millares por los malos tratos a los que fueron sometidos por los británicos. Esto y el alto precio de la victoria levantaron grandes protestas en Gran Bretaña. No obstante, la estrategia funcionó y las repúblicas bóers terminaron formando parte de la colonia británica de Suráfrica.De entre las naciones no occidentales, sólo Japón consiguió adoptar satisfactoriamente la estrategia industrial occidental. A finales de la década de 1860 los japoneses abandonaron su época feudal y adoptaron la industrialización y otros aspectos de la vida moderna. Inmediatamente después enviaron misiones a Europa y Estados Unidos para estudiar sus instituciones y sus sistemas militares. Los japoneses modificaron lo que habían aprendido allí para adaptarlo a la cultura japonesa. De una sociedad defendida por los samurais a mediados de siglo, Japón llegó a la década de 1890 dotado de un Ejército moderno, un Estado Mayor, un servicio militar obligatorio y un sistema de reservistas calcados del prusiano. Para financiar estas innovaciones, Japón se industrializó sin desmayo. Para 1900 poseía una economía moderna. Japón construyó una de las mejores flotas del mundo, puso en pie de guerra un ejército sin rival en Asia y comenzó a construir un imperio ultramarino conquistando islas y archipiélagos cercanos. En 1904 Japón entró en guerra con Rusia por el control de la península de Corea. Para asombro de los observadores rusos y occidentales, las fuerzas japonesas derrotaron sin paliativos a los rusos por mar y por tierra. Japón había puesto el pie en tierra continental asiática. Las tornas parecían haber cambiado.Las grandes pérdidas humanas y los altos costes materiales y financieros de la Guerra Ruso-japonesa preludiaban lo que sucedería durante la I Guerra Mundial una década después. En los veinte años anteriores a la guerra mundial, las potencias europeas, impulsadas por la enorme innovación tecnológica y la producción en serie, construyeron grandes flotas, produjeron armas cada vez más poderosas y se prepararon para un conflicto que nadie esperaba demasiado largo. La tecnología que empezó a destacar después de 1850 se mostró demasiado eficaz en las hecatombes de la I Guerra Mundial. El enorme coste de esta guerra, con la pérdida de una generación entera, obligó a mucho europeos a preguntarse hasta dónde les había llevado la industrialización. El progreso de todo un siglo había terminado en una catástrofe horripilante. La industrialización había cambiado sus vidas. Ahora cambiaría la forma en la que morirían a millares.Acerca del autor: Edward J. Davies II es profesor asociado de Historia en la Universidad de Utah. Es autor, entre otras muchas publicaciones, de The Anthracite Aristocracy: Leadership and Social Change in the Hard Coal Regions of Northeastern Pennsylvania.