La isla mínima (2015)

Publicado el 15 noviembre 2015 por David López Martínez @gnomogore

Llego a esta cinta, va para dos años enseguida, bastante después de todos sus premios, halagos y muchas y buenas críticas por parte de la crítica especializada y la no -también tiene las no tan buenas criticas-. Pero que no se haga mucho caso a esto último, porque hay especializados de título que no distinguen lo bueno de lo soporífero y humildes aficionados al cine que, les gusta dejar unas palabritas sobre lo visto y tienen más coherencia. Pero hay de todo, hay de todo y con la cinta de Alberto Rodríguez pasa lo mismo. Bueno, ha de añadirse el gusto de cada uno, eso es intocable. Y luego, el momento que pueda tener uno el día elegido para ver un film.

Lo dicho, todo era bueno para tener tanto tiempo en espera este producto detectivesco español. Que si tiene un parecido a "True Detective" increíble -y lo que eso significa-, que si te arrastra hasta los rincones más viles del ser humano, que la dirección y fotografía son de escándalo, que sus dos protagonistas se salen... La verdad, todo esto no se cumple, y no se cumple en rotundo. Pero cuentese un poco.

La isla mínima no sitúa a comienzos de los años 80. Dos policías (Raúl Arévalo y Javier Gutiérrez), ideológicamente opuestos, son enviados desde Madrid a un remoto pueblo del sur, situado en las marismas del Guadalquivir, para investigar la desaparición de dos chicas adolescentes. En una comunidad anclada en el pasado, tendrán que enfrentarse no sólo a un cruel asesino, sino también a sus propios fantasmas. Y entre tanto fantasma, un asesino con el que no se da ni queriendo y una sospechosa actividad -e ilegal- que proporciona bienes económicos, pasan los 105 minutos que dura.

Es una película bella en cuanto a ambientación, dirección artística y fotografía, por ello, nos ceban a planos cenitales de las bonitas marismas y hermosos planos donde babear un poco con el trabajo fotográfico. Pero lo dicho, se 'jartan' puesto les sale bien y quieren lucirse. Y no es una bonita película en cuanto a su principal pilar y eje de funcionamiento, su guión. Por mucho que los protagonistas principales, que cada uno parece ir a su bola, se esfuercen en insuflarle emoción y tensión, no se consigue. Menos aún, con los secundarios, a los que apenas se hacen caso o se les da un papel con peso y relevancia. Un guión que sigue una sola línea, quedándose plano. Se estructura en muchos momentos -tiempos- dentro del mismo, pero que ninguno levanta el vuelo del todo y por más persecuciones que haya, nuevos chivatazos o descubrimientos sin venir a cuento, descubramos del compañero, sigue sin cautivar o entusiasmar como personalmente esperaba.

Para nada es un film malo, pero para nada es una obra maestra. Una película que entretiene, con un trabajo técnico excepcional, un Javier Gutiérrez notable y una isla mínima que nos da eso, lo mínimo. No explota y se queda sumergida entre el agua de sus propias lluvias.