El cine español tiene muy mala prensa. Es una realidad y sólo hay que darse un paseo por algunas redes sociales para leer los comentarios de gente que, por rutina, defenestra cualquier película española que se estrena. A esa gente que piensa así, yo les preguntaría cual es la última película española que han visto porque a lo mejor la respuesta nos daría una idea de por dónde van los tiros. La realidad es que es innegable que hay auténticos bodrios en el cine español pero igual que los hay en el cine estadounidense, en el francés y en cualquiera que se os ocurra. Personalmente, me parece inconcebible decir que todo el cine español sea malo y más después de haber visto La Isla Mínima.
Raúl Arévalo y Javier Gutiérrez son una pareja de policías a los que se les encarga investigar la desaparición de dos chicas en un pueblo de las marismas del bajo Guadalquivir pero lo que parecía un caso sencillo se convertirá en la trepidante búsqueda de un peligroso asesino.
La Isla Mínima era una de las películas pendientes de estreno que más ganas tenía de ver y, por una vez, la expectación generada se ha visto confirmada. Es una historia policíaca tensa y agobiante, rodada con muy buen pulso y en la que no importa mucho el destino porque estamos disfrutando enormemente del viaje. Como conductores tenemos a dos actores en estado de gracia, Raúl Arévalo y Javier Gutiérrez y como paisaje las marismas del Guadalquivir, el lugar perfecto para que una historia tan inquietante y oscura se desarrolle. Mucho se ha hablado de que La Isla Mínima es un True Detective a la española. Yo iría más allá y diría que es un True Detective meets Twin Peaks con un toque muy patrio por estar enmarcado en plena Transición Española. Tanto True Detective como Twin Peaks y, ahora, La Isla Mínima tienen en común la investigación policíaca de un crimen que se produce en un ambiente muy peculiar pero La Isla Mínima, además de contexto espacial, tiene un contexto social que es crucial en el desarrollo de la película y en el de los personajes ya que los dos principales protagonistas son un claro reflejo de la situación en la que estaba la España de principios de los 80.
Lo de los actores en esta película es capítulo aparte. El hecho de que Javier Gutiérrez haya recibido el premio al mejor actor en el Festival de San Sebastián no es más que la constatación del recital actoral que vemos en esta película. La verdad es que de Raúl Arévalo (que me encanta) me lo esperaba pero de Javier Gutiérrez, reconozco que no. Gran error por mi parte pero en mi defensa diré que la única referencia que tenía de este actor era por lo poco (muy poco) que he visto de Águila Roja. Los secundarios dan el contrapunto perfecto y, aunque me ha faltado un poco más de Antonio de la Torre, me ha encantado Nerea Barros, que con sólo una mirada es capaz de transmitir todo lo que lleva dentro. Del resto voy a destacar a Jesús Castro que, a diferencia de lo visto en El Niño, lo he encontrado mucho más cómodo en esta película.
También hubo premio para la fotografía de La Isla Mínima en San Sebastiány, los que veáis la película, entenderéis porqué. Los paisajes de esta película son dignos de documental y hay que saberle agradecer al director Alberto Rodríguez la inclusión de varios planos cenitales que cumplen a la perfección con su cometido de transportarnos a ese remoto lugar y hacernos sentir la atmósfera agobiante que planea sobre los habitantes de ese pueblo.
No me atrevo a afirmar que La Isla Mínima es la mejor película española de 2014 porque aún tengo pendientes de ver varias cintas que podrían quitarle ese puesto, sin embargo, lo que sí que tengo claro, es que la colocaría en mi top ten global del año porque son muchas las cualidades que tiene para ello, porque es una gran película y porque ya es hora de que empecemos a reivindicar lo que tenemos en casa, que a lo mejor no hay mucho pero sí que hay bueno.