Ya comenté en la entrada anterior que cuando, en las Navidades de 2016-17, leí el primer volumen de Los diarios de Emilio Renzi, de Ricardo Piglia (Adrogué, Provincia de Buenos Aires, 1940 – Buenos Aires, 2017), –subtitulado Años de formación–, Piglia hablaba de su amistad con el joven Miguel Briante. Este autor publicó su libro de cuentos Hombre en la orilla en 1968, un poco después de que saliera La invasión, el primer libro de Piglia, que tuvo algo más de repercusión que el de Briante, con el que vivió algún pequeño episodio de celos literarios.
En la librería Juan Rulfo de Madrid vi los dos libros, Hombre en la orilla de Miguel Briante y La invasión de Ricardo Piglia y me apeteció comprarlos para leerlos de forma consecutiva. Según acabé el de Briante, al día siguiente me puse con el de Piglia.
El propio Piglia nos cuenta, en el prólogo del libro, que La invasión se publicó por primera vez en 1967 y que no lo había vuelto a reeditar hasta ahora (siendo «hasta ahora» unos cuarenta años después, ya que el prólogo está fechado en 2006). La edición de 1967 contaba con diez cuentos y la actual con quince. Tres de los nuevos relatos (Desagravio, En noviembre y El pianista) se publicaron en revistas literarias y fueron escritos por las mismas fechas que el resto, y los otros dos (los más extensos) –que han sido colocados el primero y el último de este libro–, El joyero y Un pez en el hielo, se escribieron unos años después, y eran inéditos, pero Piglia ha querido incluirlos aquí porque obedecían al mismo impulso creativo que los otros. Los diez relatos originales han sido revisados (principalmente acortados, «Ya sabemos que –como decía Hemingway– todo lo que podamos sacar de un cuento, lo va a mejorar.», escribe Piglia en la página 12).
El lector empieza leyendo El joyero, un relato de unas 30 páginas. Una narración sólida sobre un padre que no puede ver a su hija, porque está separado de su mujer y es ella quien tiene la custodia. Piglia ha escrito su cuento con oficio, investigando sobre cuestiones técnicas del trabajo de orfebre, que el Chino (el protagonista) aprendió en la cárcel. Allí fue a parar por su mala suerte. La información está bien dosificada y el relato es bastante tenso porque el Chino (que tiene una pistola) podría ser (el lector no acaba de tenerlo del todo claro) un desequilibrado. El cuento es clásico, directo y eficiente. Un padre que no puede ver a su hija y que arrastra un pasado de desgracias. Lo normal es que las narraciones de Piglia, y estoy pensando en su carrera posterior, que he seguido bastante, y no sólo en los cuentos de este libro, sean más cifradas, más distantes con el lector. Por esto me ha sorprendido gratamente la honda sencillez de este cuento.
Tarde de amor sería, propiamente, el primer relato de La invasión tal y como se publicó en 1967 y creo que la influencia de Ernest Hemingway es clara aquí: profusión de diálogos entre dos personajes que están empezando a ser viejos (el tono me ha recordado al del cuento Un lugar limpio y bien iluminado de Hemingway), que contemplan, a través del agujero de una puerta, una escena de sexo que tiene lugar en una habitación próxima. Creo que los resortes internos del cuento están demasiado cifrados y el peso de la historia no contada es excesivo en su construcción, lo que hace que el lector lo acabe algo desconcertado.
La pared, sobre un hombre mayor que contempla la vida desde su residencia de ancianos, me ha parecido una narración bastante clásica y algo estática. Un relato correcto. En cualquier caso el uso del lenguaje es ajustado y maduro en estos relatos.
Las actas del juicio es un relato histórico y Piglia lo considera su mejor cuento. Trata sobre el asesinato del general Urquiza, un caudillo que derrotó al dictador Juan Manuel de Rosas en 1852 y que murió asesinado por sus propios hombres. Aquí parece que la mayor influencia en su escritura es la de Jorge Luis Borges, sobre todo porque el asesino acabará declarando que los conjurados no mataron a Urquiza sino a aquel otro hombre en el que se había convertido Urquiza. Uno de los asesinos declara ante un jurado y su declaración oral es la voz narrativa del relato. Me ha gustado este recurso.
Mata-Hari 55 trata sobre los Comandos Civiles, grupos políticos y clandestinos que en 1955 acabarían derrocando a Perón. Éste es un cuento político contando desde el desencanto, y en él se habla de una mujer que juega a ser guerrillera. La historia y la intrahistoria se entrelazan. Lo mismo ocurre en el cuento titulado Desagravio, sobre el bombardeo que sufrió la plaza de Mayo de Buenos Aires en 1955 para derrocar a Perón. Mata-Hari 55 es, en cualquier caso, mejor cuento que Desagravio, que me ha parecido una narración un tanto inocente y juvenil.
En el cuento La invasión aparece por primera vez el personaje Emilio Renzi, alter ego de Ricardo Piglia. En él se narra el encuentro que éste tiene en una celda con dos presos. De forma hemingweiana no se contará por qué han detenido a Renzi, y en el cuento se mostrarán los tensos diálogos que mantiene con uno de los reclusos.
Sobre incomodidades habitacionales trata también el siguiente cuento, el titulado Una luz que se iba, sobre un joven de provincia que ha emigrado a la capital y allí se ve obligado a compartir cuarto de pensión con un boxeador acabado, un personaje clásico en la narrativa norteamericana (está en Por un bistec de Jack London, por ejemplo), y que aparece también en algún cuento de Ignacio Aldecoa o, más modernamente, de Marcelo Lillo. Una luz que se iba me ha parecido un cuento más logrado que La invasión.
Mi amigo sobre un joven que conoce a un «vivo» bonaerense es un relato, hasta cierto punto, picaresco, aunque también costumbrista; y no es ninguna de las piezas destacadas del libro.
La honda y El terraplén son relatos sobre niños o adolescentes y quizás la influencia más clara para ellos es la de la mirada melancólica de Cesare Pavese. Un autor que también fue una influencia para Miguel Briante, y para algún otro escritor argentino de la época, como Haroldo Conti.
Tierna es la noche, además de homenajear a Scott Fitzgerald, es un relato de amor un tanto confuso.
En noviembre es un cuento sobre un joven que, desafiando a los elementos, decide explorar un barco hundido. Ya lo había leído, Piglia lo incluyó en el primer tomo de su Diario. Me sigue pareciendo lo mismo que entonces: las páginas del diario íntimo de Piglia eran, por aquellos días, más literarias que los textos que escribía con la intención de que constituyesen su «verdadera obra literaria».
El pianista me parece un gran relato, posiblemente sea uno de los textos más maduros del conjunto, un cuento que se asemeja más que los otros a la obra posterior de Piglia, a la madurez de obras como Respiración artificial. Un pianista que nos hablará de un crimen, una huída y la búsqueda de una mujer por parte de un juez. El relato se desarrolla en una ciudad al borde de la selva, y en más de una de sus frases nos recuerda a la decadencia de los personajes de Juan Carlos Onetti, personas que están envejeciendo y miran, desde la imposibilidad, a los jóvenes: «Pasaba más tiempo en su cuarto, detenido en el cuerpo bellísimo de Clide reproducido en la pantalla, y tomaba cerveza, porque empezó a pedir cerveza y ésa fue la primera señal de que ya se había hundido.» (pág. 147)
Un pez en el hielo es, de nuevo, un gran relato, un cuento maduro y que se asemeja a otra gran parte de la obra posterior de Piglia, que siempre ha sido un entusiasta investigador de las vidas y obras de los escritores. Aquí Renzi ha viajado a Italia para olvidarse de una mujer que lo ha abandonado y para investigar sobre el suicidio de Cesare Pavese en una habitación de hotel. «Pensaba en el suicidio de Pavese como en un crimen que era preciso descifrar», leemos en la página 158.
La invasión, tal y como se volvió a publicar en 2006 –con quince relatos y no diez– tiene algunas piezas bastantes destacadas. Mis favoritas son: El joyero, Las actas del juicio, El pianista y Un pez en el hielo. Lo extraño es que de mis cuatro relatos favoritos tres no estaban en el libro publicado en 1967. Si me fijo en los diez cuentos originales, tendría que decir que La invasión es el libro prometedor de un joven escritor, con influencias de Ernest Hemingway, Cesare Pavese, Jorge Luis Borges o Juan Carlos Onetti, pero que contiene algunas composiciones (La honda o En noviembre, por ejemplo) un tanto inmaduras e ingenuas.
Si yo en 1967 o 1968 hubiese sido un editor argentino y hubiera recibido los manuscritos Hombre en la orilla de un autor de veinticuatro años llamado Miguel Briante y La invasión de un autor de veintisiete años llamado Ricardo Piglia, creo que hubiera pensando que Briante era más maduro y talentoso. Yo hubiera apostado por él. Lógicamente me hubiera equivocado. La literatura es el camino del olvido y también el del error.