Juan Barrero es uno de esos directores de cine cuya experiencia académica es palpable en su primer largometraje, La jungla interior. Sobre todo se nota la influencia que ha tenido sobre él el master cursado en la universidad Pompeu Fabra sobre Documental de Creación. Ha mantenido contacto con grandes directores del cine documental como Victor Kosskovski o Jose Luís Guerín. Hace apenas un año, Neus Ballús, directora que cursó el mismo master que Barrerro, presentó La plaga. Película que fue un éxito y arrasó en los Premios Gaudí (los premios de la academia del cine catalán). Es un hecho innegable que Catalunya está creando grandes talentos en el terreno documental, y Juan Barrero es tan solo un nombre de una larga lista.
La jungla interior no es una película para todos los públicos. Es una película empírica, de emociones y sentimientos. Es una obra con la que el espectador se ha de dejar llevar desde el minuto 1 hasta el 75. Pero sobre todo es un film fronterizo, en el que es muy difícil distinguir que es real y que es ficción. Barrero acierta al completo al mezclar imágenes propias del documental (de la jungla, más salvajes) con imágenes más cercanas a entornos de ficción (del hogar, más cotidianas). La película renuncia a un argumento lineal, es totalmente fragmentaria. Son pequeños esbozos de la vida de la pareja protagonista: los momentos en los que ella toca el violín, cuando ambos visitan el pueblo natal de él, las imágenes más íntimas de la relación, aquello que funciona bien y aquello que no tanto.
Aunque lo hayamos visto todo siempre quedan muchas miradas personales e íntimas de algunos directores. Y si encima dichos directores utilizan como base un género audiovisual en desuso o infravalorado, lo inédito y lo especial cobran mayor protagonismo. El documental de ficción pretende hacer de la realidad algo cinematográfico, y eso tiene mucho mérito. Ponerse delante de la pantalla y preguntarse: “¿Estos personajes son reales?” “¿Eso les está pasando de verdad?” “¿Están actuando o siendo ellos mismos?”, es algo único. Aun así, Barrero desarrolla un estilo de documental de ficción mucho más poético y lírico, muy poco argumental, que busca la sencillez a través de imágenes puras y abstractas. Y esto no es algo que tenga que ser especialmente bueno. La narración es lenta, es discursiva y descriptiva y puede cansar en determinados momentos al espectador. La película puede hacerse aburrida y poco trascendente y el espectador puede preguntarse “¿Qué intenta explicarme esta película que yo no sepa?”. Quizás aporte poco a unos y mucho a otros, pero La jungla interior es una obra bastante experimental e inédita en nuestro país. Barrero se suma con Albert Serra y el polémico Segio Caballero (entre muchos otros), al carro de directores que están haciendo cosas nuevas en nuestro país. Aunque a veces los resultados no sean los esperados, están despertando con su entusiasmo un cine fresco, inédito y especial en España.