La rectificación del Supremo en el asunto de los impuestos a las hipotecas, además de generar sorpresa, indignación y caos, desprestigia a la Justicia como poder independiente, devalúa la democracia española, refuerza las tesis sobre "Presos Políticos" que esgrime el secesionismo catalán y debilita todavía más la imagen de la Justicia española en Europa.
Algunos medios de comunicación han destacado la conocida frase del arzobispo salvadoreño Monseñor Romero, recientemente proclamado santo: "La justicia es igual a las serpientes: sólo muerde a los que están descalzos", mientras otros argumentan que "si los bancos son capaces de doblarle el brazo al Tribunal Supremo, nuestra democracia es una farsa". La mayoría de los analistas y expertos destaca que con lo ocurrido queda demostrado que en España no existe separación, una condición básica de la democracia.
En realidad tiene poco sentido que el Tribunal Supremo, que es el órgano que, según la Constitución Española se encuentra en la cúspide del Poder Judicial, se someta a otros poderes cuando una sentencia tiene una profunda repercusión económica y social.
Muchos creen que el Tribunal Supremo, con su actitud, se ha situado en un callejón sin salida y que hay serias dudas jurídicas de que el Tribunal Supremo pueda dar marcha atrás a su sentencia firme sobre las hipotecas porque perjudique a la banca y beneficie a la ciudadanía.
En democracia, la Justicia tiene que estar al servicio del ciudadano y no de los poderosos.
¿Acaso los magistrados no sabían de antemano la repercusión de su sentencia? Si lo que se ha desatado ha sido una sorpresa para ellos, entonces la Justicia está peligrosamente desconectada de la realidad.
Francisco Rubiales