A unas semanas de las elecciones, un angustiado Albert Rivera observa cómo la cuenta atrás hacia las urnas avanza en paralelo a su caída en las encuestas. Fernando López Agudín lo explica así de claro en Público del pasado martes: “Ciudadanos es ya una burbuja a punto de reventar como consecuencia de la insoportable levedad de su principal dirigente. Nadie como él contó con tantos recursos, y nadie los ha despilfarrado en tan poco tiempo. Es lo que suele ocurrir cuando la ambición desborda a la inteligencia. Aquellos 35 dioses del mercado que lo ficharon para Madrid deben llevarse las manos a la cabeza al presenciar como quien lanzó al estrellato a Ciudadanos contribuye a hundirlo. El pucherazo electoral en la designación de Silvia Clemente refleja el profundo miedo del líder. Esta anterior lideresa del PP de Castilla-León, envuelta en asuntos nada santos, como se afirma desde las plumas bancarias, además de otros fichajes provenientes del viejo PSOE, denunciados antes como vagos, por el propio Rivera, recuerda el coche escoba que acompaña a los ciclistas en sus competiciones deportivas. Así como este automóvil recoge a los deportistas caídos, cansados o heridos, el coche escoba de Albert Rivera es más prosaico al recoger el ganado de desecho de los demás partidos. Aquí un corrupto, allí un resentido, más allá un tragapanes, más acá un heterodoxo. Todo es bueno para el convento de Ciudadanos (…)
“La sangría electoral de Ciudadanos es imparable por tres errores consecutivos de Albert Rivera. Uno ético, ya comentado, otro político, el rechazo a pactar con el PSOE, que nadie puede creer, y un tercero ideológico, imposible competir con el nacionalpopulismo de Vox sobre Cataluña. No se puede ser decente e indecente, ni gobernar o no gobernar con el PSOE y, mucho menos, defender la soberanía de España en Cataluña a la vez que arrodillarla ante las élites nacionales, europeas o alemanas. Votarle hoy es darle un cheque en blanco que nadie sabe con certeza como usará mañana. No sucede lo mismo con el Partido Popular o Vox. Ese es el talón de Aquiles de Rivera. En un partido de aluvión, como es Ciudadanos, la incertidumbre se paga en votos contantes y sonantes. Unos, los más conservadores, hacen el viaje de ida y vuelta al Partido Popular; otros, los más ideologizados, hallan refugio en Vox, y los más centristas retornan al PSOE. El Madrid del poder, como decía Vázquez Montalbán, no da crédito a tanto crédito malgastado con Albert Rivera. Los propios intelectuales que cofundaron Ciudadanos se lo acaban de recordar en un reciente manifiesto, y su Biblia internacional, The Economist, no se corta a la hora de excomulgarle. Su autoproclamación como candidato de Ciudadanos, líder de las tres derechas y presidente de Gobierno in pectore refleja la insoportable levedad del ciudadano Rivera.(…)”