La inercia

Publicado el 02 marzo 2011 por ArÍstides


¿QUÉ SABE EL PEZ DEL AGUA DONDE NADA TODA SU VIDA? de A. Einstein

En su día escribí (es artículo que dentro de unos años pienso enmarcar) que el proceso de paz y del fin de la violencia de ETA es irreversible. Lo sigo manteniendo y si entonces aportaba un discurso del que no muevo una coma, hoy lo que me preocupa es esa “inercia” entendida como rutina. En un momento en que todo cambia, parece que esos hábitos escurridizos que propician la comodidad de lo ya conocido y el dejar que las cosas fluyan según esteriotipos del pasado debieran ser revisados. Mantengo que los amigos del amosal se han salido de la rodada y han virado por otros surcos. Hay quien dirá que sus posiciones son inamobibles y que son los del tiro en la nuca quienes deben volver al redil. Pero los demás no podemos permanecer acomodaticios sin darnos cuenta de que precisamos de la lucidez necesaria para vencer desconfianzas y temores.

La inercia va en contra de lo creativo y de la innovación. Y por supuesto es amiga de la resistencia al cambio y enemiga de la esperanza de lo que pueda ser. Es más, la inercia así entendida se halla cerca de la contemplación y el acomodo de unas ideas no revisadas; y desde luego, se aleja de la frescura que aportan los nuevos aires. Sería bueno que revisáramos todos nuestras inercias. Esas que nos hacen expresarnos siempre con el mismo discurso aunque cambien los factores o se modifiquen las circunstacias. Ignoro cómo será el proceso del fin de la violencia, pero me imagino que tendrá sus dientes de sierra y que se dilatará en el tiempo. No satisfacerá a nadie, pero se tendrá que hacer rompiendo temores y modificando planteamientos ideológicos.

Tendremos que revisar esas costumbres que a fuerza de ser repetidas hemos convertido en certezas por el simple hecho de la machaconería de unos pensamientos que alimentaron el pasado. Lo tendremos que hacer todos: ellos y nosotros. Los unos nos tendremos que plantear cómo es posible que una organización armada perviva durante 50 años en un reducto de Europa y los otros qué tipo de locura les llevó a ello. Tendremos, además, que superar esas resistencias plomizas que nos impiden acercanos a lo diferente deshechando actitudes predichas.

Espero, creo y apuesto, porque no puede ser de otra manera, que el proceso es irreversible como lo es el que, salvo los más recalcitrantes, dentro de dos lustros la mayoría habremos modificado nuestras inercias. Y puesto que el dicho dice que “nacemos incendiarios y morimos bomberos”, bueno será que: ya que tendremos que aceptar cambios, lo hagamos con la inteligencia necesaria, sin asumir como propios los plantemientos de terceros muchas veces supeditados a intereses electorales o a mensajes mercantilistas de cierta prensa.

Por el bien de todos espero que todo salga bien porque mi estómago es incapaz de digerir el sapo de la desilusión.


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