La falacia y el chantaje de Montoro es el mismo que practica Rajoy cuando afirma que no puede hacer otra cosa que la que hace, a pesar de que ha optado por castigar a ciudadanos y empresas con impuestos, tasas y recortes, mientras se niega sistemáticamente a lo más lógico y eficaz, que es disminuir el gasto, como hacen las familias cuando están en crisis.
Si algún día estos gobernantes se atreven a cruzar la línea roja y recortan las pensiones, mientras siguen contratando a tipos con carné del PP en las administraciones públicas y se niegan a adelgazar el Estado, cerrando instituciones, empresas y chiringuitos inútiles pero llenos de parásitos políticos enchufados, entonces la ignominia habrá alcanzado cotas que exigen que los ciudadanos, indignados, con razón y rabiosos, salgan a la calle hasta conseguir nuevas elecciones y que el poder sea ocupado por personas con la suficiente capacidad, dignidad y coraje para gobernar un país de ciudadanos libres.
Las pensiones, en una país como España donde la familia actúa como freno de la desesperación y como colchón amortiguador de tensiones, dramas y carencias, son sagradas. Las pensiones de los abuelos sirven en la España actual para que coman dos o tres generaciones desempleadas y arrojadas a la pobreza por la crisis. Si esas pensiones bajan, el gobierno cometerá una estupidez más, quizás la más grave de todas, y abrirá de par en par las puertas de la rebeldía ciudadana contra una casta que está batiendo casi todos los records posibles de ineptitud, insensibilidad, arrogancia, injusticia y torpeza.