Mi reciente visionado de la impactante The Selfish Giant, estrenada en España únicamente en el Festival de Cine Europeo de Sevilla, pero disponible en Sundance TV, me ha hecho pensar en una de las temáticas que más me emocionan en una pantalla de cine: la infancia abandonada. Es esta una pequeñísima selección, muy personal, sobre el tema, sin ánimo exhaustivo, que espero os guste.
Alemania, año cero (1948). La película más triste que se ha hecho nunca. Edmund es un niño que ha tenido la mala suerte de crecer entre las ruinas de una Alemania devastada tras la Segunda Guerra Mundial. El inmenso dolor de la pérdida de su hijo llevó al maestro Roberto Rossellini a crear una obra que consigue ser más intensa que la vida real. Su final es insoportable.
Los 400 golpes (1959). Seguramente la más conocida de esta lista, en la que François Truffaut utiliza su ópera prima para exorcizar el dolor acumulado de una infancia complicada: la suya propia. En esta película creó a su álter ego cinematográfico, Antoine Doinel y a un actor, Jean-Pierre Léaud.
El niño de la bicicleta (2011). Los hermanos Dardenne, siempre con el ojo puesto en los más débiles, se ocupan de un niño abocado a la delincuencia, obsesionado con su padre ausente y con su bicicleta. Los Dardenne, más humanistas que nunca, nos enseñan que un acto de generosidad puede salvar la vida de alguien. Un solo acto puede hacer la diferencia.
The Selfish Giant (2013). El problemático niño protagonista, Arbor (Cooner Chapman), se une a esta pequeña lista de críos inolvidables, rabiosos y probablemente sin futuro. El primer largometraje de ficción de la directora Clio Barnard es una historia dura, pero hermosa, de muchachos perdidos que crea una acertada metáfora de la infancia en el caballo, animal noble pero indefenso, que puede ser utilizado para cualquier fin, bueno o malo.
Beasts of No Nation (2015). Arrancado de una existencia sencilla pero feliz, Agu (Abraham Attah) se enfrenta al horror de la guerra en toda su magnitud al convertirse en un niño soldado. Cary Joji Fukunaga consigue extraer imágenes de gran belleza del espanto de un conflicto bélico. Agu, como Antoine Doinel, acabará corriendo por la playa hacia el mar. Su infancia ha quedado para siempre atrás.