El otoño tiene los colores de cierto estado anímico que conlleva al drama y a ese existencialismo típico de cuando estamos al pedo. La gama de tonalidades de amarillos y marrones a verdes apagados, de ocres a grises y el sol que con toda su fuerza apenas roza la tierra húmeda es digno de una caminata solitaria, ensimismado con tus auriculares escuchando "all by myself" interpretada por Celine Dion.
El otoño en Londres: Aun el frio no se instaló, pocos son los turistas que quedan del verano , y la navidad se acerca. Todo esto puede ser un coctel para prepararte para lo mejor o para querer pegarte un tiro, pero lejos del tormento que tanto critico, ese tormento impuesto, pre fabricado, que lo utilizan los artistas devaluados, rescato estos momentos de melancolía y añoranza, genuinos de raíz y reflotados en una adultez feliz. Los días comienzan a ser mas cortos, los últimos colores comienzan a apagarse, y todo se prepara para un invierno largo y frio. Londres es maravillosa en cualquier estación y el pantone que uno puede encontrar sobre todo en los parques son postales de almanaques.
Y es así, como los días van pasando, uno se va acostumbrando de a poco a la poca luz que queda y se une a la fiesta cuando podemos ver el sol un día domingo -con mucha suerte-.
La tristeza del otoño tiene lo suyo, ayuda a recordar los buenos tiempos y predispone a uno a ponerse fuerte para lo que se viene. Ya he escrito el año pasado el efecto que tenia en mi estas estaciones frías, y por mas que el publico se renueva, no voy repetirme. A veces extraño Argentina y extraño sus veranos largos, y por mas que a veces las noches sean muy largas uno aprende a descubrir todo lo bueno que hay en un corto día color ocre.