La interpretación histórica desde la aventura cineasta

Publicado el 02 agosto 2010 por Zeuxis
Separata de CINE CLUB QUIMERA
seción:
CINE Y EDUCACIÓN.
Por: Zeuxis Vargas
“- ¿A que te dedicas ahora? - le preguntan a Luder
- Estoy inventando una nueva lengua- ¿Puedes darnos algunos ejemplos?- Si: dolor, soñar, libre, amistad...- ¡Pero esas palabras ya existen!- Claro, pero ustedes ignoran su significado”.
Julio Ramón Ribeyro.

Fue el magnífico Shakespeare quien a través de uno de sus personajes sentenció para la humanidad que el mundo de los hombres era “palabras, palabras, palabras…". Tal sentencia dejó claro algo que después el mismo Heidegger reafirmaría con gran exactitud y síntesis a través de su frase célebre: “el lenguaje es la casa del ser”. Nuestro mundo, como en el universo teatral del eterno británico y similar a el caos anacrónico del formidable alemán, esta estructurado humanamente a través de unos signos que hacen posible la historia, la memoria, el recuerdo. Este prodigio establece una posición antinatural del universo pero a su vez modifica y acomoda el cosmos a las necesidades de interpretación del hombre.
En esta búsqueda por re-construir lo percibido e intentar mantener y conservar aquello que llega, la humanidad ha elaborado una serie de juegos y estructuras semánticas que reflejan desde su epistemológico vértice de observación, nuevas y maravillosas condiciones de comunicación que hacen posible la trascendencia del pasado en el presente.
Tales estructuras semánticas recrean los mismos objetos, los mismos arquetipos, las mismas cosas eternas, a través de signos que posibilitan el des-cubrimiento epistemológico; raíz necesaria desde donde se hace posible el nacimiento de los enfoques lingüísticos irresistibles ya que estos interactúan directamente sobre la conciencia.
En el caso del cine, el lenguaje se torna no sólo verbal, sino que logra la ascensión hacia la esfera de un acto comunicativo que se desarrolla a través de las imágenes, de los sonidos del ocultamiento y de las sensaciones.
Para muchos el cine logra ese cometido secular que quebranta los límites académicos y se instaura en la subjetividad humana facilitando el re-conocimiento de saberes por medio de unas narraciones menos tediosas y más seductoras.
Sin embargo, el cine al igual que el teatro y la filosofía, trasforma el mundo según su interés. El horizonte de la información se ve manipulado por poderes que buscan mantener ciertas creencias, ciertas conductas y ciertas aprobaciones.
Hoy en día, el cine no busca sólo la especular forma de convertir una nada en un arte sino que ahora el cine invade el terreno histórico, re-construyéndolo a su antojo.
Estos re-descubrimientos, re-conocimientos y re-construcciónes son los ángulos motrices desde los cuales el hombre interpreta y justifica el universo. Pero el hombre no se queda en esta tarea trágica de escribiente sino que, irreverente, promulga la alfabetización particular de modos de pensar y de actuar a través de instrumentos semánticos que hacen posible la polarización de juicios de valor sobre las cosas. El cine en este sentido busca en la post-modernidad incubar una nueva historia que olvida y que inventa, que destruye y que mitifica. Es así como nos es posible ya no asistir a una Troya de héroes y leyendas sino a una guerra sangrienta de pasiones homosexuales y tiránicas ambiciones. Es así como a través de “La cruzada” se busca establecer el carácter sangriento de las expediciones cristianas, contrario al modelo defensivo y sagrado de las excursiones que en nombre de una cruz se enseñan en los textos de bachillerato. Es así como en Vietnam, a través del cine, jamás pierden los gringos y a través de una “Lista de Schindler” o de un “Pianista” se denuncia visceralmente el holocausto de las dos guerras mundiales.
El cine como instrumento educativo de protesta y análisis, el cine como herramienta pedagógica de interpretación sociológica e histórica arremete en el mundo del consumidor como una estrategia o forma cómoda de recibir saber e información. Desde este fulminante acontecimiento que coloniza el sentido interpretativo de la historia la educación, alerta a las devastaciones discursivas que pueden traer ciertos intereses, deseca el sentido persuadible e influenciable que buscan las productoras proponiendo diálogos comprensivos que propenden al encaminamiento de una conciencia libre de heteronimias históricas.
En este sentido la pedagogía, antes que estar divorciada de las tecnologías y nuevos instrumentos de entretenimiento, debe incrustarse en estos productos contemporáneos haciendo posible el fortalecimiento de interpretaciones lógicas de la vida y de la relación Hombre-mundo.
El cine como aventura didáctica debe, desde la escuela, promover la incertidumbre y la curiosidad por el develamiento verosímil de esperanzas y tabúes, de discursos y poderes, de intereses y realidades y de formas más maduras de reflexión sobre la cotidianidad.
Pero la problemática no esta verdaderamente en el binomio cine-educación sino en la posición ética y moral del mediador entre el objeto de información y el sujeto receptor de este saber. Es el educador quien en su profundo consentimiento por un mundo más razonable debe incidir indirectamente en la sana discusión sobre las imágenes que el mundo presenta a los neófitos habitantes del planeta. La labor, entonces del pedagogo, estará encaminada a beneficiar y promocionar el espacio básico para la reproducción de una nueva re-conceptualización, que menos coaccionada y más emancipada logre por fin la CONCIENTIZACIÓN por un mundo mejor.
No obstante, esta relación, que ya comienza a darse con gran favoritismo en las aulas, proporcionará el abastecimiento necesario para la decodificación de neologismos y signos diferentes que necesitará el hombre para comunicar su propio mundo. Ya que a pesar de todo, como dijo Anderson-Imbert, seguiremos siendo, por siempre, los fantásticos seres simbólicos del universo.