Madrugamos. Nos espera un buen trecho. Recorrer la España del levante, ahora que estoy en la orilla, con Rafael Chirbes. El paisaje va cambiando conforme nos acercamos a Granada. El agua es la vida, y así lo entendieron todos los que hasta aquí llegaron. Pasamos por la costa conforme va finalizando nuestro viaje. Al fin, divisamos la bahía de Algeciras. Una ciudad mítica. La Al yasira de los musulmanes. La llave del Estrecho. Por esta bahía se empezó a perder la Hispania goda, según nos contaron los cronicones. Un mundo degradado, me dice Oskarnello, siempre atento. Las políticas de desarrollo de la bahía, para contrarrestar Gibraltar, han acabado con el entorno natural de la zona. Un puerto por el que me parece estar viendo a McNulty en la segunda temprada de The Wire. Aún hay tiempo hasta coger el ferry. Algeciras es también alguna canción de Medina Azahara, en mi adolescencia, y sobre todo es la patria adoptiva, durante algunos años, de mi amigo y maestro Esteban. Esas ciudades que, en el fondo, ya conocemos antes de visitar por primera vez. Y es que los viajes, también, se conversan y luego se hacen. Embarcamos.