La ingeniería propagandística de El Correo de Andalucía

Publicado el 13 junio 2010 por Jackdaniels

A veces, lo que parecen simples frases elegidas casi al azar se convierten en dardos envenenados y lanzados con muy mala leche. Nada es capaz de herir tanto como las palabras si se saben usar convenientemente.

En la facultad nos imparten una asignatura denominada “Análisis del discurso periodístico” donde un profesor lenguaraz nos advierte permanentemente de las intenciones escondidas en los pliegues de las sábanas de los textos. Tan importante como lo que se dice es la intención con la que se dice, y a veces incluso más.

Esa guerra de camuflaje que se libra a diario en las páginas de los medios obedece a todo tipo de intereses que no vamos a enumerar aquí por archiconocidos. Los medios llevan años demostrando que se venden al mejor postor, entre otras cosas porque los periodistas que trabajan en ellos, salvo honrosas excepciones, sucumben sin resistencia ante imposiciones que en la mayoría de las ocasiones atentan contra la ética y contra la dignidad de esta profesión. Es la crueldad de la ley del mercado, que no respeta casi nada y mucho menos algo tan intangible y tan necesario para la buena salud democrática como la objetividad y el rigor informativos.

El pasado jueves día 10 me topo con el siguiente titular en El Correo de Andalucía: “3.000 empleados de Lipasam y Tussam se libran de los recortes”. Ya de entrada, el sesgo y la intención que oculta es tan evidente que cualquier lector avezado es capaz de adivinar el contenido del artículo sin siquiera haberlo leído.

Lo que más me llama la atención es el uso de la expresión “se libran”, de la que el Diccionario Panhispánico de Dudas de la Real Academia de la Lengua nos aclara que “Cuando significa ‘preservar(se) de alguien o algo no deseado, especialmente un trabajo, mal o peligro’, lleva un complemento con de, que expresa lo indeseado: «Como si yo fuera su mamá y tuviera que librarlo de un castigo»”.

Como si el decreto de los recortes hubiera sido diseñado expresamente como un castigo a los empleados de ambas empresas municipales y no una medida implantada por un gobierno que conoce perfectamente su alcance y su marco de aplicación. En realidad, y tal vez por eso no se diga, lo único que se está haciendo es ajustarse a la legalidad, es decir, respetar la ley, cosa que últimamente parece que está mal vista.

El sesgo se encuentra en algo tan fácil de deducir que incluso lo haría sin dificultades un niño de parvulario: la imposibilidad de aplicar los recortes no se limita a esas dos empresas solamente, sino a todas las plantillas de todas las empresas municipales. Por lo que también estarían excluidos los trabajadores de Emasesa, Emvisesa y Giralda TV, entre otras. Pero esa información se obvia en el titular, porque si apareciera la intencionalidad del artículo se diluiría o cambiaría radicalmente y no es eso lo que busca.

Incomprensiblemente, o más bien incidiendo en la mala leche, vuelven a insistir en la misma en el subtítulo de la información, que reza así: “El informe del secretario municipal rechaza aplicar una rebaja salarial a las plantillas de estas dos empresas municipales”. Reiteran el sesgo de lo obvio, porque prevalece el ánimo de influir en la opinión pública en determinado e interesado sentido sobre el afán por informar.

Lo peor –y lo evidente–, sucede después, cuando, lamentablemente para el prestigio de esta profesión, no ha hecho nada más que arrancar el artículo y el periodista contradice todo lo anterior y la manipulación de la información salta tan a la vista que hace imposible que pase desapercibida. “Tras el informe del secretario del Consistorio, los cerca de 4.000 empleados de las cuatro empresas públicas no se verán afectados por la rebaja en las nóminas,” escribe en el primer párrafo, desvelando lo explicado anteriormente y cargándose en poco más de una veintena de palabras todas las teorías existentes sobre la objetividad y el rigor de la información.

Los intereses que hacen que un medio como El Correo de Andalucía, decano de la prensa sevillana, se dedique a estos ejercicios de ingeniería propagandística deberían explicarlos ellos, aunque no hace falta hacer mucho alarde de imaginación para alcanzar a adivinarlos. Tal vez el señor Gallardo, al que no sé si se le ha adjudicado ya el soñado oleoducto Balboa, que ha de atravesar media Andalucía para llegar a su refinería de Extremadura cargándose de paso el Coto de Doñana, podría aportarnos alguna luz al respecto en su condición de propietario del periódico.

Desconozco si el periodista que lo escribe lo hace de forma voluntaria, que de todo hay en la viña del señor, u obligado por sus superiores. Tal y como están las cosas en ese medio, enfangado en un ERE que va a poner de patitas en la calle a más de una veintena de profesionales, no me extrañaría nada cualquiera de ambas opciones.

Lo que sí quiero dejar constancia aquí es que estos profesionales, cuando las cosas se ponen feas como en todos lados, sí que saben ser claros y llamar a las cosas por su nombre.

Para comprobarlo sólo hace falta darse una vuelta por los diferentes grupos y perfiles de Facebook en los que plasman sus sentimientos ante todo lo que está ocurriendo en el seno de la plantilla. Porque, aunque a veces cueste creerlo, son una plantilla al fin y al cabo, exactamente igual que las dos a las que se refieren en el artículo.

Ésta que os dejo aquí es una anotación de Rocío Velis, integrante de la redacción del periódico que ha cubierto en bastantes ocasiones la información sobre Tussam, y que se puede ver en su muro con total libertad.

Me alegra leer a una periodista de El Correo de Andalucía hablando de “las ganas y la ilusión de un plantilla”, porque supone un reconocimiento público de que las plantillas, sean cuales fueren, están conformadas por personas, por seres humanos, cosa que no entiendo por qué cuesta tanto asimilar.

Igual ahora es más fácil que comprendan de una vez para siempre la indignación que provoca en esos mismos sentimientos de las plantillas a las que se refiere la “información” el que alguien escriba un artículo con tan mala intención y saltándose todos los códigos éticos de la profesión. En su descargo hay que añadir que, al menos, me queda la esperanza de que el periodista en cuestión se haya negado a firmar el artículo, aunque lo dudo.