La inflación, ¿por qué se produce y cómo nos afecta?

Publicado el 02 febrero 2012 por Clavijero
Seguramente todos sepamos en qué consiste la inflación: es el incremento de los precios de los productos en un periodo de tiempo determinado (normalmente un año) y suele venir representada por el valor del IPC (índice de precios al consumo). Pero, ¿por qué los precios no paran de subir? ¿Cómo afecta esto a nuestra economía doméstica? ¿Qué podemos hacer para no salir demasiado perjudicados?
En primer lugar, vamos a ver cuáles son los factores que provocan la inflación. Aunque existen diferentes teorías económicas al respecto, las principales causas que producen el incremento continuado de los precios son las siguientes:
  • El aumento de la masa monetaria. Esta es la causa principal. Cuando la autoridad monetaria de un país (normalmente el banco central) emite más dinero, éste llega de una u otra forma a ciertos sectores de la población y suele producirse un aumento en la demanda de productos. Si la oferta de estos productos no se incrementa en la misma proporción, esto provocará un aumento de los precios. En definitiva, es el funcionamiento de la ley de la oferta y la demanda.
  • El incremento de la demanda. Aunque los bancos centrales no inyecten más dinero en el sistema, puede que por otras razones se incremente la demanda de ciertos productos, provocando por tanto inflación por las mismas razones expuestas en el punto anterior.
  • El incremento de los costos de producción. Cuando se produce un encarecimiento de los costos de fabricación de los productos (aumento del precio de las materias primas, del petróleo, de la mano de obra, etc.) normalmente esto conlleva un aumento del precio final de los productos.
  • Las negociaciones salariales. Normalmente cada año se negocian aumentos de salario más o menos proporcionales a la inflación, para compensar el efecto de ésta. Esto supone un mayor costo de producción para las empresas, que a su vez se traduce en un aumento de los precios de sus productos, con lo que se produce más inflación (la pescadilla que se muerde la cola…).
Según algunos razonamientos económicos más profundos y más o menos discutibles, lo ideal para la economía de un país es que la inflación se mantenga siempre positiva y en valores pequeños (alrededor del 3 %), siendo éste uno de los principales objetivos de las políticas monetarias. Por tanto, nos guste o no, la inflación es algo con lo que tenemos que convivir. A la inflación negativa (bajada generalizada de los precios), se la denomina deflación.
Ahora bien, ¿cómo afecta la inflación a nuestro bolsillo? Pues no muy bien, la verdad, ya que supone una reducción continua de nuestro poder adquisitivo. Si nuestros ingresos no se ven incrementados, cada vez podremos adquirir menos bienes y servicios con nuestro dinero. Esto repercute lógicamente de forma negativa en nuestra capacidad de ahorro y en nuestra calidad de vida. Si solamente contamos con nuestro salario como fuente de ingresos, éste debería incrementarse cada año al menos en la misma proporción que el IPC o, de lo contrario, significaría un empeoramiento de nuestra capacidad económica. En este sentido, cuando oímos hablar de una congelación de sueldos, en la práctica debemos interpretarlo como una bajada de sueldos.En segundo lugar, nuestros ahorros también se ven perjudicados ya que, si no los invertimos, irán perdiendo valor con el paso del tiempo. Incluso aunque los tengamos invertidos, tendremos que asegurarnos de que los beneficios que nos aportan sean superiores a la pérdida de valor por efecto de la inflación.¿Significa todo esto que, como el dinero está perdiendo valor continuamente, no merece la pena ahorrar y es mejor gastárselo todo para disfrutarlo? Pues no, a no ser que nos seduzca la posibilidad de acabar viviendo debajo de un puente o pidiendo ayuda para sobrevivir. Lo que significa es que, para que nuestra situación no empeore, no nos queda más remedio que ocuparnos de que nuestros ingresos estén continuamente incrementándose para compensar el efecto de la inflación. Si dependemos únicamente de un salario o una pensión, a veces esto no está en nuestras manos, por lo que es aconsejable recurrir al ahorro y a la inversión. Para que ésta sea efectiva, es útil que conozcamos el interés real que nos va a proporcionar o que nos ocupemos de adquirir activos que pensemos que no van a perder valor, como algunos bienes inmobiliarios. Si somos más atrevidos, podemos incluso realizar alguna inversión con apalancamiento, aunque siempre con prudencia y sentido común.