Rescato hoy en esta sección de los sábados, un artículo publicado en un diario español en 1928. Y aunque nos parezca aberrante en muchas de las propuestas, hemos de encuadrarlo en aquel momento de la historia.
No hay que llevarlo más lejos, dado el momento en que se vive, donde a la mujer, en casi todas partes, se la concibe para la tarea doméstica
Precisamente, Clint Eastwood, dirige estos días a Agelina Jolie, emulando a una mujer de la época que lucha en solitario en un tiempo donde el papel social de la mujer era irrelevante, no tenía ni voz ni voto.
Empezaré por confesar que algo he escrito para reivindicar los derechos de la mujer, que soy de los que he preconizado que debía de concedérseles más libertades, que debía no entorpecérseles ni crearle obstáculos para que se ilustrase... etc, pero la verdad, de ésto a su intromisión en todas partes y por si esto era poco, además que se hagan Abogadas, Ingenieras, Arquitectas o Médicas, o en algo por el estilo, va mucha diferencia y mi disconformidad es absoluta. No me meto en que se peinen a logarçon, manolo o como quieran, en que lleven la falda corta (aunque no debía ser tanto), en que se descoten a pesar del frío y en otras cosas por el estilo, allá ellas, para su cuerpo y alma hacen; mas eso de que, como poderoso aluvión invadan las esferas de actividad del hombre, no estoy conforme. Yo creo que las mujeres, sin necesidad de esos títulos, ocupan siempre en todos sitios el primer lugar y digo esto, puesto que en el corazón del hombre así lo es y siendo así que es la célula más importante del organismo, en lo demás debe ser lo mismo. La representación del sentimiento es indudable que de derecho le corresponde y manteniendo viva esa llama sentimental hacen más por el progreso de la humanidad y contribuyen más a la producción general, que si fueran abogadas, ingenieras o médicas. Muchas veces pienso que el día que la mujer se convenza que no necesita del hombre, que se basta a sí misma; el día que el hombre no tenga que afanarse por mantenerla, en la más recta acepción de la palabra, se ha concluído el trabajo y el progreso; porque todo lo que el hombre ha hecho desde su aparición en el planeta, lo mismo el pecado original que la luz eléctrica, ha sido por ver a la mujer, por contemplarla. La mujer es bella, hermosa de doncella para ser grande cuando es madre, excitando en el primer estado el sentimiento de los hombres para crear después el de los hijos.
No es menester que las mujeres sean ingenieras, abogadas, médicas, aquitectas... etc ya que son ingeniosas y hacen más que el mejor mecánico puesto que crean fuerza; se las dan al hombre para sobreponerse y triunfar en las grandes luchas de la vida; no necesitan ser abogadas, defienden brillante y constantemente la causa del amor, el entusiasmo y la familia, y tienen fueros más que ningún abogado porque diariamente ganan todos los recursos de casación; no necesitan ser médicas, lo son por naturaleza ya que curan el alma; son arquitectas, crean la familia y practican el renacimiento; y como son economistas cuidando de su casa, nivelando el presupuesto y fomentando el ahorro, dejan en mantillas a Calvo Sotelo. Es tal mi entusiasmo por la mujer que hasta en lo más vulgar la encuentro poética, más que cuando van investidas del marchasmo de ciencia; tan poética es la mujer soltera a los 18 abriles radiante de belleza que riega con su llanto la flor que a hurtadillas entrega a su amante, como la casada un tanto ajamonada y cargada de hijos, que remienda la ropa vieja y deja rodar una lágrima sobre su labor considerando que su trabajo no basta a cubrir las necesidades de la familia. Es fuerza de querer dignificar a la mujer haciéndola salirse de su esfera se corre el riesgo de asfixiarla; llevad un pez a tomar el sol sobre la tierra en su día de invierno; sumergid a un pájaro en el mar durante la canícula, y los habréis matado. Arrancar a la mujer de la familia, de su hogar para llevarla al foro, a la oficina, a la consulta pública... etc, es privarla de la atmósfera en que vive. No se me argumente en contra de los expuesto citándome el ejemplo de lo que hacen las mujeres en el extranjero, pues replicaré, primeramente, que las mujeres en otros paises tienen ocupaciones y no carreras, que no es precisamente lo mismo, y que el temperamento, la psicología de la mujer española es muy distinta a la extranjera, y segundo, hay que decirlo muy alto que, moralmente considerada, la mujer española vale infinitamente más que las de todo el mundo. Es esto una verdad innegable, ya que nuestras mujeres no tienden a la emancipación, que es indudablemente la terminación de la familia; a eso aún no hemos llegado como en nuestra vecina Francia, a lo que debe, sin duda alguna, su degeneración ys su vicios, pues con ello han conseguido que el hombre piense que la mujer debe bastarse, y claro, no se casa sino es con las ricas; y como no todas lo son, las han llevado al vicio y a la prostitución ya que no han podido bastarse a sí mismas mas que sobrando a los demás. Claro que no pretendo que la mujer española vuelva al estado de principios del pasado siglo; que no sepa escribir, que siempre tenga los ojos bajos y que se chupe el miñique, nada de eso; quiero que se instruya, que ame, que practique el arte, que se dedique a la enseñanza de la niñez, al comercio, a las industrias propias de su sexo, pero principalmente a la familia y al gobierno de su casa. Quiero esto, pero por Dios, que no sea orador, empleado, sereno o agente de orden público; en fin, que no invida las esferas propias de la actividad del hombre. Y para terminar me voy a permitir decir a los propagandistas de la emancipación de la mujer que vean lo que hacen. Mirad que su imaginación va más deprisa que vuestro deseo; conforme con dignificarlas, pero no las saquéis de su atmósfera, no sea que por tener ingenieras, médicas, abogadas..., nos encontremos un día sin madres, sin esposas y sin hermanas.
J.García Mercader
La Actualidad
Orihuela, 1928