«Con los peces pilotos trabamos conocimiento en otra forma. Los tiburones los traían y nos los dejaban adoptar después que les dábamos muerte. Hacía pocos días que navegábamos cuando nos visitó el primer tiburón y a poco la presencia de éstos era una diaria visión. Algunas veces se acercaban sólo para inspeccionar la balsa y seguían su marcha en busca de presa después de darnos una o dos vueltas; pero más a menudo tomaban posición en nuestra estela, justamente detrás de la espadilla, y allí se quedaban sin hacer el menor ruido, iban suavemente de babor a estribor y daban de cuando en cuando un ligero coletazo para mantener su velocidad a tono con el plácido avance de la balsa. El cuerpo gris azulado del tiburón parecía siempre pardo a la luz del sol debajo del agua, y se movía verticalmente al compás de las olas, sacando siempre fuera su amenazadora aleta dorsal. Si la mar estaba movida, el tiburón era levantado a mucho más de nuestro propio nivel y entonces teníamos una visión directa del costado del animal, como en una vitrina, mientras nadaba majestuosamente a nuestro encuentro, con su bulliciosa comitiva de peces pilotos delante de sus mandíbulas. Por unos cuantos segundos parecía como si ambos, el tiburón y sus rayados compañeros, fueran a subir a bordo, hasta que la balsa escoraba graciosamente a sotavento, subía sobre la cresta de la ola y descendía por el otro lado.»
El libro se convirtió en un inesperado best-seller y fue traducido a 66 lenguas. El inquieto Thor Heyerdahl realizaría dos expediciones más, la “Ra” y la “Tigris”. Siguiendo el estilo de la primera Kon Tiki: réplicas de naves de la antigüedad. Sobre la Kon Tiki se hizo un documental en 1951 que adjunto. Ahí se aprecia la absoluta fragilidad de la nave, la dimensión real del reto, la fuerza del sueño que impulsó ese reto. Acabo señalando la fecha de partida de la nave: 1947, en otros lugares del mundo acababa una gran guerra y empezaba otra.
«A veces nos encontramos en situaciones raras, sin saber cómo. Nos metemos en ellas paso a paso y del modo más natural, hasta que de súbito, cuando estamos ya enzarzados, el corazón nos da un vuelco y nos preguntamos cómo diablos pudo ocurrir aquello.»
Escribió Thor Heyerdahl al inicio del libro de la Expedición de la Kon Tiki. Que mejor manera de empezar el viaje.
La Kon tiki