Me hizo prometerle en el lecho de muerte que esparciría sus cenizas en lo alto del monte. Jugaban allí de niños. Ascendimos lentamente. Estabamos los dos, su hermano y yo. Mirando al horizonte. Nos sonrío cuando marcho hacia la nada.
Las nubes, majestuosas, nos daban la despedida.
Cuando bajabamos de la mano, un rayo fulminó a mi cuñado.