Camus decía que "en el hombre hay cosas más dignas de admiración que de desprecio".
Éste puede ser el resumen, a grosso modo, de su excelente radiografía de la condición humana plasmada en "La Peste".
Yo considero, a título personal(mis valoraciones íntimas son más bien antropológicamente negativas), que la balanza entre excelencias y miserias de la especie humana está muy nivelada, y que G.Elliot tiene aquí más razón que el existencialista francés cuando afirma : " La crueldad, como cualquier otro vicio, no requiere ningún motivo para ser practicada, apenas una oportunidad".
Vamos a contar otra vez una pequeña historia de un pequeño hombre llamado Robert Damiens, porque creo que se merece un recuerdo y un homenaje.
Luis XV fue un rey francés que se comportaba como todos los reyes conocidos en la Historia, franceses o no. Así, Luis XV, al que la política y el pueblo(sólo su dinero y bienes) no le interesaban demasiado, organizaba suntuosos bailes de máscaras, lujosas bacanales y se construía nuevos palacetes mientras el pueblo francés se debatía entre hambrunas, pestes y muertes, sumidos en un descalabro fiscal y crisis interna que las caprichosas guerras, sobre todo las de sucesión, les habían causado.
Así, mientras Luis XV y sus cortesanos se perseguían desnudos(pero con máscaras y antifaces adornados con brillantes) por palacio tirándose unos a los otros los restos de comida sobrante, 200.000 hombres, mujeres y niños morían en los campos europeos defendiendo la dignidad de la Corte de Versalles y de la patria francesa que otros les decían que representaban.
Y así pasaban los días en la bella campiña francesa hasta que un miércoles de febrero de 1757 un bajito pero corpulento ex-jesuita llamado Robert Francoise Damiens se abalanzó sobre el rey francés apasionado de los suntuosos bailes de máscaras y le acuchilló entre la cuarta y quinta costilla del flanco derecho con su navaja de dos filos.
El rey francés ordenó que no se le matará al instante.
Robert Damiens juró que él no había sido(un pobre hombre seguramente trastornado) y, para que confesara, le aplicaron en el talón de Aquiles unas pinzas al rojo vivo.
Damiens fue condenado a muerte el 26 de marzo por la gran Cámara del Parlamento. Intento de regicidio. Luis XV en un principio abogó por su perdón, aunque más tarde escribió en su sentencia: "Los sentimientos religiosos nos invaden y los movimientos de nuestro corazón nos inducen a la clemencia. Pero nuestro pueblo, al que pertenece nuestra vida más que a nosotros mismos reclama, de nuestra justicia, venganza de un crimen cometido contra la vida que nos deseamos conservar para vuestra felicidad".
"La jornada será ruda", exclamó Robert después de escuchar la sentencia.
Robert había sido condenado a tortura y suplicio público.
Cronología del suplicio a que fue sometido Robert Damiens, extraído del volumen de Beccaria " De los delitos y de las penas":
1) Tormento de los borceguíes. Se le sujetaron las piernas entre cuatro tablas y se le introducen cuñas a martillazos, de forma que los huesos le saltan por la presión.
2) Se tendió a Robert sobre el cadalso con aros de hierro, colocándole el arma del crimen en la mano derecha y quemándosela con fuego de azufre.
3) Se le arrancaron con tenazas al rojo la carne de las partes más carnosas del cuerpo("un ayudante, arremangado por encima de los codos, tomó unas tenazas de acero hechas para el caso, largas de un pie y medio aproximadamente, y le atenaceó primero la pantorrilla de la pierna derecha, después el muslo, de ahí pasó a las dos mollas del brazo derecho, y a continuación a las tetillas. A este oficial, aunque fuerte y robusto, le costó mucho trabajo arrancar los trozos de carne que tomaba con las tenazas dos y tres veces del mismo lado, retorciendo, y lo que sacaba en cada porción dejaba una llaga del tamaño de un escudo de seis libras")
4) Se vertieron sobre sus llagas una mezcla hirviente de plomo, aceite, pez, cera y azufre fundidos.
5) Se ataron a sus miembros cuatro caballos para descuartizarlo. Como los caballos no estaban acostumbrados a tirar, se le pusieron dos más. Como tampoco así se procedió a la desmembración completa, el verdugo Samsón procedió a cortarle los nervios y destrozarle a hachazos las coyunturas, hecho éste que detalla un testigo con pelos y señales: "Después de dos o tres tentativas, el verdugo Samson y el que lo había atenaceado sacaron cada uno un cuchillo de la bolsa y cortaron los muslos por su unión con el tronco del cuerpo. Los cuatro caballos, tirando con todas sus fuerzas, se llevaron tras ellos los muslos, a saber: primero el del lado derecho, el otro después; luego se hizo lo mismo con los brazos y en el sitio de los hombros y axilas y en las cuatro partes. Fue preciso cortar las carnes hasta casi el hueso; los caballos, tirando con todas sus fuerzas, se llevaron el brazo derecho primero, y el otro después...Una vez retiradas estas cuatro partes, los confesores bajaron para hablarle; pero su verdugo les dijo que había muerto aunque la verdad era que yo veía al hombre agitarse, y la mandíbula inferior subir y bajar como si hablara. Uno de los oficiales dijo incluso poco después que cuando levantaron el tronco del cuerpo para arrojarlo a la hoguera, estaba aún vivo. Los cuatro miembros, desatados de las sogas de los caballos, fueron arrojados a una hoguera dispuesta en el recinto en línea recta del cadalso; luego el tronco y la totalidad fueron en seguida cubiertos de leños y de fajina, y prendido el fuego a la paja mezclada con esta madera"
6) Se quema su tronco palpitante y sus cenizas se esparcen al viento.
7) Se confiscan sus bienes en provecho del rey.
8) La casa de Robert Damiens es arrasada y se prohíbe contruir en ese solar.
9) Su mujer, su hija y su padre son deportados bajo prohibición de volver a Francia o serán colgados sin proceso judicial alguno.
10) El resto de la familia tiene prohibido usar su apellido en el futuro o serán ajusticiados.
Más de dos horas duró el suplicio de Robert Francois Damiens. Al espectáculo gratuito de tortura y descuartizamiento de aquel pobre hombre asistieron muchas damas y caballeros de Versalles y numerosos espectadores del pueblo llano, que disfrutaron de la jornada entre vítores, risas y aplausos.
Robert gritaba: "Dios mío, tened piedad de mí". Y la vez que el verdugo Samsón y su ayudante le extraían la carne de los muslos con unas tenazas de acero, el párroco de Saint Paul y demás confesores le ponían el crucifijo en la boca para que lo besara. Esa fue toda la piedad que Robert recibió.
El Siglo de las Luces. Después vendría la Revolución y el reinado de la Guillotina. Pensadlo. No hace tanto tiempo, poco más de dos siglos. Casi es ahora. ¿Hay tanta diferencia entre esto y el asesinato en Bagdag en 2007 de dos periodistas de Reuters y un grupo de civiles bajo el fuego de un helicóptero norteamericano? Los de wikileaks colgaron el vídeo de la matanza en su página en el que se oyen las risas de los soldados estadounidenses mientras masacran a estos inocentes.
Robert Damiens, querido anarquista, tenías razón, la jornada fue ruda y Camus se equivocaba.
Saludos de Jim.