MIlan Kundera no advertía que la insoportable levedad del ser niño sería mucho más severa y radical que la de los adultos. El autor con tono pesimista reflexionaba sobre la inutilidad de la existencia y la necesidad o no del eterno retorno de los momentos para dotar a la vida de sentido.Así es, la existencia de nuestros niños en época de crisis aporta liviandad y pesimismo. Hace unos días UNICEF España publicaba el Informe del impacto de la crisis en los niños y nos ofrecía unos datos que nos estremecía, “los niños son los últimos responsables de la crisis, y sin embargo están sufriendo sus consecuencias de forma tan grave o más grave que los demás colectivos sociales”. Como nos indican los niños representan el mejor sismógrafo del progreso de los pueblos, y los datos nos dicen que el terremoto de la crisis está azotando con saña a la realidad de los niños. Los niveles de pobreza infantil alcanzan al 29,8% de la población infantil, y de los cuales el 13,7% viven en hogares de pobreza alta. La cara del niño refleja la alta incidencia de la pobreza en España.
Las malas noticias no acaban aquí. Sabemos que las políticas de austeridad presupuestaria también les están afectando intensamente. Los presupuestos públicos destinados a políticas de infancia y familias, siempre han sido endebles, pero además ahora son los más afectados de los recortes. Se recortan alarmantemente las ayudas directa a los niños en familias necesitadas, se disminuyen las ayudas sociales, se recorta en el sistema educativo (se estima que en cuatro años pasemos del 4,9 al 3,9 del PIB), y se recorta en el sistema de salud. Las niños son los destinatarios de la mayor parte de los recortes, sobre ellos repercute severamente las disminuciones presupuestarias, y lo que aún queda por venir.
La paradoja es perversa, los adultos generamos una deuda en torno al 250% del PIB (Estado, empresas y familias), según UNICEF cada niño nace con una deuda bajo el brazo de 15.570 euros, que tendrá de abonar a lo largo de su vida, y ya de camino le retiramos todo el apoyo social, sanitario y educativo. El efecto será radical, niños víctimas de sociedades adultocentristas que verán restringida seriamente su calidad de vida y su progreso social.Malos momentos para ser niño en España y Andalucía, la ingravidez les atenaza. El escenario es penoso para los niños, estamos comprometiendo intensamente sus vidas futuras, y sus intereses están más ocultos que nunca.
Las decisiones políticas marcan el rumbo de la insoportable levedad de los niños. Recientemente en Andalucía el Gobierno ha hecho desaparecer la Dirección General de Infancia y Familia para integrarla en otra con las competencias anexionadas de las personas mayores. La decisión desoye las recomendaciones de los organismos internacionales y de la Unión Europea sobre la importancia de la segregación de las políticas de infancia y la dependencia directa a las más altas autoridades políticas. Sabemos que cuando las políticas de infancia conviven con otros entornos competenciales competitivos son engullidas. Sería bueno recordar el documento “Haciendo frente a la discriminación de los niños en la UE”, dónde las máximas autoridades hacían juicio de conciencia y advertían que evitarían que las políticas infantiles siguieran siendo invisibles.
Hacer depender las políticas de infancia de una estructura combinada con personas de alta incidencia electoral, sabemos que acaba lastrando la visibilidad de las políticas de infancia. Todos los organismos internacionales sobre los derechos de los niños, insisten en la importancia de diferenciar las políticas de infancia, para evitar la absorción con otros intereses más relevantes electoralmente, y sortear la invisibilidad de los niños.
Malos momentos para la infancia,
Felicidades a UNICEF por el informe y por hacer explícito una realidad oculta.
El impacto de la crisis en los niños. UNICEF