¡Ay los mañaneros!
Domingo soleado, desayuno delicioso, ligero, fresco. A mi alrededor jóvenes hombres y mujeres, y otros no tan jóvenes se sientan con sus caras domingueras, sin o con poco maquillaje, ropas cómodas, aspecto relajado. Toda una invitación al placer.
La combinación es perfecta para que la imaginación empiece a volar. A partir de ahora, y ya puestos en contexto, en nuestros encuentros combinaremos los objetos que estén a nuestro alcance y los que vayamos a buscar específicamente con nuestra amiguísima: “La imaginación”.
Pero bueno, me agarran desprevenida y estoy en un lugar público y “bien portado”… así que usaré lo que tengo a la mano.
Hoy me levanté con un ánimo “vainilla especiado” (En el argotde la subcultura BDSM, se denomina vainillaa las personas que practican exclusivamente el llamado sexoconvencional, sin deseos de experimentar nuevas sensaciones.)[1]así que lo ligero, lo suave, lo fresco me está poniendo a volar.
Frente a mí un gran plato de quinoa, yogurt, miel, frutas. Abro mi boca carnosa lo suficiente para que una porción dulce, jugosa, tibia entre en mí. La lengua vibra entre los sabores y las texturas. Mi nariz huele las flores que fueron madres de esta miel que, sin querer, se escurre por la comisura de mis labios. Mi vagina empieza a lubricarse. Una sonrisa se asoma en mi cara.
En la siguiente mesa hay dos chavos. Cruzo miradas con uno de ellos, lo tengo de frente. Creo que mis ojos están siendo lo suficientemente gráficos como para provocarle una erección y por lo que llego a ver parece que viene bien dotado. Mi respiración está algo inquieta. El mesero me mira con complicidad.
Me limpio la boca con la servilleta de tela que tengo en mi regazo. Me acomodo en la silla para que el borde redondeado masajee un poco mi clítoris. La chica sentada frente a mí tiene una blusa que le queda grande y deja ver el inicio de un escote prometedor.
La terraza huele a flores frescas; todos los aromas son suaves, agradables. Si estuviera en una película porno bastaría un suave gesto para comenzar una gran orgía regada de pan dulce, mimosas y té de jazmín.
Me levanto al baño. Agradezco estar en un lugar lo suficientemente cómodo y aseado como para poder apoyarme en la pared y dejar que mis manos hagan lo suyo. Sólo espero que mi gemido contagie a la mujer que orina en el privado de junto para que tenga, ella también, un gran domingo.
Hoy empezamos a entrenar a nuestra imaginación y probamos que con la comida también se juega (y fue sólo una probadita, ya profundizaremos más adelante). En las siguientes columnas iremos probando otros juguetes y sensaciones. En este punto y como siempre los límites son: la imaginación y los gustos de cada quien (la única palabra sagrada en los juegos sexuales es: NO). La provocación para la siguiente: no me gusta limpiar así que… ¿Qué hago con el plumero?
[1]https://es.wikipedia.org/wiki/Vainilla_(BDSM)