Cuerpos que se consumen pero no mueren, espíritus migratorios, Creyentes, Ángeles caídos. Así dichas, cosas a las que ni me acercaría, pero que en las historias de Connolly pasan bien, o pasaban bien. Otra vez el espeluznante Brightell, el rabino Epstein y El Coleccionista. Y, por supuesto, sus amigos Louis y Ángel.
Pero ya hace muchos libros que todo suena a lo mismo. Connolly sigue exprimiendo un pozo seco hace ya tiempo.