La innovación consiste en gestionar errores

Publicado el 25 marzo 2014 por Javier Díaz Sánchez @javierdisan
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En la innovación intervienen factores ligados a la dinámica interna de una organización y factores externos ligados al contexto, ya sea económico, normativo, tecnológico, etc.
Esto resulta fácil de entender si nos preguntamos cuantas empresas hubiesen innovado de haberse mantenido el status quo del que gozaron durante décadas. Sea como sea, la innovación es un proceso “vivo” muy ligado a la gestión del cambio y sobre todo a la gestión de los errores. Ahora intentaré explicar por qué.

Salvo raras excepciones, las empresas como las personas suelen optar por la vía fácil, rápida y sencilla, es decir, recorrer una y otra vez el camino que ya conocemos (segmento de clientes al que tradicionalmente nos hemos dirigido, tipo de productos o servicios que ofrecemos, etc.). Aún así me cruzo con frecuencia con trabajadores de distinto rango y sector que no dudan en sostener que sus empresas han evolucionado a lo largo de estos años y que es consecuencia directa de innovar. Desafortunadamente lo que constato en la mayor parte de los casos no es más que es un simple proceso de actualización que se circunscribe casi siempre al aspecto tecnológico. ¿Es esto realmente innovación? Me temo que no, y además, este pobre conocimiento del término suele nublar la vista de quienes a menudo tienen la última palabra.

Movimiento por inercia

Por lo general, por una cuestión de hábito organizacional, en nuestra actividad cotidiana tendemos a definir un marco de actuación en el que ponemos en práctica un reducido número de estrategias, las que manejamos en nuestro día a día proporcionándonos una cierta sensación de control sobre la situación. Esta inercia, aunque a escala diferente, es aplicable tanto a una organización como al propio trabajador/a. Los motivos que explican este fenómeno son muchos pero ahora me centraré solo en uno de ellos, la falta de perspectiva.

Habitualmente nos centramos en lo urgente o inmediato, en lo cotidiano, en lo conocido (aunque sea malo, como refiere el refranero popular), en lo que se supone que debemos hacer. Si me permites el ejemplo, es como si fuésemos una manada de ñus que está pastando en una pradera. Estamos tan concentrados en la hierba que somos incapaces de levantar la cabeza y mirar a nuestro alrededor.

Es cierto que cuando modificamos comportamientos y estrategias, nuestros sentidos se activan de manera más evidente y con ello también se extrema nuestra percepción del riesgo. Ni que decir tiene que esta percepción es tremendamente subjetiva y de ahí que en este juego no todos realicemos la misma “apuesta”. Algunos sistemas (individuos, organizaciones, etc.) arriesgarán más que otros. Pero lo que resulta paradójico, precisamente por no ser conscientes de ello, es que la inercia laboral y seguir pensando “dentro de la caja” (nuestro marco de referencia habitual) puede conducirnos a asumir un grado de riesgo incluso mayor.

Como ya explicaba en el post “la falacia de emprender”, buscamos el riesgo cuando el resto de opciones son malas. Retomando el ejemplo de la manada de ñus, sería como si levantásemos la cabeza solo cuando ya no queda hierba en el terreno. Tomamos conciencia del problema cuando nuestra vista no alcanza a ver más alimento a nuestro alrededor y, por tanto, tenemos que decidir entre emprender un duro camino lleno de incertidumbres o morir de inanición. Como nos enseña la propia naturaleza, en este escenario masificado, altamente competitivo y con escasez de recursos, son muchos los individuos que fracasarán en este proceso ya sea por una mala elección, por el factor suerte o por algún defecto que les haga menos competitivos que al resto de la manada.

Innovar es una estrategia adaptativa

Las continuas amenazas (u oportunidades, llámalas como quieras) que provienen de un entorno que está continuamente mutando en periodos de tiempo cada vez más reducidos, hace que la innovación sea una estrategia adaptativa. ¿Por qué? Es evidente que por si misma la innovación no garantiza la supervivencia de una organización porque intervienen multitud de variables pero, como poco, nos aporta un componente de proactividad del que podremos extraer mucha y valiosa información. Mi opinión se fundamenta en la innovación concebida como la gestión de errores (errores sí, el resultado más inmediato y consustancial a todo proceso de innovación). La importancia de los errores radica en que son experiencias de aprendizaje que ofrecen un feedback muy interesante porque cuando los analizamos con suficiente detenimiento lo que conseguimos es importar nuevo conocimiento al sistema que, desde un punto de vista pragmático, es clave a la hora de explorar la terra incognita.

No he fracasado, he encontrado 10.000 formas de generar electricidad que no funcionan. Thomas Edison