Shaquille O'Neal es uno de los mejores jugadores de la historia de la NBA. Sus actuaciones excepcionales son incontables a lo largo de toda su carrera, pero algunas de ellas todavía siguen siendo parte imborrable de la memoria colectiva de los aficionados de la NBA.
Uno de esos grandes momentos, de esos highlights inolvidables, se produjo en el séptimo partido de las finales de la Conferencia Oeste de la temporada 2000, que enfrentaban a los Lakers contra los Portland Trail Blazers.
En aquella época, los Lakers con un Kobe emergente y un Shaq absolutamente dominante, estaban empezando a construir su Dinastía, pero todavía no habían ganado nada.
Shaq estaba jugando la mejor temporada de su carrera y, en aquel momento del año, ya había sumado el MVP de temporada, el MVP del All Star y el Título de máximo anotador de la temporada con 29.7 puntos por partido y un porcentaje de acierto en tiros de campos del 57,4 %. A estos espectaculares datos, O'Neal terminó sumando el MVP de esas Finales del año 2000 y el consiguiente Título de Campeón de la NBA.
Volviendo a la Finales frente a los Blazers, los Lakers habían llegado al séptimo partido con la ventaja de jugar en casa, pero el rival de los angelinos era un equipo francamente difícil de superar, con jugadores de la talla de Rasheed Wallace, Scottie Pippen, Steve Smith, Damon Stoudamire o Arvydas Sabonis.
El partido fue igualado hasta que los Blazers empezaron a ganar una cierta ventaja que les llevó a tener una ventaja de 15 puntos (75-60) a falta de 10 minutos y 28 segundos para el final del último cuarto.
En aquel momento, los Lakers parecían condenados a la derrota pero los Blazers entraron en una dinámica de errores que les llevó a estar sin anotar hasta los 2:58 minutos para el final.
Los Blazers estuvieron casi 8 minutos sin anotar, lo que sirvió a los Lakers para recuperar el déficit de 15 puntos y llegar a empatar el partido.
A partir de ahí el dúo Kobe-Shaq se hicieron con el control del partido y empezaron a combinar jugadas hasta llegar al último minuto del partido cuando, con una ventaja de 79 a 83.
Kobe cogió el balón y tras un crossover eléctrico en el que dejó atrás a Scottie Pippen, se fue hacia el aro para lanzar un alley oop histórico hacia Shaquille O'Neal, que destrozó el aro con un mate demoledor a una sola mano.
Aquel 4 de junio del año 2000, los 18.997 espectadores que se habían congregado en el Staples Center para ver el decisivo partido, entraron en una especie de éxtasis colectivo de euforia porque su equipo acababa de poner una ventaja decisiva de 6 puntos, restando apenas 41 segundos para el final del partido y tras remontar 15 puntos de desventaja en ese mismo cuarto.
Shaq acababa de poner el broche de oro a una remontada histórica con un mate brutal y nada más conseguirlo, levantó los brazos hacia la grada en un acto reflejo que parecía que no tenía ningún sentido especial, aunque sí que lo tenía.
Esa imagen histórica era una dedicatoria a su hijo Shareef que apenas tenía en ese momento 2 años, tal y como relató Shaquille O'Neal en el famoso programa de Jimmy Kimmel.
El motivo fue que, un día antes del partido, el pivot de los Lakers andaba por su casa y su hijo Shareef le dijo sin que él lo esperase... "Daddy win" (papá gana).
Aquella frase tan breve, dejó boquiabierto y totalmente sorprendido a Shaq porque eran las primeras palabras que le oía en su vida. De hecho, le dijo... ¿pero tú hablas?.
Aquello le impactó tanto que cuando anotó aquella mítica canasta, recordó la frase de su hijo del día anterior y señaló hacia la grada donde estaba su hijo queriéndole decir: "Daddy won" (papá ganó).
Como recuerdo de aquella historia, su hijo Shareef lleva tatuada en el gemelo de su pierna derecha, la foto de la celebración en la que su padre le dedicó una de las mejores jugadas de todos los tiempos de la NBA.
Un privilegio tan solo al alcance del hijo de uno de los más grandes jugadores de la historia del baloncesto.