Un artículo de Juan Pais
W.R.Burnett fue en los años treinta y cuarenta un prolífico escritor, muy vinculado a Hollywood. Suyas son las novelas que dieron lugar a películas como Hampa dorada (Little Caesar, 1931) El Último Refugio (High Sierra, 1941) o Cielo Amarillo (Yellow Sky, 1948), y como guionista Burnett intervino en los libretos de Scarface (1932), El Cuervo (This Gun for Hire, 1942) y muchos otros, en ocasiones sin acreditar. Con la confianza de la Metro Goldwyn Mayer en el escritor, no fue difícil que John Huston pudiera sacar adelante su adaptación de La Jungla de Asfalto (The Asphalt Jungle, 1950) en la que había trabajado con el guionista Ben Maddow.
La Jungla de Asfalto aborda la planificación y ejecución del robo a una joyería, además de las consecuencias del mismo. La película está centrada en la descripción de los sórdidos ambientes urbanos en los que se sitúa la acción y en el análisis de las psicologías de los personajes que la desarrollan. Interesado por la tipología del perdedor (reciente estaba la remarcable The Treasure of the Sierra Madre), sin duda Huston es el director adecuado para esta película. Y no hay que olvidar que en el futuro retomaría la temática (Fat City es un buen ejemplo).
Tras salir de la cárcel, Dix, un granjero arruinado por la Depresión, forma parte de un plan para atracar una joyería concebido por Doc Reidenschneider, respetada leyenda del mundo del hampa por sus bien tramados y audaces golpes. Reidenschneider reúne a una banda que además de por Dix está integrada por hábiles delincuentes especializados en distintas funciones. El plan consiste en penetrar en la joyería, desactivar la alarma y abrir la caja con dinamita. Sin embargo, la explosión es más potente de lo previsto y hace saltar las alarmas de los comercios colindantes y los asaltantes deben huir precipitadamente. Todo empieza a ir mal.
La Jungla de Asfalto no fue la primera película en la que los protagonistas eran los considerados malhechores. Sin embargo, es una de las primeras en humanizarlos. El público termina por comprender a estos ladrones e incluso por identificarse con ellos, lo que en su momento no fue bien visto por la censura. Personajes como el experto en cajas fuertes Ciavelli, cariñoso padre de familia, o el conductor Gus, amante de los gatos, resultan cercanos y el público puede llegar a quererlos.
Sterling Hayden, que interpreta a Dix, propone un personaje duro pero noble, un hombre obsesionado por recuperar la granja que fue de sus padres, algo que parece preocuparle más que la relación intermitente que le une a la entregada Doll (magnífica Jean Hagen), que lo ama desesperadamente. Junto a Hayden aparecen en el reparto estupendos actores como Sam Jaffe (Reidenschneider) o Louis Calhern (un corrupto abogado que, agobiado por las deudas, organiza el golpe). También es de destacar la mítica Marilyn Monroe, que no pasa desapercibida, por supuesto. Todos los actores forman un reparto coral tan compenetrado como los ladrones a los que dan vida.
Estilísticamente, La Jungla de Asfalto fue todo un desafío para John Huston: a la elegancia y estilización habitual del noir quiso adicionar el naturalismo del entonces pujante cine neorrealista italiano, un riesgo del que el hijo de Walter Huston sale muy bien parado. La Jungla de Asfalto aporta fiereza y veracidad al conjunto. Al que no le gustó nada fue a Louis B. Mayer, que afirmó "Es basura. Esa cosa del pavimento está llena de gente fea y desagradable haciendo cosas desagradables. Yo no cruzaría la calle para ver una película así".
Dijera lo que dijera Mayer, hay que reconocer que el resultado es impresionante. Nos encontramos ante un estudio implacable de la corrupción. Los representantes de la ley no solo se muestran inoperantes ante el crimen, muy extendido, sino que también han sido ensuciados y actúan con deshonestidad. Ante un panorama tan pesimista, los personajes, cada uno con su motivación, sueñan con abandonar la ciudad hacia un destino más límpido.
Un amanecer cierra La Jungla de Asfalto. Es el único momento de serenidad y belleza de toda la película. También empieza con un amanecer, pero en él la luz que cae del cielo no purifica; al contrario, es una luz amenazante, sombría. El resto de la acción se va a desarrollar en la turbia oscuridad de los bajos fondos, de los garitos de mala muerte, de los calabozos de las comisarías. La iluminación expresionista subraya la atmósfera corrupta. En su conjunto, La Jungla de Asfalto rezuma una lírica muy especial.
Con La Jungla de Asfalto, John Huston consiguió una de sus más celebradas obras. Un conseguido tono de fatalidad la envuelve, desarrollándose la acción con sobriedad y precisión. Además, cabe citar el magnífico pulso narrativo de Huston para contar una historia compleja por el número de subtramas que la componen y que deben integrarse de manera precisa en una narración que resulta tan metódica como el plan del doctor Reidenschneider. Aunque a diferencia de éste, la película sea todo un éxito.