El derribo de Mario Conde, fue la puesta de largo de una vía corrupta y antidemocrática inaugurada años antes con la expropiación de RUMASA y la posterior venta de los activos del "imperio" de Ruiz Mateos a empresas amigas del poder. Con ambas actuaciones se abrian las puertas al poder arbitrario del Ejecutivo, tras el sometimiento del Legislativo y el Judicial, al mismo tiempo que los partidos políticos se imponían sobre la democracia, eliminando los controles y contrapesos ideados por el sistema para impedir la oligocracia o lo que es lo mismo: la tiranía de los partidos.
La España de hoy, la corrupta España de los miles de políticos enriquecidos en el poder, de las subvenciones otorgadas a las empresas amigas y a otras donde trabajan familiares, la España que niega apoyos y ayudas a los que piensan distinto que el poder, la que truca concursos públicos y oposiciones, la de los EREs falsos, el urbanismo salvaje, la ruina corrupta de la otrora próspera Cataluña y las masivas recalificaciones ilegales, la patria de los Camps, los Chaves, los Griñan, los Urdangarín, los Matas, los Pepiños y otros muchos, de un partido y del otro, no es otra cosa que la consecuencia de aquellos abusos antidemocráticos del pasado y del previo derribo de las normas y leyes que rigen las democracias, todas sustituidas por el poder arbitrario de los partidos y del gobierno sin que el pueblo soberano reaccionara con brio e indignación democrática, mandando a la cárcel a aquellos que protagonizaron todo un golpe de Estado contra la decencia y la limpieza.
Esa es la verdadera memoria histórica que nos conviene conservar y actualizar a los demócratas españoles, la que describe las miserias políticas de un sistema que ha sido trucado y pervertido por los poderosos para colocarlo a su propio servicio, no al servicio de los ciudadanos, como es preceptivo en democracia.