La insólita estafa oficial de los falsos duros sevillanos

Por Ireneu @ireneuc

Una lengua -sea la que sea- es un ente vivo que, en tanto se utilice, va evolucionando y adaptándose a los tiempos que corran entre sus hablantes. Ello hace que un idioma se enriquezca continuamente de refranes, giros y dichos que hacen referencia a la realidad del momento, quedando muchas de las veces fosilizado dentro del uso habitual de esa lengua a pesar del tiempo que haya pasado desde su " acuñación". Y hablando de acuñación, seguro que habrá oído aquello de ser " más falso que un duro sevillano" -actualizado a "más falso que un euro de plástico" (lo que decíamos)- como forma de expresar la falsedad más que evidente de algo. Pero... ¿de dónde sale lo de " duro sevillano"?¿A qué se refiere? Pues para su información, este dicho lo hemos de ir a buscar a finales del s.XIX en un momento en que el mismísimo Estado Español se dedicó a estafar a los propios españoles y éstos le pagaron con la misma moneda... pero falsa.

A finales del siglo XIX, tanto la política como la economía de España eran un auténtico caos. La pérdida de las colonias americanas, las Guerras Carlistas, la inestabilidad política y la conflictividad social hicieron que el país, en vez de un país moderno, fuera la casa de tócame Roque ( ver La Corbeta Narváez, el barco español que se comieron las termitas).

En esta espiral de caída de la economía, en 1876 se decretó que las monedas se acuñasen exclusivamente en plata, habida cuenta la imposibilidad de seguir acuñando monedas en oro. Cabe señalar que, en aquel momento, las monedas tenían que tener el valor nominal respaldado por la cantidad de metal de la propia moneda. Es decir, que una peseta tenia que estar hecha con una peseta de metal, ya fuera oro o plata. Como oro no había suficiente (so riesgo de colapsar la economía del país) se decidió hacerlas en plata y se acuñaron diversos tipos de monedas, entre ellas las de 5 pesetas, llamadas " duros" popularmente.

Paralelamente, el descubrimiento de nuevos yacimientos de plata en México y en Estados Unidos hicieron que hubiera una sobreproducción de este metal, el cual tuvo su salida hacia los países europeos y, entre ellos, España. No obstante, como ocurre en toda economía de mercado, un exceso de oferta implica que la demanda no sea suficiente para absorberla y provoca, por tanto, una bajada considerable de los precios, por lo que comprar plata era cada vez más barato.

En España, aprovechando la caótica situación político-social, el gobierno -alternado entre los liberales y los conservadores (el PP y el PSOE del momento, no hemos cambiado nada desde entonces)- empezó a gastar descontroladamente, lo que le llevó a endeudarse hasta las cejas y a intentar sacar dinero de las piedras (léase, de los españoles).¿Les suena de algo?

A pesar de todo, el precio de la plata seguía bajando, hasta el punto que el metal que formaban las monedas valía menos de la mitad de lo que ponía. Esta circunstancia beneficiaba -¡y mucho!- a las arcas públicas, ya que hacer una moneda le costaba la mitad o menos que lo que podía comprar con ella. Como en realidad esto era una estafa al españolito de a pie -el cual hacía las transacciones confiando en que las monedas tenían su valor real-, el Gobierno vio la oportunidad pintarla calva para inyectar liquidez en el sistema económico español y no dijo ni pio de este desfase, emitiendo moneda con valores que nada tenían que ver con el valor del metal con que estaban hechas.

A pesar de que el Gobierno se calló como un puta, hubo gente que se dio cuenta enseguida y vio la posibilidad de hacer un negocio redondo haciendo monedas falsas de 5 pesetas de plata que, teniendo exactamente la misma cantidad de plata que las oficiales, costaban menos de la mitad. Al fin y al cabo, si el Gobierno estaba engañando al ciudadano de una forma tan flagrante ¿porqué no hacerlo desde fuera? Dicho y hecho. Las máquinas privadas de hacer duros de plata empezaron a sacar humo.

Conforme que las cantidades de moneda falsa comenzaron a circular, el Gobierno español se fue encontrando cada vez más entre la espada y la pared. Por un lado, seguir con el desfase de precios entre el valor nominal y el real le iba de coña pero, por otro lado, la gente, conforme se iba dando cuenta de la presencia de las falsificaciones, le iba pidiendo responsabilidades y, sobre todo, explicaciones. Explicaciones que no podía dar porque si las daba, se vería la estafa oficial, la moneda dejaría de circular y se colapsaría la economía española. Patada adelante y que el siguiente gobierno se las apañase. Typical Spanish.

La policía, para cubrir el expediente, de vez en cuando detenía grupos de falsificadores, siendo bastante sonado el descubrimiento de una ceca (un taller de moneda falsa, vaya) en una fábrica de camas en Sevilla. La realidad es que cecas había por todos lados, sobre todo en capitales como Barcelona, por el intenso trajín de comercio e industria que permitía su puerto, pero Sevilla se llevó la palma y los duros falsos empezaron a llamarse " sevillanos".

El descontrol fue in crescendo hasta llegar al punto que ni el mismo Banco de España era capaz de distinguir los duros legítimos de los falsos, pero no solo eso, sino que incluso algunas falsificaciones...¡ tenían más cantidad de plata que las propias oficiales!. La gente, ante tal desbarajuste, desconfiaba de todas las monedas, lo que llevó al Gobierno, en 1899 a dejar de acuñar oficialmente las monedas de 5 pesetas. No obstante, no acabó aquí el embrollo.

El mercado estaba absolutamente saturado de duros sevillanos y, lo que era peor, indistinguibles los unos de los otros. Ello hacía que los mismos bancos dispensaran monedas falsas entre las buenas, lo que ponía en un brete a más de un comerciante que veía que sacaba dinero para sus transacciones y en una proporción altísima era dinero falso... sin posibilidad de reclamación, claro. Ante la situación que de los 1500 millones de monedas de 5 pesetas que circulaban por España, casi 400 eran falsos, el 6 de julio de 1908 el gobierno de Antonio Maura decidió retirar todas las monedas de duro y canjearlas, primero por un recibo con su valor en plata y, después, por otras monedas de curso legal. Fue la única forma de acabar con aquella locura.

A partir de entonces, el Gobierno español decidió regular las importaciones y el mercado interior de la plata para evitar que se repitiera la picaresca tanto por parte de las autoridades como de los falsificadores. Los ciudadanos, por su parte, tan solo canjearon unos 2,7 millones de piezas (como era plata buena, mantenía su valor a peso y la gente se las quedó) perpetuando su desconfianza y acuñando para la lengua castellana el dicho de " más falso que un duro sevillano". Un ejemplo más de cómo, en España, premios Nobel, poquitos, pero pícaros, corruptos y espabilados tenemos, si quisiéramos, como para llenar petroleros.