La injusta humillación ultra a los jugadores del Barça mientras Ancelotti recupera crédito

Publicado el 20 abril 2014 por Aposilio @aposilio

Solo descerebrados sin memoria pueden insultar y despellejar a los jugadores azulgrana que han escrito con letras de oro el nombre del club en la historia del fútbol, lo que podría hacer el técnico madridista si ganara el complicadísimo triplete 



La merecida victoria del Real Madrid en la final de la Copa del Rey sobre su eterno rival, el Barcelona, tiene numerosas lecturas y diversas consecuencias para todos sus protagonistas. Pero lo que más llama la atención de los acontecimientos vividos antes, durante y después del partido de Mestalla fueron los humillantes minutos que tuvo que vivir la expedición azulgrana al regresar al Camp Nou en la madrugada del Jueves Santo tras el choque. Jugadores, técnicos y directivos fueron vilipendiados por unas decenas de ultras descerebrados que lanzaron toda clase de vejatorios insultos sobre las estrellas culés. Partiendo de que las descalificaciones que bramaron por sus sucias bocas no tienen justificación alguna, la injusticia de ese acto es supina, puesto que intentaban denigrar a profesionales que han escrito el nombre de ese club con letras de oro en la historia del fútbol mundial. Seguramente, esos impresentables acudieron no hace mucho tiempo a esa misma valla del estadio barcelonés para loar y elevar a los altares a los protagonistas de las cuatro ligas seguidas o a los del triplete de la temporada 2009 o a los que consiguieron los seis títulos en esa campaña. Porque los principales autores de esas hazañas difícilmente repetibles son prácticamente los mismos que han perdido esta temporada los tres títulos en ocho días.
No soy de los que piensan que a los profesionales que no han realizado bien su trabajo haya que aplaudirles y animarles sin descanso hagan lo que haga, incluso fracasando. Ni mucho menos. Entendería perfectamente que la afición blaugrana silbara y abucheara a sus estrellas en el partido de Liga en el Camp Nou ante el Athletic de Bilbao, por haber echado a perder los tres títulos en poco más de una semana. Y en particular a algunos jugadores franquicias, que no se han esforzado lo que debían. Jugar en el Barcelona o en el Real Madrid conlleva esa responsabilidad: estar obligado a luchar todos los títulos por los que se compiten, presión que se compensa con nóminas estratosféricas y fama mundial. Y no llevar a las pobladas vitrinas de esas entidades uno de esos tres trofeos (Copa, Liga o Champions) es un fracaso, calificativo que esta temporada se le puede añadir al plantel azulgrana. Pero de ahí a desplazarse con nocturnidad y alevosía a las puertas del estadio para vejar y deshonrar a sus hasta hace escaso tiempo ídolos es una clara muestra de ausencia de equilibrio mental.

Fuente: lainfomración.com

A todos los aficionados les gustaría que su equipo del alma ganara todos los años y todos los títulos. Pero es es imposible, incluido para el mejor Barça de todos los tiempos. Ninguna plantilla, por muy buena que sea, puede asentarse en la cumbre sine die. Todos los imperios que han dominado el orbe han abandonado el Olimpo en algún momento. Los equipos que han marcado época, también. Es ley de vida. Esta temporada puede marcar el final de una época dorada para el Barcelona, pero la calidad que atesora todavía ese plantel hace mucho más fácil recuperar el nivel supremo. O es que los Iniesta, Cesc, Busquet, Neymar, Pedro, Jordi Alba, Alexi y Messi no pueden volver a ganar títulos la campaña que viene. Es evidente que sí. La entidad que se define a sí misma como más que un club tiene el reto por delante de rodear a este núcleo duro de estrellas con escuderos que aporten argumentos parecidos a los que inculcaron los Puyol, Valdés y Xavi, por ejemplo. Craso error cometerían los dirigentes blaugrana si llevaran a cabo una política de eliminación por derribo y prescindieran de los astros que más lucen en su firmamento. Si bien, son los directivos actuales los principales culpables de este paréntesis improductivo culé. Las penosa gestión que han llevado a cabo de los casos Neymar, Messi y Valdés es un evidente síntoma de su inoperancia, que debería preocupar a sus seguidores. Es a estos gestores a los que hay que exigirles la máxima responsabilidad, pues esa es su obligación, porque estos no luchan contra postes que les puedan negar el éxito.

La posesión no es suficiente

Porque en el fútbol, a veces unos centímetros marcan el paso de la gloria al fracaso. De hecho, si el balón de Neymar en el último minuto se hubiera alojado en la red en vez de topar con el palo, se estaría hablando de otra cosa. Ahora bien, ese posible empate y la posterior prórroga no hubiera echo justicia a lo que se apreció sobre el césped de Mestalla durante noventa minutos. La final fue un ejemplo más de que la posesión del balón por sí misma no implica jugar mejor ni disponer de más oportunidades de gol. Los hombres del Tata Martino sobaron más el esférico, pero ni le dieron la velocidad imprescindible ni crearon la magia necesaria para desarbolar al rival, como han lucido en numerosos envites. De ahí que apenas sumaran ocasiones claras de gol. Todo lo contrario que el Real Madrid, en el que Ancelotti disfrutó con el diseño de una táctica conservadora que, en esta ocasión, le dio resultado. La inclusión de Isco y Di María en el centro del campo, junto con Modric y Xabi Alonso, le permitió sacar el balón controlado para las veloces contras con las que los blancos sembraron el terror en el área de un flojo Pinto. La presión tras pérdida de los catalanes está muy lejos de la practicada con Guardiola o Tito Vilanova. Al actual técnico argentino no le termina de convencer este arriesgado sistema, que ha medio mantenido más por presión del entorno que por convencimiento.

Fuente: abc.es

     Por el contrario, el italiano Ancelotti se movió como pez en el agua con su estimado catenaccio. Este peculiar estilo transalpino lo lleva en la sangre. Da grima ver en algunas ocasiones a todo un Real Madrid de los Cristiano, Bale y Benzema encerrado en su área en busca de un contragolpe demoledor por la velocidad y clase de sus delanteros. El técnico blanco no es partidario de presionar en el medio de la cancha; le gusta recular hasta unos metros por delante del su área, para situar dos líneas de cuatro que impidan el trasiego rival. Esta vez le dio resultado ceder la posesión y el terreno sin miramientos, pero en otras ocasiones no ha tenido tan buenos logros. De hecho, esta campaña había caído en los dos duelos en Liga ante el Barça (en ambos con polémica arbitral) y no había sido capaz de derrotar al Atlético en esa misma competición (sí lo hizo dos veces en la Copa). También en la Champions ha sufrido con este sistema ante un Borussia Dortmund venido a menos.

No saben especular con el balón

El título de Copa le ha servido a Carlo Michelangelo para recuperar parte del crédito perdido por la indefinición con la que ha marcado a su Madrid, pues lo mismo apuesta por la combinación y la verticalidad, que le ha valido ser el equipo más goleador del campeonato, que por desarrollar un sucedáneo de cerrojo que le lleva a especular con el balón, estrategía que los blancos no dominan y que casi siempre que la ponen en práctica salen escaldados. Es cierto que el técnico de Reggiolo y sus pupilos son los únicos que todavía aspiran a la triple corona, pero también lo es que la Liga está en manos de un aguerrido Atlético, que no tiene ninguna pinta de que vaya a fallar en dos de los cuatro partidos que le restan. Los blancos van a estar al acecho, pues su calendario es bastante asequible, pero los de Simeone se han aferrado a la competición de la regularidad con brío y corazón. Y todo apunta a que van a acabar con 18 años de sequía en el campeonato español.

Fuente: theguardian.com

Está en sus manos, como también está en la de madridistas y rojiblancos la Champions. Sueño que llevaría al éxtasis a ambas aficiones, a una por lograr la ansiada décima, y otra, por estrenarse en la máxima competición continental por equipos. Pero para tocar el cielo tienen antes que desterrar las esperanzas del Bayern de Guardiola y del Chelsea de Mourinho, respectivamente. Tareas hercúleas para ambos. Para los blancos, porque tienen que poner freno al actual campeón y al principal favorito, tanto en las apuestas como en las encuestas. El entrenador catalán ha cumplido con su cometido de hacer todavía más fuerte al mejor equipo teutón. Y está a punto de culminar el reto (en este artículo mío descifraba su acertada estrategia). Ancelotti tiene en este duelo una gran oportunidad para ratificar su prestigio obtenido con el Milán y sus dos Copas de Europa. Derrotar al mejor plantel del momento y al considerado por muchos mejor entrenador del mundo le recolocaría en los altares de la profesión. Y si sumara la décima, se ubicaría a la altura de Del Bosque entre los dioses del madridismo. Por su parte, si Simeone eclipsa al equipo del siempre polémico Mourinho e impulsa al Atlético al cielo de la otrora Copa de Europa, no habría más dios que Diego para los atléticos.