España tiene un grave problema de Seguridad Nacional, pero sus políticos no lo ven. Dicen que e Rey rey está preocupado porque los españoles ya no confían en sus instituciones y que se reunirá con el Consejo de Seguridad Nacional para afrontar los grandes problemas de la nación, pero nosotros dudamos que el rey conozca esos problemas y, sobre todo, que él, Rajoy y los gobernantes de este país tengan voluntad alguna de solucionarlos. ---
El problema del Monarca es que intentará alcanzar ese objetivo sin tocar la verdadera causa del problema, que es la baja calidad ética y democrática de la casta política española.
La reunión que celebrará en julio el Consejo de Seguridad Nacional será, en consecuencia, una nueva pantomima en la que los máximos dirigentes del país discutirán sobre pamplinas y estupideces de segundo orden y dirán después a los ciudadanos nuevas falsedades en forma de conclusiones o filtraciones, sin afrontar las verdaderas demandas de los ciudadanos y el verdadero gran drama de España, que es la baja calidad de su clase política, cada día mas rechazada y hasta despreciada por la ciudadanía.
¿Se atreverá el Rey a pedirle a Rajoy que elimine la financiación de los partidos políticos, sindicatos y patronal con dinero público, procedente de los impuestos de los ciudadanos, como demanda el pueblo? ¿Exigirá en Rey, en aras de la "Seguridad Nacional", que sean perseguidos los políticos corruptos que se han enriquecido ilícitamente y que devuelvan lo robado, incluyendo a la "chusma" que ha saqueado las cajas de ahorros? ¿Será capaz el Monarca de exigir al gobierno que obligue a la banca a devolver el dinero que han robado a los españoles mediante las participaciones preferentes y subordinadas? ¿Les exigirá, para salvar a España de la catástrofe, que el Estado adelgace de manera urgente y drástica para que el país pueda resurgir, una vez liberado del enorme lastre que representan las administraciones duplicadas, las empresas públicas inútiles y las instituciones inservibles, llenas de políticos enchufados sin otro mérito que lucir el carné de partido? ¿Tendrá "bemoles" el Rey para exigir a los inhumanos y poco democráticos gobernantes de España a que bajen los impuestos y dejen de asfixiar a ciudadanos, autónomos y pequeñas empresas, 700.000 de las cuales han tenido que cerrar agobiadas por el dinero que les quita el Estado y la burocracia que les imponen los estúpidos e injustos políticos de este país? ¿Será capaz el Rey de exigir a sus compañeros de mesa que retiren sus sucias manos de la Justicia y la dejen funcionar con libertad e independencia, como es preceptivo en democracia?
Sinceramente, creemos que el Rey no solo no se atreverá a plantear estos asuntos, que son realmente los vitales para la Seguridad Nacional, sino que ni siquiera los conoce porque él, al igual que Rajoy, Rubalcaba, sus ministros y la inmensa mayoría de los diputados, senadores y altos cargos políticos de la nación son una turba de privilegiados alienados, desconocedores profundos de la terrible realidad de una España que, por culpa de su pésima clase dirigente, se asfixia en la injusticia, la pobreza y la arbitrariedad corrupta de sus gobernantes.
La experiencia frustrante de España demuestra que el Rey se comportará en esa reunión sobre Seguridad Nacional como un activo ineficiente, al igual que los políticos que le acompañarán en la mesa, que exhibirán su condición de alienados adictos al privilegio y ajenos a la democracia y al interés general de España. Hablarán "por encima" del peligro del nacionalismo vasco y catalán, de los obstáculos que tienen los bancos y las grandes empresas españolas para ganar dinero y del descontento del pueblo, un mal que considerarán como "coyuntural" y que achacarán "a la crisis", constatando que la policía está lo suficientemente armada y adiestrada para defenderles a ellos de un potencial revuelta de españoles indignados y hambrientos. Terminará la reunión, con toda seguridad, sin que reconozcan la gran verdad: que los males que amenazan realmente a la Seguridad Nacional de España son ellos mismos, su incapacidad para reconocer la enfermedad del país, para asumir que los políticos y sus partidos son los grandes problemas de la nación y que la única salida es llenar las salas de los tribunales y las cárceles de sinvergüenzas, ladrones y canallas que se han infiltrado en el poder y atrincherado en esas instituciones en las que el pueblo ya no cree, con toda la razón del mundo.