Todo el mundo se enfada. Sí. No existe nadie en el mundo que sea inmune a la ira, nadie que no sienta o haya sentido esta emoción en algún momento u otro de su vida. No nos engañemos, todos sin excepción sentimos rabia, enfado o ira en mayor o menor intensidad. Todos, niños, niñas, adolescentes, padres, madres, educadores, abuelos y abuelas también.
Y esta emoción, la ira, que tanto nos disgusta cuando la sentimos en nuestros cuerpos también nos disgusta cuando la vemos en nuestros hijos. Sí, padres y madres (entre las que me incluyo) no aceptamos muy bien los enfados de nuestros pequeños. No entendemos sus arranques de mal humor, sus berrinches. Nos desesperamos ante sus rabietas y provocaciones. Y nuestra respuesta a sus reacciones es, por lo general, intentar sofocarlas diciéndoles que no está bien lo que hacen. Nuestro mensaje implícito viene a ser "la ira es mala. Si te enfadas eres malo" ¿Es cierto esto? ¿Es cierto que sentir enfado y expresarlo nos convierte en malos? La respuesta es claramente NO. De esto precisamente trata este post.
La ira, una emoción necesaria..
La ira es una de las 6 emociones que consideramos básicas: asco, miedo, sorpresa, alegría, ira (enfado) y tristeza. Y las consideramos básicas precisamente porque nos ayudan a sobrevivir. La ira también.
La ira nos ha ayudado a sobrevivir como especie a lo largo de los milenios. Pero no sólo eso, también como individuos. Como seres indefensos que somos cuando nacemos la ira nos empuja a sobrevivir ¿Cómo? A través del llanto. Los bebés lloran cuando sienten hambre, sed o necesitan afecto. Y ese llanto, una expresión del enfado, hace que los adultos nos sintamos empujados a cubrir sus necesidades.
¿Enseñamos a nuestros hijos a expresar su ira de forma adecuada?
Si reflexionamos sobre lo que hacemos cuando nuestros hijos se enfadan veremos que quizás estamos cometiendo algunos errores. Por ejemplo, si los castigamos por enfadarse, estaremos enseñándoles a reprimirse, a esconder su enfado y a avergonzarse de sus emociones, y lo que es peor a sentirse malos por ello. A la larga este tipo de educación en la que la familia reprime la expresión de emociones negativas como es la ira tiene efectos muy negativos, ya que es probable que de adultos desarrollen un tipo de agresividad pasiva muy destructiva.
La pasivo-agresividad, tal y como hemos descrito en el post dedicado a un libro para padres ( 8 claves para eliminar el comportamiento pasivo-agresivo) es un modo de expresar sentimientos de enfado de manera aparentemente no hostil, por ejemplo ofrecer una información a alguien sabiendo que la necesita, negar un elogio, negar el afecto o la atención, el sabotaje, responder sarcásticamente,... y un largo etcétera de conductas
Esto no quiere decir que debamos dar carta blanca a comportamientos agresivos en los que nuestras emociones pongan en riesgo a terceras personas o a nosotros mismos. Significa que debemos explicar a nuestros hijos que la ira o el enfado que sienten es algo normal, que todos lo sentimos y que ellos (igual que nosotros) tienen el derecho a estar enfadados. Sin embargo, esta ira debe ser expresada de forma adecuada. Para ello es necesario que tengan modelos correctos a imitar y aprendan a gestionar sus emociones sin inhibirlas.
Ni pasivos ni agresivos: asertivos
Lo mejor que podemos hacer por nuestros hijos es criarlos en un ambiente en el que sea seguro expresar los sentimientos y decirse la verdad de unos a otros. Criarlos en una familia donde es normal que existan discusiones o desacuerdos pero en la que, a pesar de ellos, se sigue manteniendo el afecto y la confianza.
En resumen, los niños deben aprender a gestionar su enfado. Deben aprender a no esconder la ira de tal forma que expresarla no les haga sentirse malas personas ni avergonzarse de tener estos sentimientos. Las familias en las que se inhibe o prohíbe la expresión del enfado son las más proclives a desarrollar estilos de comportamiento pasivo-agresivos. Mientras que en aquellas en las que se expresa una ira manifiesta, mostrando comportamientos agresivos y explosivos ante el más mínimo comportamiento, los niños aprenden a manipular a los demás a través de su enfado. Recordemos los berrinches y cómo los manejamos.
Si no queremos niños ni pasivos ni agresivos, si no niños que de adultos sean personas asertivas debemos enseñarles las habilidades sociales necesarias permitiéndoles que se enfaden y guiándoles hacia formas más sanas y adecuadas de gestionar y expresar su rabia. Para ello el primer ejercicio está en nosotros mismos. Es importante que analicemos nuestros comportamientos y evaluar si aquello que hacemos favorece o no a nuestros hijos.
Libros y cuentos para ayudar a nuestros hijos a gestionar la ira
Los cuentos son grandes las herramientas educativas que tenemos los padres cuando no sabemos cómo transmitir valores o ideas abstractas como el amor, la amistad, pero también ayudan a identificar y por tanto educar las emociones. ¡No me cansaré de repetirlo! Leed mucho con vuestros hijos y regaladles libros y cuentos que les ayuden a entender el mundo que les rodea.
Visto de este modo, he seleccionado unos libros de los que ya he hablado y reseñado en el blog que os servirán para ayudar a vuestros hijos a gestionar la ira, esa emoción explosiva pero tan necesaria para nuestra supervivencia.
Y para nosotros, los padres y educadores :
Con paciencia aprenderemos a convertirnos en la mejor versión de nosotros mismos. La ira no es mala, ¡nosotros tampoco! Aprender a identificar y escuchar qué es lo que nos dice esta emoción es el primer paso para comportarnos de un modo más asertivo en la vida y fortalecer nuestra inteligencia emocional